Para entender la agricultura actual tenemos que conocer cómo hemos llegado hasta aquí. Se conoce como revolución agrícola a los momentos de cambios en las técnicas agrícolas que provocan grandes aumentos de la producción, la última es la conocida como revolución verde.

La revolución verde, se refiere a una serie de investigaciones, desarrollos e iniciativas de transferencia de tecnología (desde otros sectores de la industria), comienza en los años 40 pero destacan las décadas entre los 60 y los 80, del siglo XX, incrementó la producción agrícola en todo el mundo.

La revolución verde implicó el desarrollo de variedades de alto rendimiento especialmente de los cereales, que se cultivaron principalmente como monocultivo anual, la producción en masa la expansión de la infraestructura de riego, la modernización de las técnicas de gestión, distribución de semillas híbridas, fertilizantes sintéticos y pesticidas a los agricultores y la utilización de maquinaria pesada, tractores sembradoras o segadoras.

Con los avances logrados en este período, cambió la agricultura tradicional y las formas de explotación que existía en la agricultura. Así la producción se dobló en 20 años, inicialmente estas técnicas solo se utilizaron para el maíz y principalmente en Estados Unidos, posteriormente estas se extendieron a otros cultivos y países, algunos de ellos en Latinoamérica y Asia pasaron de sufrir hambrunas a convertirse en países exportadores al cubrir holgadamente su demanda interna.

La revolución verde ha sido un factor esencial para evitar el hambre en el mundo. Se considera que el aporte energético mínimo por persona es de 2200 kcal/día. Según la FAO, en los años 60 el 56% de la población mundial vivía en países con menos de esa cifra, mientras que a mediados de los 90 ese porcentaje había caído a sólo 10%, y eso a pesar del aumento demográfico. Pero aún así, hoy día la malnutrición afecta a 2000 millones de personas y hay 800 millones que pasan hambre.

La gráfica inferior refleja el aumento del rendimiento del cultivo del maíz, el cual fue pionero en la utilización de todas estas técnicas y el que más rápido se extendió por todo el planeta.

Pero como todo cambio, la revolución verde también provocó problemas, lo que en un inicio fue considerado como un gran avance en la investigación también trajo problemas, la pérdida de gran parte de la biodiversidad agrícola. Al producir variedades mejoradas de cultivos específicos causó el abandono de muchas variedades tradicionales y locales, que prácticamente han desaparecido. La agricultura moderna implica la simplificación de la estructura ambiental de grandes áreas, reemplazando la biodiversidad natural por un pequeño número de plantas cultivadas y animales domésticos. La tendencia al monocultivo crea ecosistemas simplificados.

Las consecuencias de la reducción de la biodiversidad son particularmente evidentes en el control de plagas agrícolas. La inestabilidad de los agroecosistemas se manifiesta a través del empeoramiento de las plagas y está ligada con la expansión de los monocultivos a expensas de la vegetación natural.

Otro de los problemas asociados a esta revolución es la necesidad de una fuerte inversión, al ser necesario una adquisición de maquinaria, instalaciones, semillas., infraestructuras o cualquier otra nueva tecnología. Esto impidió a los agricultores con menos recursos poder competir en este nuevo mercado. Supuso una pérdida del número de explotaciones, especialmente en aquellas entre 1 a 20 ha, por lo tanto afectando a pequeños y medianos productores que se desarraigan de sus tradiciones y lugares de origen.

En España podemos ver estos cambios reflejados en los datos del censo agrario, en 1962  había 3.007.626 de explotaciones y en el último censo agrario de 2009 hay 971.602 explotaciones lo que suponen una pérdida del 68% de las explotaciones, principalmente menores de 20 ha.

La revolución verde supuso el incremento del uso de sustancias químicas tanto fitosanitarias para cubrir las necesidades de la planta como para luchar contra plagas y enfermedades, vemos en las gráficas inferiores como han ido aumentando en España el uso de fertilizantes en los últimos 50 años. Además aumentó el uso de agua y la pérdida de las capas más superficiales y más fértiles del suelo. Podemos decir que el aumento de la producción ha sido posible con un alto coste para el medio ambiente.

A pesar de los efectos indeseables, que ya hemos nombrado, la revolución verde supuso un cambio de paradigma en las prácticas agrícolas en todo el mundo y ha supuesto poder alimentar a millones de personas, contribuyendo a la seguridad alimentaria, por ello se debe continuar en este proceso de utilizar nuevas tecnologías como son la monitorización de los parámetros agronómicos, el uso de drones, biotecnología, el uso de big data….Todas ellas con el objetivo de satisfacer las necesidades de una población creciente y conseguirlo mediante una agricultura sostenible que esté basada en la rentabilidad económica, el respeto por el medio ambiente y la seguridad de agricultores y consumidores.