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Una obra, un artista: Doña Isabel la Católica dictando su testamento

Octubre de 2021

La colección del Museo del Prado, su historia, incluso el propio edificio y su entorno, son una fuente inagotable de experiencia y conocimiento. Para facilitar el acercamiento a toda esa información PradoEducación organiza una serie de actividades que parten de la transversalidad, el diálogo con los participantes y la mirada crítica.

Los fines de semana nos tomamos el tiempo necesario para estudiar algunas obras de arte en profundidad, analizando diferentes aspectos de su creación y de los artistas que las realizaron.

Con la actividad Una obra. Un artista, nos adentramos a fondo en la obra a través de numerosos detalles y testimonios documentales. De esta manera entendemos la historia que hay detrás de ella, contextualizando el proceso creativo y el momento histórico en el que surgieron. Intentamos mostrar diferentes puntos de vista, así como cuestionar las historias que nos han contado, para construir nuevos relatos que amplíen el conocimiento heredado del Museo.

Inscripción
15 minutos antes en el mostrador de Educación por riguroso orden de llegada
Horario
Sábados a las 12.30, 16 y 17.30 h Domingos a las 11, 12.30 y 16 h
Duración
1 hora aproximadamente
Destinatarios
Público general
Lugar de realización
Museo Nacional del Prado
Aforo
19 personas

Calendario

Octubre 2021

Sáb 2
12:30 16:00 17:30
Dom 3
11:00 12:30
Sáb 9
12:30 16:00 17:30
Dom 10
11:00 12:30
Sáb 16
12:30 16:00 17:30
Dom 17
11:00 12:30 16:00
Sáb 23
12:30 16:00 17:30
Dom 24
11:00 12:30 16:00
Sáb 30
12:30 16:00 17:30
Dom 31
11:00 12:30 16:00

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Una obra, un artista

El autor

El autor
Federico de Madrazo y Kuntz. El pintor Eduardo Rosales. 1867. Óleo sobre lienzo, 46,5 x 37 cm. [P-4461].

Eduardo Rosales Gallina (Madrid, 1836-1873), quedó huérfano a una edad muy temprana y fue acogido en casa de sus tíos, con cuya hija -Maximina Martínez de Pedrosa- se casaría. Con apenas 15 años ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la que pudo recibir las enseñanzas de artistas como Federico de Madrazo y Carlos Luis de Ribera, entre otros.

En 1856 consiguió su primer encargo de importancia, el retrato de García Aznar, V conde de Aragón, para la “Serie cronológica de los reyes de España”. Al año siguiente pudo viajar a Roma, donde quedó fascinado por los grandes artistas del Renacimiento y sobrevivió con dificultades económicas hasta que en 1860 obtuvo una pensión del Gobierno.

En los primeros años de estancia en Italia, Rosales se interesó sobre todo por el purismo de raíz nazarena a base de gamas frías -Tobías y el ángel- para orientarse posteriormente hacia un mayor naturalismo realista, como en Ciociara, del año 1862 e inconclusa factura.

En 1864 pintó su gran lienzo Doña Isabel la Católica dictando su testamento, con el que obtuvo una primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de ese año, galardón que volvió a conseguir en la Exposición de 1871 con La muerte de Lucrecia, una obra audaz, de pinceladas inconexas y factura vibrante, cuya modernidad no fue comprendida por sus contemporáneos.

Espléndido retratista -El violinista Ettore Pinelli y Concepción Serrano, luego condesa de Santovenia-, se especializó en pequeños cuadros de historia, denominados “tableautin”, de los que el Prado conserva interesantes ejemplos: Doña Blanca de Navarra entregada al Captal de Buch, la Presentación de don Juan de Austria al emperador Carlos V, en Yuste, y La reina doña Juana en los adarves del castillo de la Mota, que quedó inacabado a la muerte del pintor.

En 1873, ya muy enfermo, fue propuesto como primer director de la recién fundada Academia de España en Roma, cargo que no llegó a ocupar pues falleció el 13 de septiembre de 1873, dos meses antes de cumplir los 37 años. Está enterrado en el Panteón de Hombres Ilustres de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, en la Sacramental de San Justo, en Madrid.

El tema. Isabel la Católica

El tema. Isabel la Católica
Anónimo. La reina Isabel la Católica. h. 1490. Óleo sobre tabla, 21 x 13,3 cm. [P-7656].

Isabel I de Castilla (Madrigal de las Altas Torres, 1451 - Medina del Campo, 1504), fue hija de Juan II de Castilla y su segunda esposa, Isabel de Portugal. Reconocida como heredera por su hermanastro Enrique IV en 1468, su matrimonio con Fernando de Aragón, primogénito del rey Juan II de Aragón, provocó que el monarca castellano la desheredase y rehabilitase en su condición de heredera a su hija Juana la Beltraneja, que fue desposada con Alfonso V de Portugal.

La consiguiente guerra civil entre los partidarios de una y otra finalizó con el triunfo de Isabel, titular del trono castellano desde 1474 hasta su muerte en 1504, mientras que su esposo Fernando se convirtió en rey de Aragón en 1479.

Los Reyes Católicos tuvieron cinco hijos, que -en pro de los intereses políticos de sus padres- contrajeron matrimonio con diversos príncipes o reyes europeos: Isabel (1470-1498), Juan (1478-1497), Juana (1479-1555), María (1482-1517) y Catalina (1485-1536).

En su testamento -dado en Medina del Campo el 12 de octubre de 1504- y en el posterior codicilo del 23 de noviembre, tres días antes de su muerte, Isabel declaró a su hija Juana, archiduquesa de Austria y duquesa de Borgoña, heredera universal de todos sus reinos y de todos sus bienes. Mandó también que si la princesa Juana estuviese ausente de sus reinos, o no pudiera gobernarlos, que los gobernase, por ella, el rey Fernando, su padre, hasta que el infante Carlos, su nieto, primer hijo varón de Juana y Felipe el Hermoso, cumpliera veinte años y pudiese gobernar esos reinos.

Historia del cuadro

Historia del cuadro
Detalle de la firma de Rosales.

Eduardo Rosales pintó este cuadro en Roma, donde vivía desde 1857, y lo presentó a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1864, donde fue premiado con una primera medalla, provocando una verdadera revolución estética en el panorama artístico de su tiempo y un cambio radical de rumbo en la evolución de la pintura española del siglo XIX, que volvió sus ojos hacia el realismo atmosférico del mundo velazqueño.

Tras el éxito obtenido en Madrid, Rosales presentó su cuadro en la Exposición Universal de París de 1867, donde de nuevo la pintura mereció una medalla de oro y la Legión de Honor para su autor, concedida por el emperador Napoleón III.

Adquirido en 1865 por el Estado por 50.000 reales, fue destinado al Museo de la Trinidad, que en 1872 se fusionó con el Museo del Prado, donde el cuadro permaneció hasta su traslado al Museo de Arte Moderno en 1896. En 1968 pasó al Museo Español de Arte Contemporáneo, y en 1971 al Casón del Buen Retiro. Desde 2007 forma parte de la exposición permanente de las colecciones del siglo XIX del Prado.

Análisis compositivo e iconográfico

Análisis compositivo e iconográfico
Eduardo Rosales. Doña Isabel la Católica dictando su testamento. 1864. Óleo sobre lienzo, 287 x 398 cm. [P-4625].

En la penumbra de su dormitorio, Isabel descansa tendida en una cama cubierta con un dosel rematado con el escudo de armas de Castilla. Recostada sobre dos altos almohadones, con la cabeza cubierta con su característico velo sujeto al pecho por un broche con la venera y cruz de la Orden de Santiago, está dictando su testamento al escribano Gaspar de Gricio, sentado ante su pupitre, junto a la cama, al tiempo que refuerza sus palabras con el gesto de su mano derecha

A la izquierda, dando la espalda a un pequeño oratorio iluminado por una lamparilla de aceite, está sentado el rey Fernando, con el rostro compungido y la mirada perdida. En pie, junto a él, se encuentra su hija Juana, con las manos enlazadas y la mirada baja.

En el lado contrario del lecho se encuentran varios miembros de su Corte, encabezados por el cardenal Cisneros, que la acompañan en sus últimos momentos. Las dos figuras en sombra, al otro lado de la cama, probablemente sean los marqueses de Moya, fieles servidores de la soberana.

El pintor se tomó una serie de importantes licencias. Así, la reina parece mucho más joven de la edad que realmente tenía, 53 años. Además, el testamento en sí era un acto cerrado, por lo que únicamente participaron en él la reina, el notario real y siete testigos. Sin embargo, Rosales ha incluido al esposo de Isabel, Fernando el Católico, y a su hija Juana, que en esos momentos se encontraba en Flandes. ¿Por qué? Porque Isabel dejaba a Juana como heredera de la Corona de Castilla; por eso, Juana tenía que estar presente.

La escena se articula en grandes planos paralelos en los que se sitúan los personajes, subrayando tanto las figuras como el mobiliario los ejes verticales que marcan el ritmo geométrico de su composición.

Hay muchos elementos en el cuadro que recuerdan a la pintura de Velázquez y la tradición pictórica del Siglo de Oro, como la ilusión de estar en un espacio real, el equilibrio perfecto en la distribución de los personajes, la reducida paleta de colores, el soberbio tratamiento de la luz, que hace destacar la figura de la reina...

Los apuntes y bocetos preparatorios

Los apuntes y bocetos preparatorios
Eduardo Rosales. Doña Isabel la Católica dictando su testamento (apunte). 1864. Pluma, tinta parda sobre papel amarillento, 143 x 193 mm. [D-5155].

Gracias a las numerosas cartas que intercambió con amigos y familiares, se sabe que Rosales pintó este cuadro entre el otoño de 1863 y el verano del año siguiente, aunque desde 1861 ya rondaba en su cabeza la idea de hacer un lienzo de carácter histórico que reflejase un episodio de gran trascendencia en la historia de nuestro país.

Antes de abordar el lienzo definitivo, el pintor realizó numerosos estudios y bocetos preparatorios a través de los cuales fue definiendo y modificando su idea inicial. Gran parte de ellos se conservan en el Museo del Prado.

Al parecer, la primera intención del artista (D-5155) era dejar vacío el extremo izquierdo de la composición y situar al rey Fernando sentado y a su hija Juana detrás del escribano, mezclados entre los miembros de la corte. Poco después, en otro apunte (D-5153), Rosales sitúa entre el rey y el notario la figura de espaldas del joven cortesano y coloca una figura femenina -la princesa Juana o más probablemente la Marquesa de Moya- en el extremo izquierdo, también de espaldas y llevándose las manos al rostro para enjugarse el llanto.

Prácticamente la misma disposición aparece en el único boceto pintado conocido del cuadro (P-4618), que se expone en la sala junto al lienzo definitivo.

Rosales siguió probando cambios en su composición y finalmente decidió situar al rey y a su hija junto a la cabecera del lecho de Isabel (D-5146), aunque también se planteó la posibilidad de ampliar la composición por la derecha, incluyendo una puerta con cortinajes por la que se asoman al dormitorio varios personajes (D-5147).

Junto a esos estudios de la composición general, Rosales hizo numerosos apuntes parciales, centrados en algunos de los protagonistas de la escena.

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