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En el comienzo de la institucionalización de las disciplinas: revistas, editores y lectores,
actores de la circulación de los saberes y de las prácticas científicas (Francia, Reino Unido,
América latina), en el siglo XIX.
Diana Cooper-Richet
Resumen: Esta comunicación se inscribe en la continuación de trabajos emprendidos, desde hace algunos
años, sobre el papel de las revistas y de ciertas casa editoriales volteadas hacia el comercio internacional, en
la formación de la élites, en una época donde las grandes disciplinas científicas no delimitaron todavía
claramente su territorio y donde los hombres de ciencias son todavía, para muchos de ellos, mentes
universalmente curiosas.
Se fija por objetivo reconsiderar el papel jugado por periódicos tales como las grandes revistas intelectuales
y culturales, francesa –La Revue des Deux Mondes- y británica –The Edinburgh Review y The Quartery
Review- pero igualmente publicaciones especializadas, particularmente médicas, en la formación de las
élites, de una lado como del otro del Atlántico. El papel de un cierto número de hombres del libro,
verdaderos pasadores de cultura y de su producción son igualmente examinados, más precisamente para los
cuya actividad editorial está dedicada a la exportación, a la edición de libros en idiomas extranjeros
destinados al mercado internacional, ciertos de ellos decidiendo incluso instalarse ultra-Atlántico para
favorecer estos intercambios culturales a la vez que hacen fructificar sus negocios. En este marco, una
atención muy particular es dada a la amplitud de esta circulación, a su encauzamiento, pero también a su
velocidad, a la creación de redes y de comunidades –virtuales o reales- de intelectuales cosmopolitas,
leyendo los mismos artículos, en los mismos idiomas, las mismas obras e identificándose a los mismos
modelos.
Palabras-claves: Historia cultural transnacional del siglo XIX, Historia transatlántica de la circulación de las
ideas, Historia del impreso en idiomas extranjeros
En una época donde las grandes disciplinas científicas no han delimitado todavía claramente su
territorio y donde los hombres de ciencia muestran por la mayoría una mente universalmente
curiosa, revistas y casa editoriales volteadas hacia el negocio internacional contribuyen
ampliamente a la puesta en circulación, a través del mundo, más particularmente de un lado al otro
del Atlántico, saberes y prácticas que juegan un papel fundamental en la formación de las élites del
Nuevo Mundo. En el corazón de este proceso, las revistas intelectuales, llamadas a menudo
“generales” o de crítica literaria- en el sentido amplio del término-, que nacen al principio del siglo
XIX en el Reino Unido, son vectores esenciales de la circulación internacional de las ideas. Sirven
igualmente de modelos editoriales. Las gacetas especializadas, particularmente médicas redactadas
en español y publicadas en Paris, entre 1848 y 1908, participan, por lo que se refiere a ellas, del
perfeccionamiento de los médicos latinoamericanos, más precisamente cubanos.
Libros y manuales aportan naturalmente también su piedra a este edificio de formación de las élites:
Es necesario recordar que una gran cantidad de libros en español es publicada en París en el siglo
XIX y que la mayoría de ellos están destinados a las antiguas colonias españolas? El papel de
ciertos libreros-editores parisinos, pero sin duda también londinenses, con los cuales están en
relación regularmente, es fundamental, tanto del punto de vista de los libros que publican, de los
2
que se limitan en comercializar, de sus redes en Europa y en las Américas, de la velocidad con la
cual las obras circulan y de sus lectores.
Comunidades y redes, reales o virtuales, de intelectuales, de pasadores de cultura, de lectores –
incluso de productores- hispanoamericanos y cosmopolitas, de estos periódicos y de estos libros se
formaron de un lado como del otro del Atlántico, en Francia, en Inglaterra de la misma manera que
en su país de origen. Frecuentando las bibliotecas, los gabinetes de lectura, suscritos a las mismas
revistas, comprando y coleccionando muchas de las mismas obras, su paisaje mental fue
influenciado, incluso formado por la misma literatura, los mismos artículos, la lectura de los
mismos autores, se impregnaron, terminando a veces por identificarse con ellos, de los mismos
modelos que provenían del Antiguo Mundo.
En un contexto de circulación intensa y de comercialización creciente de impresos de todo tipo 1,
desde Europa hacia el mundo hispanoamericano, en el siglo XIX, esta comunicación se interroga
sobre su contribución en el proceso de formación de las élites nacientes en el Nuevo Mundo.
Las grandes revistas de crítica literaria y el Nuevo Mundo.
Desde el fin del siglo XVIII, Gran Bretaña goza de un cierto avance en el campo de la
comunicación escrita, más particularmente en él de la prensa. Con bastante naturalidad las primeras
revistas salen a la luz en este país. Estas publicaciones innovadoras, de formato inhabitual y de alto
contenido intelectual, se vuelven poco a poco un arquetipo, un modelo original para todas las
publicaciones del mismo tipo, provocando, de alguna manera, una revolución “revistera” a través
del mundo, incluyendo América del Sur.
Cuando aparece en 1802, en la capital de Escocia, el primer número de la muy progresista
Edinburgh Review, no existe ninguna publicación trimestral comparable. De concepción
enciclopédica seria, científica, voluntariamente imparcial, es libre de tono puesto que los autores de
los artículos argumentados –siempre largos, 40 páginas a veces- no están nunca remunerados y no
firman sus contribuciones. Toda la producción editorial europea –francesa, inglesa, alemana,
italiana y española- está analizada en ella. La idea de sus promotores es de presentar un panorama
más completo posible de los que se publica en el mundo, en todos los idiomas. Todos los temas son
abordados, de las ciencias hasta la filosofía pasando por la economía política y los relatos de viajes.
El éxito de la revista de Edimburgo incita intelectuales londinenses a lanzar sobre el mercado, siete
años más tarde, un periódico competitivo pero más conservador, The Quaterly Review, calcado
sobre su predecesor. Estas revistas, en las cuales escriben todas las grandes mentes de la época –
historiadores, ensayistas, economistas, poetas, novelistas, como Thomas Carlyle, Walter Scott o
William Thackeray, colaboran en ella regularmente- y cuya longevidad atestigua su éxito -127 años
para la primera, 158 años para la segunda-, supieron mostrar adaptabilidad y pertinencia
intelectuales al punto de volverse referencias universales y modelos exportables.
El estudio del contenido de sus entregas, para la primera mitad del siglo XIX, muestra que el lugar
reservado al mundo hispanoamericano es considerable, que todos los temas son abordados, que
todos los grandes libros sobre esta región del mundo están analizados [Cooper-Richet, 2011] y
entonces llevados al conocimiento de su muy amplia comunidad de lectores, en Europa y en las
Américas. Estos lectores pueden igualmente leer en ella “essays” profundos sobre los grandes temas
que agitan a todas las intelligentsias de un mundo que se moderniza progresivamente: liberalización
1
Las estampas circulan también de manera intensa.
3
de los sistemas políticos, reforma de la enseñanza, abolición de la esclavitud… [Cooper-Richet,
2011]. Ejemplares de estas revistas2 llegan a las grandes bibliotecas de la época. La consulta de los
catálogos de las bibliotecas de Argentina, Chile, Brasil y Venezuela confirma la presencia de una
cierta cantidad de números en sus fondos. En Colombia, la prensa y las revistas en inglés llegan
regularmente a los gabinetes de lectura de ciertas ciudades de provincia donde están leídas por las
élites locales. Pueden así enterarse del movimiento de las ideas de la misma manera que lo hacen
para el comercio y los negocios, leer también lo que se dice del área hispanoamericano en otras
partes, en Europa.
Estas revistas y luego, más tarde en el siglo, otras dirigidas a un público más amplio pero para
algunas de ellas, con la preocupación de la calidad de la información, sirven de modelos a
periódicos en los países de América del Sur, pero también a escoltar en sus páginas géneros
literarios nuevos –la novela, popular o no, la novela corta, el folletín –que influencian
profundamente el nacimiento de las literaturas nacionales de algunas de estas nuevas repúblicas.
Como lo mostró Eliana de Freitas Dutra [2009], para Brasil, la Revue des Deux mondes (1829) que
se inspira del modelo forjado por sus grandes colegas británicas, tiene numerosos suscriptores en
Río y en otras partes en el país. En los años 1850 por cierto, tiene por lo menos dos colaboradores
brasileños, Carlos Emilio Adêt (1818-1867) y João Manuel Pereira da Silva (1817-1898) [Guardini
Texeira Vasconcelos, 2011, p. 96]. Para Sandra Guardini Texeira Vasconcelos la Revue des Deux
mondes, prevista para ser un “puente entre el viejo y el nuevo continente” es en realidad “una
revista entre tres mundos” [Guardini Texeira Vasconcelos, 2011]: Francia, Inglaterra y Brasil donde
el rey Dom Pedro II (1831-1889) y Machado de Assis (1839-1908), padre del realismo brasileño,
son fieles lectores de ella y donde las grandes bibliotecas, como las de Río, de Bahía, de
Pernambuco, están suscritos a ella. Los trabajos de esta colega brasileña ponen en evidencia el
papel jugado por la revista de François Buloz y Ferdinand Brunetière en la difusión de la literatura
británica, en tierra de habla portuguesa.
Esta circulación triangular, este fenómeno de transferencias culturales indirectas, se verifica
igualmente en el caso de la Revue Britannique (1825-1901), periódico que se fija por único objetivo
dar a conocer a los lectores francófonos la producción editorial proviniendo del Reino Unido por
medio de la traducción de los mejores artículos sacados en las más grandes revistas publicadas en
este país. Ahora bien, muchos autores ingleses logran ser conocidos por el público brasileño gracias
a la lectura de este mensual cuyos artículos son retomados en las revistas locales y que fue, él
mismo, tomado como modelo tanto en su forma como en su contenido por la Revista Nacional e
Estrangeira (1839-1840) [Ramicelli, 2012]. París y Londres, capitales de las dos principales
potencias económicas y culturales del mundo están entonces asociadas aquí en la transferencia de
modelos literarios, de textos y de formatos editoriales que marcan de manera duradera las élites de
América del Sur.
El recorrido de Francisco Solano Constancio (1777-1846), hijo del cirujano del rey de Portugal,
médico y diplomático brasileño instalado en París, después de una estancia en Washington donde
fue embajador en los años 1840, es particularmente convincente respecto al aura de las revistas
británicas en los medios intelectuales latinoamericanos. Redactor general de varias revistas en
portugués pero igualmente de una publicación titulada: Esprit des revues anglaises. Analyse
critique des revues trimestrielles d’Edimbourg et de Londres [Cooper-Richet, 2009] cuyos ocho
2
La Revue Britannique y La Revue des Deux Mondes son igualmente presentes en algunos de
estos fondos.
4
volúmenes fueron publicados entre julio 1841 y febrero 1842, Solanio ofrece la lectura, entre
muchos otros, de artículos de los economistas liberales James Mill y Jeremy Bentham, atestiguando
así, muy claramente, el interés de los hombres de letras suramericanos por los debates intelectuales
pero también por las innovaciones científicas y técnicas, de las cuales estas revistas se hacen
regularmente eco.
Estos viajes del conocimiento, facilitados por el nomadismo de estos periódicos, tocan también
campos especializados del saber y de las técnicas. El ejemplo proporcionado por las revistas
médicas es, a este respecto, muy interesante. Si está probado que numerosos jóvenes
latinoamericanos llegaron, en el transcurso del siglo XIX, a realizar sus estudios de medicina en
Francia, es sin duda mucho menos conocido que no menos de ocho revistas médicas en español y,
en mínimo, dos en portugués, fueron publicadas en París, entre 1848 y 1908, destinadas a ser
prontamente enviadas –por los barcos de vapor transatlánticos los más rápidos- hacia las grandes
ciudades del continente suramericano. Algunas de estas publicaciones tales como Clínica médico-
quirúrgica de los hospitales de París. Periódico de ciencias médicas (1848), que cambió al año
siguiente, de manera interesante, por Gaceta médica de ambos mundos, clínica de los hospitales de
París, medicina, oftalmología y ciencias accesorias (1849-1852) son lanzadas sobre el mercado por
prácticos latinoamericanos, como este doctor Juan Vicente o aún el medico cubano, Carlos Valdés,
que, en 1858-1859, dirige El Eco de París. Periódico de medicina, cirugía y ciencias auxiliares,
cuyo número uno está dedicado a los estudiantes en medicina de la Universidad de la Habana. Este
órgano en el cual participan de igual manera jóvenes doctores criollos formados en Francia, quien
en el Hôtel Dieu, quien en la Pitié, quien aún en Bordeaux: como Luís M. Cowley, Pedro de Havia,
Gabriel M. García y Ramón Luís Miranda, es considerado hoy aún, en la Habana, como habiendo
llevado la medicina cubana a la pila del bautizo. José Antonio López Espinosa, profesor en el
Centro Nacional de Ciencias Médicas, considera que está al origen de la gran revista médica cubana
16 de Abril. Revista científico-estudiantil de ciencias médicas” 3 de Cuba, fundada en 1961. Así, en
el siglo XIX, en la capital francesa, dirigidos por profesores franceses o suramericanos, incluso bajo
la forma de una traducción al español o al portugués de una publicación francesa ya reputada,
periódicos médicos fueron puestos en el mercado. Estos ejemplos muestran todo el interés que
podrían presentar trabajos tratando de la circulación transnacional de la información médica para un
mejor conocimiento de la formación de las élites médicas de América del Sur.
Es interesante subrayar también que, en México, después de la Independencia, las lecturas para
niños de las clases acomodadas propuestas en los libros y en las revistas se inspiran ampliamente de
los modelos franceses. Como lo mostró María Esther Pérez Salas, desde el final de los años 1830,
El Diario de los niños, periódico donde se mezclan la distracción y la instrucción, es “el resultado
de la traducción de diferentes artículos proviniendo de La Revue des enfants (1835-1837), de El
Español y de La Revue Britannique” [Pérez Salas, 2010, p. 448]. El caso de los Enfants peints par
eux-mêmes (1841), es particularmente demostrativo. En efecto, la versión mexicana –Los niños
pintados por ellos mismos, publicada dos años más tarde por el editor Vicente García Torres –de
este clásico francés ilustrado de litografías, es “nacionalizado”, es decir que las referencias a la
cultura francesa así como los nombres propios son remplazados por términos mexicanos [Pérez
Salas, 2010, p. 455]. Los jóvenes mexicanos de las élites por venir están entonces alimentados
desde su infancia con textos y modelos europeos venidos de Francia, pasando a veces por España,
3
“De la medicina…en la historia. El Eco de París, primer antecedente de la revista 16 de abril”,
http://bvs.sld.cu/revistas/abr/vol40_1_01/qbr081-200.htm
5
4
donde las primeras adaptaciones fueron traídas. Las “vueltas y rodeos ” de estas transferencias
culturales son entonces más complejas de lo que parece a primera vista.
En el mundo de la librería y de la edición, la existencia de hombres del libro francés interesados en
el tema del libro en español y en portugués pero igualmente en él de la exportación de obras en
grandes cantidades hacia América del Sur y esto, desde las primeras décadas del siglo XIX, aporta
la prueba de la importancia y de la interactividad de las transferencias culturales entre ambos
mundos y de su impacto sobre la formación intelectual de los futuros cuadros académicos de esta
región del mundo.
Libreros-editores parisinos pasadores de conocimientos entre el Antiguo y el Nuevo Mundo.
El lugar ocupado por una veintena de libreros-editores parisinos, más o menos especializados en la
producción, la comercialización y la puesta en circulación de impresos –en francés, pero también en
español y en portugués-, en el transcurso del largo siglo XIX, es particularmente importante, aunque
todavía bastante mal conocido5. Las cifras hablan por ellas mismas, sobretodo si consideramos que,
en la mayoría de los países de los antiguos imperios coloniales español y portugués, la imprenta y la
edición se desarrollan sólo muy progresivamente, una vez que se conquistaron las independencias.
Lo esencial de las obras y una gran parte de los manuales escolares utilizados, principalmente en
Argentina, hasta el fin del siglo, provienen de Francia. Hay que recordar que en 1868, Domingo
Faustino Sarmiento, presidente de la República Argentina, invita a su ministro de Educación a
dirigirse a la casa de edición Hachette para proveer las escuelas del país de libros de clase. Parece
ser que sugirió a sus colegas peruanos hacer lo mismo [Brafman, 1996].
Son sin lugar a duda algunos 10 millones ejemplares de obras –o sea más de 5 000 títulos en
español6 - y quizás 700 000 libros en portugués 7[Cooper-Richet, 2009] que fueron publicados y
luego puestos en el mercado por los editores parisinos especializados, en el transcurso del siglo. A
eso hay que agregar el surtido de obras en español y en portugués disponibles en las librerías,
llegados los más frecuentemente de España, de Lisboa, incluso a veces del Reino Unido. Algunos
de estos hombres del libro estimaron incluso oportuno, en su preocupación por una mayor
rentabilidad comercial, descentralizar una antena de su casa editorial hacia un país de América del
Sur. Este mercado les parece prometedor.
Entre estos profesionistas parisinos que se activan en el sector llamado de la “librería española” y
del habla portugués8, algunas casas merecen estar examinadas en detalle por haber marcado de su
4
Referencia a la obra de Vargas Llosa, Tours et détours de la vilaine fille, París, Gallimard 2006.
5
Ver sobretodo los trabajos pioneros de Jean-François Botrel y de Aline Vauchelle-Haquet, así
como la tesis de Arnolfo Uriel de Santiago Gómez.
6
El autor de esta comunicación terminó recientemente un artículo que da cuenta de sus
investigaciones sobre el mundo de la edición de libros y de diarios en español, en París, en el
siglo XIX.
7
Para la primera mitad del siglo, las estimaciones respecto a los libros en portugués publicados
en París se elevan a 350 000. No parece ilegitimo multiplicarlas por dos para tener una idea de
lo que ocurrió para el siglo en su conjunto, dado que si el número de imprentas y de editores
brasileños creció, la demanda aumentó también.
8
Estas casas están en adelante catalogadas aun si todas no son objeto de investigaciones
profundas.
6
huella el mundo de la edición en los países de América del Sur, al mismo tiempo que jugaban un
papel activo en la promoción de transferencias culturales, en el movimiento de las ideas y en la
circulación de los conocimientos entre el Antiguo y el Nuevo Mundo. Contribuyeron de esta manera
a la formación de las élites, pero también a la mundialización cultural, fenómeno que podemos, de
hoy en adelante, hacer remontar a esta época9.
Martin Bossange, considerado como uno de los mejores profesionistas de su tiempo y sus hijos,
Adolphe y Hector, encabezan una empresa internacionalmente renombrada por su seriedad y su
apertura al mundo. El “Musée Encyclopédique” llamado también “Galerie Bossange”, inaugurado
en 1825, en el barrio del Palais Royal, es a la vez lujoso y cosmopolita en su enfoque de la cultura.
Es de ahí que salen hacia ultramar todos los opúsculos que esta familia de libreros publica en
español, pero también en la lengua de Molière. Muy comprometidos en el negocio transatlántico,
los Bossange abren sucursales en Río, ciudad donde están asociados con Jean Pierre Aillaud y en
México, ciudad hacia la cual mandan, en 1825, ejemplares de la famosa Revue Britannique
[Santiago Gómez, 2008, p. 89] pero igualmente unas Annales des sciences y de la Revue
encyclopédique [Protais, 2003] y donde Hector estará presente desde 1827. Observemos que tienen
comercio también con Buenos Aires donde desafortunadamente no solamente tienen buenos
negocios, como lo indica en su reporte, en 1830, el síndico de su quiebra 10. El carácter precoz, la
calidad y el número de obras exportadas hacia el sur del continente americano, hacen de la casa
Bossange uno de los actores esenciales en poner a disposición de los lectores los conocimientos
más recientes, los textos más importantes de la literatura y los debates intelectuales en curso en la
vieja Europa.
Si los Bossange no se limitan al campo español no es lo mismo para Frédéric Guillaume Rosa que,
asociado con un cierto Bouret, anima en París la “Librería de Rosa, Bouret y Cia”. La longevidad de
esta casa –de mediados de los años 1820 y por lo menos hasta la Primera Guerra mundial-, tanto en
la capital francesa como en la ciudad de México donde tienen un punto de venta avenida 5 de Mayo
nº 14, es muy notable. Los trabajos de Arnolfo Uriel de Santiago Gómez subrayan la importancia de
esta casa por el nacimiento del sistema editorial mexicano, pero igualmente en el proceso de
difusión de los conocimientos, desde las primeras décadas del siglo XIX. Su colega, Vicente Salvá,
antiguo diputado liberal español, pasó por Londres donde empezó abriendo una librería antes de
llegar a la Ciudad Luz, hacia 1830, donde inaugura la Librería hispano-americana con la ayuda de
Bossange encontrado en Inglaterra. Su comercio con los países de América del Sur es muy
sostenido. Otros editores, entre los cuales dos mujeres –la Vuida de Wincop y Catherine Clémentine
Denné-Schmitz-, lo que merece ser subrayado por lo raro del fenómeno, contribuyeron a que
circularan ampliamente, hacia el mundo hispanoamericano pero igualmente hacia las Filipinas, los
impresos en español producidos en París.
En las últimas décadas del siglo, grandes editores parisinos se lanzan a su vez en el mercado
suramericano. Hachette decide internacionalizarse, bajo el Segundo Imperio. A partir de 1914, esta
empresa pasa por su filial española, la Sociedad General Española de Librería (SGEL) –que
9
Voir Le Commerce transatlantique de librairie, un des fondements de la mondialisation
culturelle (France, Portugal, Brésil XVIII°-XX° siècle)/O Comércio transatlàntico de livrarias, um
dos fundamentos do mundialização cultural (França, Portugal, Brasil séculos XVIII-XX), Diana
Cooper-Richet et Jean-Yves Mollier org., Campinas, Publiel, 2012, 258 p (livre électronique ISBN
978 85 62641 08 4).
10
Archivos de París, D11 U3, expediente 6948.
7
representa igualmente al editor Ollendorf- para alcanzar al público suramericano. Los hermanos
Garnier, que exportan libros hacia Brasil desde mediados de los años 1840, constituyen, en víspera
de la Gran Guerra, en el seno de su casa, una verdadera sección española, la “Librería española”, en
la cual trabajan hispanófonos. Armand Colin, especialista en edición escolar desde 1870, se voltea
hacia el mercado argentino donde los libros de Jean-Marie Guyau se estilan en las escuelas
primarias de Río de La Plata.
Jean-Pierre Aillaud, por su lado, se ha especializado como algunos de sus colegas en el habla
portugués. Al ejemplo de algunos pioneros como Rolland, Villeneuve, Plancher o de Mongie,
Aillaud abre, en abril 1827, una tienda en Río de Janeiro. En 1860 se anuncia bajo el nombre de:
“Livreiros de suas Majestades o emperador do Brazil e el Rei de Portugal”. Rey y Gravier, luego
Rey y Belhatte son, en lo que los concierne, sólo “Libreros de su Majestad el rey de Portugal” pero
están igualmente muy comprometidos, aunque a una escala más modesta, en la producción y la
venta de libros en portugués, en París. Todas estas casas son agentes activos de la producción y de
la difusión del alimento intelectual de las élites en ascensión en las antiguas colonias españolas y
portuguesas. Cuales libros ponen así en circulación?
Es obvio que del punto de vista del número de ejemplares, los manuales escolares ocupan, sin lugar
a duda, el primer lugar en la segunda mitad del siglo, en un momento donde la población
escolarizada aumenta progresivamente en cantidad y donde los diferentes países de la región están
desprovistos de libros de clase con lo cuales poner a trabajar a los escolares. Hachette, Garnier,
Armand Colin, de la misma manera que algunas otras casas se los proporcionan en español. De la
casa Hachette salen, entre 1875 y 1905, los manuales de lectura franceses traducidos, acompañados
de ejercicios recopilados por Emile Delapalme. En los años 1980, Armand Colin proporciona a su
vez libros de lectura común para los más jóvenes. Garnier se posiciona en el campo de los
diccionarios y de los léxicos bilingües, herramientas esencialmente utilizadas por las élites
intelectuales.
Los trabajos actualmente disponibles muestran que, si al principio del periodo estudiado numerosos
son los catequismos y otras vidas de santos en salir hacia los países de América del Sur, su número
disminuye progresivamente en provecho de la literatura novelística y libros prácticos, incluso
literatura científica, particularmente bajo forma de revistas médicas, como lo analizamos
anteriormente. En 1825, Bossange propone, en español, en su antena de México -calle Espiritu
Santo nº 8, arteria donde numerosos libreros franceses están instalados [Suárez de la Torre, 2009]-
la obra del mineralogista Federico Sonneschmid (1763-1824), Tratado de la amalgamación de
Nueva España, obra importante de la cual la flor y nata local puede entonces fácilmente
impregnarse. La riqueza de los catálogos, consagrados por algunos de estos libreros-editores al
castellano o al portugués, es impresionante cuando se sabe que la mayor parte de esta oferta
concierne no la clientela europea sino esencialmente los lectores del Nuevo Mundo. En 1886, en la
casa editorial Rosa y Bouret, los amateurs pueden escoger entre más de 1 200 títulos que van de las
novelas por entregas de Alejandro (sic) Dumas a las de Pablo Féval pasando por los de Federico
Soulié o las lecturas edificantes de Madame de Genlis. Pueden preferir iniciarse a la Historia del
Consulado y del Imperio, en 15 volúmenes, escrita por Adolphe Thiers. La misma casa, algunos
años más tarde no duda en proponerles La Commune de Paris de 1871…por un testigo ocular.
Esta variedad en la elección de las obras en español se verifica en los catálogos de numerosos otros
editores como Salvà, la Vuida de Wincop o aún Lasserre y Lecointe cuyo catálogo de 1837
8
comporta cerca de 1 200 títulos y anuncia la apertura de una antena en México, Portal de Agustinos.
La mayoría de ellos se dicen libreros “antiguos y modernos” reuniendo así en sus fondos tanto las
obras de Cervantes como las de Jeremy Bentham pero igualmente comedias ligeras como El sí de
las niñas o melodramas populares como Aben humeya del poeta y dramaturgo español Francisco
Martinez de la Rosa (1787-1862). Antologías de los mejores autores españoles de todos los tiempos,
del teatro en castellano, de los escritores místicos ibéricos son igualmente disponibles, más
particularmente en la casa editorial Baudry, en los años 1830-1840. La literatura española es muy
presente. De un punto de vista económico, es más rentable por no necesitar traducción?
Un examen del fondo antiguo de las bibliotecas privadas de las clases acomodadas de América del
Sur revelaría la proveniencia de las colecciones que las componen y sin duda la presencia de un
cierto número de obras publicadas por editores franceses, mostrando así que llegaban efectivamente
al público hacia el cual estaban dirigidos. La muy bella y muy antigua Estancia El Bordo de las
Lanzas, provincia de Salta (Argentina), biblioteca, propiedad desde hace cuatro siglos de una misma
familia que cuenta con siete generaciones de abogados y magistrados, conserva hoy todavía los
volúmenes de las Memorias de Napoleón escritas por el mismo en Santa Helena, publicadas y
comercializadas por la casa Bossange, Antoran y Cia en “Mégico” (sic), en 1825.
En París, en el Barrio latino [Cooper-Richet, Pierssens, 2009], que se constituye bajo el Segundo
Imperio, incluso antes, con la llegada de un número más importante de suramericanos y en las
grandes ciudades de ultramar donde la intelligentsia, de regreso después de una estancia en la
Ciudad Luz o en espera de ir a vivir en la “verdadera capital del mundo civilizado”, en la “capital de
la libertad y de las artes” 11, las clases acomodadas y cultas de la Habana, de Lima, de Bogotá, de
Buenos Aires o de Río de Janeiro, sin olvidar Veracruz, Montevideo o Valparaíso, están ávidas de
lecturas tanto de actualidad tales como las que están propuestas en los periódicos como de grandes
textos “antiguos y modernos”. Se constituyen alrededor de estas comunidades que se sobreponen a
menudo, redes de lectores, de hombres del libro y de la prensa que contribuyen a poner en
circulación los saberes. No fundó el escritor nicaragüense Rubén Darío (1867-1916), en París,
Mundial magazine, artes, ciencias, historia, teatros, actualidades, modas (1911-1914), revista
literaria y artística lujosa destinada a sus “compatriotas” de América latina para que puedan seguir
las evoluciones más recientes del mundo de las artes y de las letras? Antes que él, numerosos
intelectuales efectuaron también su peregrinación parisina.
Es necesario recordar los nombres de Isidore Ducasse, conde de Lautréamont (1846-1870), de Jules
Laforgue (1860-1887) o aún de Jules Supervielle (1884-1960) quienes, a pesar de sus nombres, son
escritores originarios de Montevideo? El fundador del sistema escolar uruguayo, José Pedro Varela
(1845-1879) conoció a Víctor Hugo en París, en 1867, ciudad en la cual dedicó toda su energía en la
prensa en español. Si los uruguayos son bastante numerosos, los cubanos forman ellos también un
pequeño grupo alrededor del naturalista Ramón de la Sagra (1798-1871), de los estudiantes de
medicina y de sus profesores pero también de nacionalistas como Domingo Figarola Caneda,
hombre de letras y famoso bibliógrafo. Estos ejemplos, escogidos entre muchos otros, tienden a
poner en evidencia la intensidad de los intercambios culturales y científicos que se dan entre
letrados y hombres de ciencia, de un lado al otro del Atlántico, en una época donde las disciplinas
académicas empiezan su proceso de autonomía.
11
Ejemplos de expresiones utilizadas por los redactores de diarios en español publicados en
París.
9
La formación de su paisaje mental, de su espíritu crítico, en una palabra de su habitus intelectual
fue el resultado, sin lugar a duda, de las lecturas en proveniencia de la vieja Europa. Si los libreros y
otros editores consideraron antes que todo a América del Sur como un nuevo y amplio mercado de
consumidores que conquistar, es evidente que el comercio singular al cual dan lugar los bienes
culturales es fuente de numerosas transferencias que están al origen de identidades mestizadas, de
los factores esenciales que se deben de tomar en cuenta para intentar discernir los fundamentos
históricos de las movilidades académicas y de los conocimientos disciplinarios actuales.
Bibliografía
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