De nuestros sueños y del tiempo 

De nuestros sueños y del tiempo 

Profesor Vladimir Estrada, PhD

“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”. 

Deuteronomio 6:4.



Saludo afectuoso para ti, amigo lector. Soy Vladimir Estrada y te envío un fuerte abrazo desde mi Caribe que amo.

El hombre propone, pero Dios dispone. No importa cómo llames tú a la fuerza superior a la nuestra que rige tu mundo; yo le llamo Dios y de Él te hablo. Ponle el nombre por el cual lo conoces y lo vives, y analiza junto a mí lo que hoy te propongo.

El hombre sueña, proyecta, planifica, implementa y gestiona en pos de materializar su  sueño, pero solo Dios habilita, capacita, califica, posibilita, viabiliza, facilita y permite que ese sueño se haga realidad, en el momento en que Él considera que el soñador está realmente listo para vivir en la práctica su sueño, y que el entorno está suficientemente preparado para recibirlo. Ambas condiciones, la nuestra y la externa, deben necesariamente coincidir en el tiempo, y solo Dios puede identificar a la perfección ese momento.

Y cuando nuestro sueño no se hace realidad en el tiempo en que lo hemos deseado, no es necesariamente un problema nuestro, ni que hayamos hecho algo mal, al contrario: podemos haberlo hecho “perfecto”, como lo dictan las normas, las buenas prácticas, las metodologías establecidas por los expertos, las tradiciones y el sentido común, y aún así fracasar. Si pasa eso, si no triunfamos, es que sencillamente DIOS HA CONSIDERADO QUE NO ERA NUESTRO MOMENTO

Y en casos tan terribles y abarcadores como el que hoy sufrimos todos, hay fuerzas mayores que determinan retrocesos grandes y replanteos profundos, para podernos enfocar hacia las nuevas -actuales y futuras- realidades. Ya no se trata de cambiar o no cambiar. Se trata de hacia dónde, cuánto y cómo cambiar todo lo que debe y deberá ser cambiado, en función de la vida inevitablemente nueva que estamos viviendo y vamos a vivir en adelante.

Nunca mejor momento para elevar la clásica plegaria:

¡Oh, Dios! Dame el valor para cambiar lo que debe ser cambiado, la serenidad para aceptar lo que no puede ser cambiado, y la sabiduría para distinguir lo uno de lo otro.

No podemos derrumbarnos, ni degradarnos, ni sufrir, ni flagelarnos, porque la vida se nos ha transformado en un sentido que creemos involutivo; quién sabe, seguramente Dios nos guiará para evolucionar hacia más y mejor, en múltiples sentidos, a partir de esta tremenda circunstancia. Simplemente, toca mirar hacia arriba y hacia dentro, dar gracias a Dios por lo ocurrido incluyendo lo que nos hace sufrir, aprender de ello, seguir cultivando nuestro sueño y seguirlo poniendo día tras día en Sus Manos. Prepararnos sistemáticamente, sin creer nunca que ya estamos suficientemente preparados, porque en un mundo que cambia tanto todos los días, ese estado de supuesta “preparación total” nunca llega. Ir sometiendo a prueba lo que hemos ido creando, y crear condiciones para consolidarlo. Monitorear las señales de que nuestro entorno está listo (Dios envía esas señales) y de que nosotros estamos listos (Él nos lo hace saber desde nuestro interior, pues ahí vive). Y entonces, cuando ambas señales divinas confluyen en una realidad visible y tangible, ES NUESTRO MOMENTO. Ahí es cuando nos toca pasar nuevamente a la acción. 

Tu momento para lo que tanto has soñado llegará, como llegará el mío y el de todos, amigo lector; y mucho más pronto de lo que crees, especialmente si seguimos preparándonos a plena conciencia para vivirlo y hacerlo fructífero y feliz. Tal vez no era ahora, dado lo sucedido, y tal vez, también, porque Dios sabe que este momento es para cuidarnos, y que TU PRIORIDAD AHORA, COMO LA MÍA Y LA DE TODOS, DEBE Y TIENE QUE SER OTRA

Tienes todo el tiempo, tanto como te toca: 24 horas durante cada día de cada semana de cada mes de cada año que te queda por vivir. Tranquilo. Concéntrate ahora en cuidar tu vida y tu salud, la vida y la salud de quienes te rodean, y en cultivar entre todos la mejor relación que ustedes como humanos son capaces de lograr. Enfócate en ayudar cuanto puedas a todo el que requiera tu ayuda, y motiva a tu gente -familia, amigos, equipo de trabajo, comunidad- a prepararse para vivir, ser felices, estudiar, trabajar, aportar y crecer en la nueva normalidad que ya se está gestando

Confía en Dios, como sea que le llames, amigo lector, inclusive si para ti no tiene nombre o se llama de otro modo; y aún si no crees que existe (como yo hace unos cuantos años), mira a tu alrededor, siente esa inmensidad, y visualízate en ella como parte de la fuerza rectora; desde dentro de ti saldrá lo necesario, y aunque no lo creas ni le creas, Él estará ahí, definiendo los plazos, dictando los rumbos y guiando los pasos. Vive en Su Tiempo, no en el tuyo. Todo llegará a ti en el momento que Dios lo determine, porque Él sabe lo que tú necesitas y lo que te conviene, y qué tan preparado estás y estarás para cada cosa en cada momento. Confía en Él, le llames como le llames.

Espero que Dios te bendiga mucho al igual que a tu familia,  y te otorgue en este momento la paz, la fuerza, la paciencia, la resiliencia y la fe que necesitas para vivir a plenitud tus prioridades de hoy, y prepararte a fondo para las de mañana

Gracias por ser, por estar, por acompañarme hoy y siempre, amigo lector. Recibe un fuerte, cálido y caribeño brand/abrazo de tu siempre amigo,

Vladimir





Report Page