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KON ruge con electricidad

Un grupo de universitarios peruanos construyó un vehículo eléctrico y unipersonal. El diseño fue presentado al Shell Eco-marathon, un certamen que convoca a estudiantes de América, Europa y Asia. Compite con ideas de más de 50 países y marca un precedente en la tecnología aplicada a la ingeniería en el país.

Hace dos años era una excéntrica idea que fluía por la cabeza de un grupo de universitarios aficionados a la tecnología. Cada vez que se reunían, entre las clases o los pasillos, la discutían, le daban forma, la debían repetir con firmeza para que, incluso ellos mismos, la vieran posible. Querían construir un vehículo eléctrico que empleara energía renovable. “Éramos los chicos que soñaban con este proyecto –recuerda Gianfranco Podestá, egresado de la carrera de Ingeniería de la Energía de la UTEC–. La idea recién se iba a hacer realidad en 2020, quizá porque tuvimos esa insistencia o porque la supimos sostener”. Ese año, la Universidad de Ingeniería y Tecnología (UTEC) ideó el KON Team.

Era el espacio que habían esperado, el despegue de ese sueño inicial. Se inscribieron 40 estudiantes. Lo conformaron con el propósito de diseñar y armar dos vehículos de bajo consumo energético para competir específicamente en el Shell Eco-marathon, un certamen que convoca a estudiantes de América, Europa y Asia. “Fue la oportunidad perfecta –continúa Podestá–. El objetivo era promover la movilidad sostenible y la innovación mediante la construcción de estos diseños energéticamente eficientes”. KON era una divinidad que, según mitología incaica, era veloz y ligera como los prototipos que construían. También tenía rasgos felinos, de modo que el grupo eligió el jaguar como símbolo. Ahora, un año después, el primer diseño está listo (lo presentarán este jueves 27 de mayo) y KON devino en el único equipo peruano que participa en esta competencia global. Se enfrentarán a más de 10 mil estudiantes de más de 50 países.

Se trata de un auto eléctrico eficiente y eco amigable de modelo unipersonal y de tres ruedas. El piloto maneja en una posición en la que prácticamente está acostado. La energía proviene de una batería de litio, tal como se utiliza en los autos eléctricos comerciales de última generación. Por cada 300 kilómetros recorridos, puede llegar a consumir 1 kilovatio hora, la misma energía que una olla arrocera. “Es un récord en el Perú –apunta Podestá–. Además, un precedente, porque buscamos que la ingeniería y mecanismos empleados se repliquen para autos comerciales. Hemos detectado que gran parte de la pérdida de energía ocurre en el contacto entre las ruedas con el piso. Si las ruedas no están bien alienadas, se pierde mucha energía por fricción, por eso empleamos una rueda súper delgada. Va bastante pegado el piso porque justamente necesitamos esa aerodinámica”.

Gracias al diseño innovador –que mezcla estética, ergonomía, viabilidad técnica, elección de materiales y economía circular–, el equipo ya ha obtenido el primer lugar del certamen off-track (fuera de la pista).

Mirando Europa

Noruega es la nación con mayor número de autos eléctricos per cápita del mundo. A pesar de ser un país productor de petróleo (40% del PIB), su gobierno es consciente de que las energías limpias son el futuro. Esta nación tiene el ambicioso objetivo de acabar con la venta de autos que funcionan con diésel y gasolina antes de 2025. Para ello, desde 1990 ha desplegado un programa de subvención estatal para promover la compra de vehículos eléctricos e híbridos. Además de estar exentos de pagar los impuestos con que se grava la venta de automóviles, tampoco pagan tasas de circulación ni peajes. “Es muy aventurado decir que Perú podría encaminarse por esa iniciativa –dice Podestá–, pero la idea también es demostrar que la tecnología y el equipo que tenemos lo puede hacer posible”.

El equipo lo integran estudiantes desde el quinto ciclo de todas las Ingenierías (Mecánica, Industrial, Ambiental, Electrónica, Mecatrónica) y hasta de Bioingeniería. El prototipo que concursa en el Shell Eco-marathon fue probado hace un mes en la base aérea Las Palmas. Ese día, sus realizadores cruzaban los dedos. Se miraban nerviosos, expectantes. “Entonces sucedió –recuerda Podestá–, nos gustó bastante cómo funcionaba. Era la demostración de varios esfuerzos”.