Jóvenes migrantes: eslabones desechables de la ilegalidad

Tamara Segura Herrera[1]
Candidata a doctora, CIESAS Occidente


Fuente: Tamara Segura (2017), Frontera sur, Chiapas.


Era mi cuarta visita al albergue en esa temporada de campo, ese día, Ventura, un joven de 16 años de origen guatemalteco decidió contarme la “verdad” de su migración, después de narrarme que un primo lo invitó a insertarse “al trabajo” que consistía en hacer viajes Guatemala-México agregó:

Es mi segundo viaje, el primero, fue con un primo, yo soy guía como estos [señalando a migrantes mexicanos de ciudades fronterizas], pero nosotros no somos de ningún cártel sólo se los dejamos a ellos para que los lleven a los Estados y nos regresamos… El viaje comenzó en Quetzaltenango, luego pasamos en balsa allá… y los tenía que entregar acá… pero nos agarró la migra antes.

Jóvenes como Ventura son actores de la migración indocumentada que habitan en ciudades fronterizas de México; participan en el “coyotaje”, que incluye la guía de personas, pero también el transporte de drogas. Para realizar esta actividad migran sin documentos de manera circular y regular de un país a otro, con la intención de no quedarse en el país vecino.

Este trabajo deriva de mi tesis de doctorado donde postulo que los menores en circuito son jóvenes que viajan de un país a otro sin compañía y sin documentos, pasan usualmente por ríos, espacios desérticos y evadiendo cualquier autoridad migratoria o que atente contra su viaje. Algunos, son “contratados” por grupos del crimen organizado por su condición de menores de edad, cualidad que los hace menos vulnerables a las sanciones derivadas de leyes de tráfico de persona en indistintos países. Me centraré únicamente en aquellos menores que desarrollan actividades ilícitas como el coyotaje o guía de personas en la frontera norte.

El objetivo es entender cómo los jóvenes migrantes son eslabones desechables dentro de la ilegalidad. Metodológicamente hecho mano de la etnografía y una revisión hemerográfica. Además, la información obtenida se analizará desde una perspectiva geofeminista (Dowler y Sharp, 2001) que nos plantea cómo los discursos nos permiten entender al otro diferente, es decir, “una visión geopolítica feminista también puede significar reubicarnos y no sólo descentrarse en un sentido metafórico” (Dowler y Sharp, 2001: 175).[2] En ese sentido, es entender al otro desde sus aportes y apropiaciones.

En el primer apartado analizaré algunos datos sociodemográficos obtenidos a raíz de entrevistas de corte cualitativo, sobre la inserción de jóvenes en actividades ilegales, En el segundo, a partir del cruce de información hemerográfico y etnográfico, describiré las características laborales que emplean grupos del crimen organizado para contratar a jóvenes menores de edad. Y finalmente, reflexionaré cómo jóvenes migrantes son desechables laboralmente por grupos del crimen organizado al cumplir la mayoría de edad.

Perfil sociodemográfico de jóvenes migrantes insertos en actividades ilegales

La primera vez que hablé con José (2017) fue en un albergue para menores mexicanos deportados. Él tenía 16 años, procedente de una comunidad indígena del sur del país, hablaba mixteco y español, y parecía ser un poco introvertido. Conforme fuimos platicando me contó que cuando él y su hermana eran pequeños su mamá los regaló a sus abuelos. Al cumplir 14 años comenzó a trabajar con su abuelo en el campo. Tiempo después lo contactó su papá, a quien no había visto en años. Le habló de un trabajo en la frontera norte, que requería realizar tareas para grupos criminales y él accedió. Textualmente me dijo: “Pensé trabajar un tiempo con [ellos], después me jubilo y me voy [al pueblo], no quiero ser pobre… estoy ahorrando para hacer mi negocio [allá], uno siempre tiene que buscar la forma de no morir”.

Fuente: Tamara Segura (2018), tarjeta de presentación de un menor de edad.


Jóvenes menores de edad como José se enfrentan día a día a situaciones precarias y a la falta de oportunidades que los lleva a tomar decisiones, sin importar los riesgos que asumen para obtener un mejor futuro

Niñas (os) y adolescentes menores de 18 años se les arrebata su infancia al ser contratados por traficantes, pandillas o cárteles de la droga; a la par que algunos son utilizados por familiares para generar ingresos al ponerlos en riesgo pasando la frontera para realizar dicha actividad ilegal (Pérez, 2012). Esto y el fragmento anterior refleja cómo algunos jóvenes se enfrentan a una problemática social articulada por desintegración familiar, problemas afectivos, pocas oportunidades de continuidad educativa, una infancia precaria, incertidumbre laboral y ausencia de programas sociales que los respalde (Azaola, 2012). En este proceso, ellos adquieren responsabilidades a su corta edad, que los lleva a tomar decisiones con la finalidad de “mejorar” sus condiciones económicas y sociales. Optando, en algunos casos y por las redes que tejen, por actividades ilícitas.

Para Dowdney (2006), los menores de edad, en espacios violentos, generan estrategias de acción que les permite sobrellevar la situación, al mismo tiempo que reproducen actividades ilícitas familiares, pertenecen a bajas escalas jerárquicas paralegales, a pesar de que en cierto punto ellos se vuelven desechables para grupos criminales, al cumplir la mayoría de edad y las leyes son más severas. Los menores en circuito desarrollan habilidades, prácticas y experiencias que les permiten sobrevivir realizando actos ilícitos hasta cumplir la mayoría de edad, cuando el grueso de la población se retira de dichas actividades e invitan a primos, hermanos o amigos que son menores de edad.

La siguiente tabla deriva de la aplicación de un cuestionario a ocho menores en circuito migratorio, que, en su mayoría eran de origen fronterizo y varones, como media una escolaridad secundaria, como lo muestra la siguiente tabla:

Tabla 1. Perfiles sociodemográficos generales

Apodo Pato Chuy Arturo Cavo Iván Chino Jesús Asael
Edad 15 16 17 17 17 15 16 17
Nacionalidad Mexicano Mexicano Mexicano Mexicano Mexicano Mexicano Mexicano Mexicano
Escolaridad 5° de primaria 2° de secundaria 3° secundaria 2° de secundaria 2° de preparatoria 1° de preparatoria 3° de secundaria 3° de secundaria
Núm. De hermanos 2 1 1 2 4 2 NA 3
Cuántas hermanas mujeres 0 0 0 1 3 2 NA 1
Edades de hermana NA NA NA 20 23,29,31 19,20 NA 18
Edades de hermano 25,24 13 10 18 27 NA NA 21
Lugar de Origen CDBRB CDBRB CDBRB CDBRB CDBRB CDBRB CDBRB CDBRB
Lugar de cruce Río Bravo NA […] […] Rancho […] Ejido […] Ejido […] Río Bravo
Veces de detención por CBP 3 1 8 28 6 17 1 29
Veces de cruce 10 1 28 50 30 50 30 Más de 50 veces
Ganancias por viaje 1000 por persona 100 dólares por persona 100 por persona 1000 pesos por persona 1000 pesos por persona 80 dólares por persona 5000 por viaje 1500 pesos por persona
Ganancias por mes NA NA NA 10000 pesos 15 000 pesos NA NA NA
¿Cómo te enteraste del trabajo? Amigo Amigo Amigos Hermano Amigo Amigo NA Hermano
¿Tienes algún otro trabajo? No No No No No Si No Si
¿Qué otro trabajo’ NA NA NA NA NA En una tienda NA Albañil
¿Qué planes tienes al salir del albergue? Trabajar Volver a trabajar NA Volver a venir Volver a brincar Trabajar en lo mismo Nada Seguir jalando
¿Cómo se imaginan en algunos años? Más alto Como guía No sé Viejo y con un chingo de hijos Viejo y arrugado Mandando NA Más viejo

Siglas: Ciudad del Bajo Río Bravo= (CDBRB); No Aplica=NA; inconcluso o no se darán datos= […]

Fuente: Elaboración propia. Segura, Tamara, 2020, cuestionario cerrado

De los ocho casos presentados en la tabla anterior, todos tenían más de 14 años, eran mexicanos, solteros y apoyaban al ingreso familiar a partir de sus trabajos según referían. Todos contaban con hermanos, pero sólo dos de ellos eran los mayores y a veces el único sustento familiar aparte de su papá o mamá. En dos de los casos la madre o el padre no trabajaban, y únicamente el padre de uno no trabajaba, de manera que estos jóvenes eran el único sustento económico de su familia.

En los términos de educación, siete de ocho tenían educación trunca, algunos decían que la habían dejado para ganar dinero y apoyar a su familia, otros comentaban que el motivo de su deserción se basaba en no contar con los recursos suficientes para mantenerlos, pero también paradójicamente coincidían en que se les hacía un trabajo fácil y que podían ganar recursos económicos de una manera rápida y sin involucrar mucho esfuerzo que tuviera que ver con la escuela. Las ganancias eran diversas, algunos llegaban a ganar el doble y otros menos, según ellos se debía a la experiencia y a su historial de detenciones, y si habían o no llevado el “producto” a tiempo (refiriéndose a personas o estupefacientes que hubieran pasado por la frontera). Esas eran características que les daban habilidades para conocer el camino, lidiar con agentes migratorios o buscar la mejor manera para no ser detenidos, esas características era un punto de referencia para permanecer laborando en actividades ilícitas.

Casi todos los menores entrevistados, con la excepción de uno, habían aprendido el oficio de coyote, guía, caminador o burrero por un amigo cercano que estaba a punto de cumplir la mayoría de edad y habían decidido pasar su oficio a alguien cercano a ellos.

Un caso es el hermano de Iván que al cumplir la mayoría de edad prefirió pasar su fama y contratistas a su hermano menor, perpetuando de dicha manera los oficios familiares. Sin embargo, según su narrativa los menores que laboran en dichos oficios tienen que ser fuertes y saber nadar, es decir que deben poseer diversas habilidades físicas que les permitan sobrevivir en contextos violentos. Pero para aquellos que los contratan son únicamente un número más que enriquece a grupos criminales, mientras que estos jóvenes son remplazables por otros que desean situarse en un espacio con dichas condiciones de vida a pesar de los riesgos y la violencia, como expresa Pavez:

los castigos que reciben las niñas y los niños serían una forma de control social que se ejerce al interior de la propia familia o la escuela en tanto instituciones disciplinarias, es decir, sistemas basados en poder y normas que transmiten el “deber ser” en la sociedad. Además, los castigos y las sanciones que reciben las niñas y los niños están diferenciados en términos de género (Pavez, 2012, p 86).

Los castigos son parte del control que utilizan miembros de grupos del crimen organizado para condicionar a los menores en circuito para que sean obedientes, disciplinados, leales y subordinados a los jefes o mandos superiores. Dichos castigos van desde golpes físicos con tablas o lazos, hasta amenazas directas a familiares o incluso la muerte. Pero también estos castigos entre los menores de circuito se vinculan a la obtención de recompensas, es decir, quienes tengan un menor número de golpes son aquellos que son leales a los jefes, teniendo oportunidad de cambiar de puesto o ser cercanos a los espacios de poder del grupo criminal. Los castigos forman parte del control social por parte del grupo criminal, a la par que los obliga a continuar en los espacios de ilegalidad y desarrollando trabajos que transgreden su propia seguridad.

La inserción laboral de menores de edad en el crimen organizado

Autores como Dowdney (2006) plantean que los menores de edad son utilizados por grupos criminales por su característica de inocencia y vulnerabilidad, que permite que sean manipulados o convencidos a realizar actividades que les dejan ganancias “fáciles” y “cuantiosas”, por unos cuantos minutos que los contratan. Sumado a eso, los grupos del crimen organizado les siembran a estos menores de edad la idea de que arriesgando la vida se puede obtener dinero “fácil”, incluso que podrían “llegar a ser narcos” o “jefes”.

Los menores de edad en los grupos criminales adquieren un consumo e idealización de la narcocultura (Valenzuela, 2012; Becerra Romero, 2018) prevalece desde un empoderamiento desde lo ilícito (Baca Zapata, 2017) y se vuelve poroso ante un sistema político y social que respaldan a la economía de lo ilícito. Mientras los grupos del crimen organizado se aprovechan de la precariedad de muchos de los menores en circuito, empujándolos a entrar a estas labores por la situación económica en la que viven, contribuyendo en mejorar la condición de vida y un bienestar familiar.

Las actividades que desarrollan los menores de edad durante su trabajo para el crimen organizado se designan considerando aquellas que puedan ser menos sospechosas o tener menos punibilidad que para un adulto. Existe un escalafón dentro del crimen organizado, pero ninguno menor de circuito escalafona tan rápido a menos que se gane la confianza, sea disciplinado y prudente. Es decir, una estrategia de los grupos criminales como menciona Dowdney (2006), es que buscan reclutar a menores de edad con la condición de no poner en riesgo a su organización por posibles nuevos reclutas. Según Dowdney (2006: 215): “la búsqueda por identidad propia, movilidad social y bienes materiales, común a todos los niños y jóvenes, independiente de su clase social, termina por colocar al tráfico como una alternativa peligrosa, aunque accesible, para conseguir un cambio práctico en la condición de vida”.

Como se observa en la tabla anterior, el grueso de los encuestados era de las mismas ciudades del Bajo Bravo; quienes los incitaron a trabajar en actividades clandestinas fueron familiares o amigos que ya trabajaban en lo mismo; y en algunos casos fueron quienes les enseñaron el camino para pasar constantemente la frontera y no sufrir ningún riesgo. Es decir, que la normalidad de los “oficios clandestinos”, radica en la tradición de los mismos de generación en generación, particularmente entre familias. Los oficios clandestinos, al igual que los de niños soldados (Dowdney, 2006), pueden ser sustituidos por otros que son capaces de desempeñar el trabajo, siendo desechables para la estructura paralegal al cumplir la mayoría de edad. Por un lado, por ser visibles ante las leyes y por otro, por tener menos control de dichos menores.

Pero también hay menores en circuito, que llegan invitados por familiares o amigos, ellos en particular se quedan poco en las ciudades fronterizas, ya que su objetivo es únicamente juntar dinero, como el caso de José. Además, están aquellos de origen extranjero, centroamericanos, que su objetivo únicamente es llegar a la frontera norte. Pero tanto unos como otros comparten características en común, de enfrentarse a situaciones precarias. Es decir, grupos del crimen organizado buscan “trabajadores” que sean moldeables, con bajo riesgo legal y que puedan manipular fácilmente, eso lleva a que jóvenes menores de edad y con necesidad económica sean fáciles de cooptar por dichos grupos.

Puntos a reflexionar

Algunos menores de edad se enfrentan a una problemática social que articula desintegración familiar, problemas afectivos, pocas oportunidades de continuidad educativa, una infancia precaria, incertidumbre laboral y ausencia de programas sociales que los respalde. En este proceso, ellos adquieren madurez a su corta edad, lo que les permite tomar decisiones para mejorar sus condiciones económicas y sociales, afrontar o modificar algunas experiencias de vida que no se vinculan con experiencias acorde a su edad y, en algunos casos, insertándose en actividades ilegales que ponen en riesgo su integridad, como la migración circular. Algunos trabajan en actividades ilícitas con el fin de obtener dinero y como alternativa de vida. Lo que incide de manera importante en el significado de su identidad, desde la que negocian y se empoderan como menores, como migrantes y como jóvenes fronterizos, en el caso de los mexicanos.

A su vez los grupos del crimen organizado los subcontratan por ser menores de edad pues en caso de detención no afrontarán condenas como adultos. Estas actividades implican a jóvenes con características vulnerables, mismos que son estigmatizados socialmente. Además, al cumplir la mayoría de edad, son sustituidos por otros jóvenes.

Bibliografía

Azaola, Elena (2012) “La violencia de hoy, las violencias de siempre”, en Desacatos, núm. 40, septiembre-diciembre, pp. 13-32.

Baca Zapata, Graciela (2017), “Aproximación a la narcocultura como referente de la construcción identitaria de jóvenes en México”, en El Cotidiano, núm. 206, pp. 59-67. Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco, Ciudad de México.

Becerra Romero, A. T. (2018), “Investigación documental sobre la narcocultura como objeto de estudio en México”, en Culturales, 6, e349. https://doi.org/10.22234/recu.20180601.e349

Dowdney, Luke (2006), “El creciente envolvimiento de niños y jóvenes en el crimen organizado en la ciudad de Rio de Janeiro y más allá de ella”, en Irene Rizzini, Ricardo Fletes Corona, et al. (eds.), Niños, adolescentes, pobreza, marginalidad y violencia en América Latina y el Caribe: ¿relaciones indisociables?, Brasil, Centro Internacional de Estudios e Investigaciones sobre Infancia, pp. 201-230.

Dowler, Lorraine y Joanne Sharp (2001), “Afeminist Geopolitics?”, en Space y Polity, vol. 5, núm. 3, pp. 165-176.

Pavez Soto, Iskra (2012), “Sociología de la Infancia: las niñas y los niños como actores sociales”, en Revista de Sociología, núm. 27, pp. 81-102.

Pérez Silva, Ciro (2012), “Los polleritos, otro fenómeno de riesgo para los menores migrantes hacia EU, La Jornada. Consultado en: https://www.jornada.com.mx/2012/12/29/politica/012n1pol

Valenzuela, José Manuel (2012), “Narcocultura, violencia y ciencias socioantropológicas”, en Desacatos, núm. 38, pp. 95-102.

Entrevistas:

José [entrevista-dibujo], 2018, Puntero, mulero, entrevistado en un albergue en una ciudad el Bajo Bravo, por Tamara Segura Herrera.

Ventura [entrevista-dibujo], 2017, Guía, entrevistado en albergue para migrantes en el Bajo Bravo, por Tamara Segura Herrera.

  1. segura.tamara@gmail.com. Candidata a doctora en el Programa de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) sede Occidente.
  2. Traducción propia: For this reason, a feminist geopolitical vision may also mean relocating ourselves-and not just decentering in a metaphorical sense.