Bruselas.— Una de cuatro mexicanas de entre 15 y 49 años de edad ha sido objeto de violencia física o sexual por parte de un acompañante íntimo en algún momento de su vida, sostiene un estudio publicado este martes por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Entre las mexicanas que han tenido alguna pareja en el transcurso de los 12 meses previos, la tasa es de una de cada 10, es decir, de 10%.

“La violencia contra la mujer, especialmente la ejercida por su pareja y la violencia sexual, constituye un grave problema de salud pública y una violación de los derechos humanos de las mujeres”, sostiene el documento financiado por el Ministerio de Relaciones Exteriores, del Commonwealth y de Desarrollo del Reino Unido.

La tasa de prevalencia de la violencia de pareja entre mujeres en México fue en 2018 de 24%, por encima de regiones como Europa (16%-23%), Asia central (18%), Asia oriental (20%) y Asia sudoriental (21%); y por debajo de la media de Oceanía, Asia meridional y África subsahariana, con unos índices que van de 33% a 51%.

“La violencia contra la mujer es endémica en todos los países y culturas. Es dañina para millones de mujeres y para sus familiares y se ha visto exacerbada por la pandemia de Covid-19”, destaca Tedros Adhanom, director General de la OMS.

De acuerdo con la máxima autoridad sanitaria del planeta, la violencia física y sexual a mujeres es perpetrada en la mayoría de los casos por la pareja; actualmente, cerca de 736 millones de mujeres (una de cada tres) estarían sufriendo abusos y, de ese total, 641 millones son a manos de sus parejas. También las personas íntimas estarían detrás de 38% de los feminicidios cometidos en el planeta.

El estudio señala que la violencia suele dejar severas secuelas en la salud física, mental, sexual y reproductiva de la víctima; en 42% de los casos hay lesiones físicas, como dolores abdominales, trastornos gastrointestinales y limitaciones de la movilidad.

La violencia en la pareja además puede ser causa de depresión, estrés postraumático, ansiedad e insomnio, así como resultar en homicidio o suicidio. Cuando ocurre durante el embarazo, la probabilidad de sufrir un aborto espontáneo es 16% mayor y de tener un parto prematuro de 41%.

Cuando tiene lugar en la infancia, puede incrementar el consumo de tabaco, alcohol y drogas, así como las prácticas sexuales de riesgo en fases posteriores de la vida.

Entre los factores asociados específicamente a la violencia de pareja, el documento destaca la existencia de un historial de exposición al maltrato infantil, la discordia e insatisfacción marital, dificultades de comunicación y una conducta dominante masculina.

En cuanto al abuso de tipo sexual, cita elementos de tipo ideológico y asociados con el bajo nivel de las sanciones legales.

“Las desigualdades entre hombres y mujeres y la aceptación de la violencia contra la mujer son la causa principal de la violencia ejercida contra éstas”, detalla. El estudio no refleja el impacto que la pandemia de Covid-19 está teniendo en la violencia contra las mujeres, pero sí demuestra que antes de la aparición del virus y el confinamiento las tasas ya eran alarmantemente altas.

“La pandemia ha expuesto todavía más a las mujeres a conductas violentas a causa de medidas como los confinamientos y las interrupciones de los servicios de apoyo vitales”, indica la OMS.

En el apartado de prevención y respuesta, la investigación hace referencia a los buenos resultados alcanzados en países de ingresos altos por los programas de sensibilización, de orientación sicológica y de visita domiciliaria por parte de profesional capacitado.

En cuanto a los entornos de bajos recursos, sugiere entre otros, impulsar la emancipación económica de la mujer combinando el microfinanciamiento con programas de formación en materia de igualdad de género.

Igualmente deben propiciarse cambios duraderos a través de políticas sólidas que transformen las relaciones de género y abarquen desde el cuidado de los niños hasta la igualdad salarial.

“Para luchar contra la violencia contra la mujer es imprescindible actuar urgentemente para reducir la estigmatización en torno a este problema, formar a los profesionales de la salud para que aprendan a interrogar a las víctimas mostrando compasión y luchar contra las estructuras que perpetúan la desigualdad entre los géneros”, señala Claudia García Moreno, de la OMS.

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