Amaia Ereñaga
Erredaktorea, kulturan espezializatua
gara-2022-06-24-Entrevista
Abel Azcona. (Fotografía: Raul Bogajo | Foku)

«¿Por qué hay tanta prostitución? Porque Franco creó un paraíso turístico de putas y coca»

«Lo único que deseo en esta vida es no ser tú», le escribe Abel Azcona a Manuel Lebrija, su padre oficial pero no biológico. La frase resume un viaje y un reencuentro, plasmados en una exposición y un libro, que son un acto político de descarnada denuncia del abuso infantil y de la prostitución.

Hace ocho años Abel Azcona también fue portada de 7K. No era tan conocido como ahora, cuando a estas alturas ya se ha labrado una trayectoria de reconocimiento internacional como artista que resulta, pese a quien le pese, incontestable, pero para entonces su perfil provocador y rebelde sí que le había procurado numerosos seguidores en las redes sociales. Por entonces este iruindarra ya iba a tumba abierta, tirando de su experiencia vital y biográfica como material artístico con el que poner a la sociedad cara a cara frente a sus miserias: el maltrato infantil, la pederastia, la prostitución, la falsa moral del Opus...

Todo encauzado a través de su propio cuerpo, en performances que revuelven conciencias y que se podrían leer casi como ejercicios de redención colectiva: mirad nuestras porquerías y hagamos algo con ello, parece que nos dice. Abel Azcona es mucho Abel Azcona; amargo en el recuerdo, dulce en el trato, peleado con sus demonios interiores y, sobre todo, muy valiente. Porque hay que ser de cierta pasta para analizarse/analizarnos como él lo hace, para bajar hasta el fondo del pozo y salir, aunque sea con muchas heridas; algunas incurables, es cierto.

En 2014 nos encontramos por primera vez en Iruñea, la ciudad donde se crió –«soy PTV total, Pamplonés de Toda la Vida, porque ser de Iruñea no es ser de UPN. Para mí Pamplona no es lo que nos quieren vender», nos explica ahora– y con la que pasa algo curioso en ‘Volver al padre’ (Los Aciertos ediciones). El libro, que acompaña a su última exposición, tiene una segunda lectura, porque se puede leer también como una especie de viaje sentimental a la Iruñea de los años 80-90; una ciudad que es posiblemente el único elemento en desprender emociones positivas en este retrato tan íntimo y descarnado.

Esta vez quedamos para un viaje, el de la escasa hora y media que separa Bilbo de Logroño, para ir a la búsqueda de otro viaje: el que se reconstruye, el que realizó desde Iruñea a Badajoz en 2020 con el hombre que lo inscribió como hijo propio, aunque no lo fuera, y lo secuestró durante seis meses en 1991, cuando decidió no devolverlo a su familia de acogida. Cuando la Policía los encontró finalmente, con orden de búsqueda y captura incluida, se activó definitivamente su adopción por su familia de acogida. Pero aquello no fue un final feliz. El reencuentro de dos días con su ‘padre’ se ha plasmado en ‘Volver al padre’, la exposición individual que Abel Azcona abrió a principios de junio en la sala Amós Salvador de la capital riojana, donde permanecerá hasta el 21 de agosto próximo.

Situada en la calle Laurel, en pleno centro histórico de Logroño, esta sala de exposiciones está especializada en arte contemporáneo. En la fachada de esta antigua fábrica de tabacos, sobre los paseantes y los turistas que a esta hora se dirigen a tomar un pintxo en la zona –esta es la zona de potes y pintxos más famosa de Logroño–, cuelgan los carteles de ‘Volver al padre’. Podría parecer un reencuentro entre padre e hijo, pero no lo es, ni por asomo. Ni uno es el padre –sí el causante de una infancia de maltrato y abusos–, ni el otro es su hijo, ni quiere serlo.

El niño con el expediente 09872

Una lista de ocho nombres y apellidos que, de alguna manera, resumen los vaivenes en la vida de un niño abandonado y renombrado, y el expediente de más de doscientas páginas en el que se describe una situación dolorosa de abandono y maltrato, el expediente 09872, son, de alguna manera, el punto de partida de este viaje. Parte de ellos están intervenidos en las paredes. Como apunta Abel Azcona, son «dos piezas que lo que hacen es detonar el proceso creativo». Cualquiera que conozca su obra o lo haya seguido en los medios –ha sido detenido muchas veces, le han hecho hasta manifestaciones religiosas en su contra en Iruñea y tuvo que exiliarse a Portugal incluso por la persecución judicial con inquina de la derecha más rancia– sabe que su vida es la materia de trabajo de la que se nutre su obra.

El expediente 09872 es el que le ha permitido reconstruir los silencios que los testigos presenciales se han empeñado en mantener.

Yo era el niño 09872, me llamaba Abel. Había pasado de los cero a los 7 de una historia de abuso infantil, de maltrato y una historia de calle, a una adopción católica, apostólica y romana que me había negado lo anterior. Tengo que agradecer a mi familia adoptiva que, precisamente, al negarme mi identidad y volver a mis orígenes, al negarme hacer un proceso de duelo por mis abusos y maltrato, hicieron que a los 17-18 años tuviera la necesidad de hacer esto. La prohibición ha detonado todo esto [señala el espacio]. Zapatero ha hecho cosas mal pero alguna ha hecho bien, e hizo una ley que posibilitaba a la gente adoptada buscar sus orígenes. Básicamente podías ir a tu Juzgado de Instancia y te facilitaban tu documentación. ¿Qué pasó? Que el día que se aprobó la ley yo fui al juzgado y me encontré con un funcionario que no tenía ni santa idea, que lo que tenía que hacer era fotocopiarme solo los papeles donde saliera el nombre de mi madre biológica. Pero como no tenía ni idea, cogió el expediente de 210 páginas, me dejó entrar dentro, en el Tribunal de Navarra y me lo llevé. Eso es ilegal, no se puede. De repente tenía un expediente en el que me decía si mi madre era la idónea, la adoptiva, mi historial, desgarros de ano de urgencias... cosa que no es normal.

Su madre biológica: Victoria Luján, una joven de 18 años, valenciana, drogadicta y prostituida, hija a su vez de una familia desestructurada cuyo padre la violaba. Su padre legal: «Básicamente, mi figura paterna era un padre desconocido que era un putero, un cliente de prostitución de mi madre», explica.

En la documentación oficial figura su nombre: Manuel Lebrijo, vecino de la calle iruindarra Descalzos. Él era la pareja esporádica de su madre, a la que conoció ya embarazada cuando se prostituía en la plaza de los Ajos de Iruñea. Victoria intentó abortar hasta en tres ocasiones, pero no se lo permitieron –Abel siempre dice que aquellos intentos de aborto fueron el mayor acto de amor que ha recibido en su vida– y, cuando dio a luz en la madrileña clínica Montesa Madrid –una clínica para personas de la calle y que ha sido relacionada con la venta de niños durante el franquismo–, de forma consecuente abandonó al niño.

Años después la encontró pero ella no quiso verlo. Solo repetía una palabra: «Empatía». Como dice en su libro, Abel Azcona es: «Hijo de puta, hijo de ella e hijo de la ideología católica que te obliga a nacer para una vez nacido abandonarte a la deriva».

Con síntomas de abstinencia, aquel crío nacido el 1 de abril de 1988 fue ingresado en la unidad de cuidados intensivos de la maternidad del Hospital Niño Jesús. Su nombre, el primero de la lista de nombres bíblicos. La asistenta social llamó al teléfono de contacto que tenían, el de la pensión donde estaba su madre. Su pareja de entonces apareció, no se sabe por qué dijo que sí era su progenitor, cuando no lo era, y, sin más problemas se llevó al crío a Iruñea, con el billete que le habían facilitado.

A partir de ahí, el desastre: una crónica de abandono, malos tratos y abuso sexual por parte, a partir de los 3 años, de la nueva pareja de su ‘padre’, que descargaba en él su, por decir algo, frustración, sin que Manuel hiciera nada por impedirlo. Los detalles son terribles. Hay denuncias por dejarle solo y sin alimento, por su uso en la prostitución. En una de sus entradas y salidas de prisión, Manuel conoce a una joven voluntaria de Cáritas, Isabel, que con el tiempo terminaría adoptando al niño. No fue una adopción ni una convivencia o relación fácil, todo lo contrario; terminarían decidiendo de mutuo acuerdo dejar de ser una familia cuando Abel tenía 17 años. Caridad católica y clasismo, en una Iruñea de la esfera del Opus Dei. Abel se marcharía a Madrid, donde durante dos años vivió en la calle, literal, prostituyéndose e intentando sobrevivir.

Preguntas íntimas, sorpresa, debate

Mientras hablamos, se va acercando el público que recorre la sala. Es sorprendente comprobar las preguntas tan indiscretas que somos capaces de hacer, bien es verdad que la exposición es quizás la más íntima de este creador. Y Abel Azcona comienza a explicarles su obra y por qué el viaje de tres décadas después a Badajoz para ‘reencontrarse’ (es un decir), con Manuel Lebrijo, en el mismo lugar donde le retuvieron durante seis meses. Y luego, el cara a cara definitivo en la exposición de Logroño. La crónica, a fin de cuentas, de la otra cara de la prostitución y el maltrato, la del putero y el maltratador enfrentado con su víctima.

¿Cuándo se reencontró con Manuel Lebrijo?

Fue el 20 de setiembre de 2020. Yo llevaba treinta años sin ver a Manuel y decido volver a quedar con él, porque me dicen que se muere, que está en diálisis, en las últimas. Vuelvo a quedar con él en el punto exacto donde me tenía que haber devuelto a la familia de acogida católica, el parque de los patos de La Taconera, y vuelvo a hacer el mismo viaje que hizo conmigo cuando me secuestró. Decido grabarle en vídeo, en un viaje donde reconoce cómo me metían cosas por el culo, cómo me arrastraban... con una libertad bastante potente. Y decido detonar todo eso de nuevo en Logroño.

Para mí, la mejor performer del mundo es Esther Ferrer, que define a la performance como espacio, tiempo y cuerpo. Quiere decir que depende del espacio que sea, del tiempo que sea y el cuerpo que sea, la pieza cambia a nivel político y crítico. Básicamente lo que hago aquí es: en noviembre, invitamos a Manuel, le van a buscar a Pamplona, me lo traen aquí, yo estoy aquí subido en una peana y nos damos la mano. Estuvimos durante una hora de la mano, mientras el público lo veía. Y a partir de ahí se detonó todo.

Llegó vestido de negro, de cuello vuelto, y dijo: ‘Voy a hacer mi primera transformer’. Había recibido un riñón, estaba más gordo. Entró como una diva. Al día siguiente salió la prensa diciendo: ‘El maltratador de Abel Azcona’ y él nos bloqueó de todas partes. Eso me gustó porque se dio una hostia de realidad. Él creía que me iba a curar echando balones fuera y acusando a las mujeres de su vida, pero cuando se vio dónde se iba colocando, literal, ya no le interesó y se vio como un maltratador, que lo es, y desapareció.

En todas las imágenes se ve como un espacio entre ambos. Tuvo que ser duro, no sé si llegaría a sentir empatía por él en algún momento.

Ha sido un proceso. Básicamente yo sabía que quería estar con él antes de que se muriera y, como soy artista, en vez de quedar a tomar un café, decidí hacerlo así. Me interesaba que su testimonio quedara. Mi idea era mostrar el viaje tal cual, pero al final ha quedado como un debate sobre la masculinidad. Porque hay hijos de puta y, cuando digo eso, digo hijos de puta de verdad.

Llaman la atención los ojos de sorprendido de Manuel cuando hablan. No se lo espera.

En su cabeza no existía esta cosa. Se ve una evolución en él. Yo en el viaje me sentí muy solo y la idea de esta exposición es como un ejercicio de escucha hacia Manuel, porque yo creo que, al final, el posicionamiento radical puede ser también escuchar a quien no debe de ser escuchado. Ahora ha desaparecido de mi vida: con la carta que le escribo cierro el ciclo. Yo me agarro al arte y hago cosas que no me atrevería quizás fuera de él, porque meterme en un coche con ese señor, dormir con él... fumaba todo el rato, era un salvaje.

Otra parte de la exposición está compuesta por ‘Los padres’ (2016), un proyecto en el que reunió a 120 mujeres que habían ejercido la prostitución y les pidió que les ayudaran a hacer los retratos robots de su último cliente en prostitución. Es sorprendente, se ve a hombres de todas las edades, constituciones... Hay de todas clases.

La gente cuando la ve dice: ¡Pero si este se parece a mi marido! Dime, ¿quién es este? [señala un retrato]. Abascal, es igual. Ahora pasa que el after es la prostitución: tienes la coca barata en los pisos y quedan ahí. Se ha hecho una normalización total.

Lo interesante de esta exposición es que muestra también otro punto de vista de la prostitución, el de los descendientes, el de las consecuencias.

Para mí, ‘Los Padres’ es básicamente decir que si tu puedes ir un día, pagar 50 euros y echas un tal, puede ser que dentro de un año, cinco, diez años, un señor va y te toca la puerta y dice: ‘Soy tu hijo’. Porque echas tus cosas, pero hay que responsabilizarse. Si lo pensaran no lo harían.

Hace poco se ha aprobado el proyecto de ley en el Congreso para la abolición de la prostitución. ¿Qué piensa de ella? El Estado español es el ‘reino’ de la prostitución. Es el tercer país del mundo en consumo de prostitución y el primero de Europa en demanda. ¿Cuál puede ser la causa?

Yo soy abolicionista. ¿Por qué hay tanta prostitución? Porque Franco creó este paraíso turístico, que es coca y putas.

Proyectos con Maria Abramovic y Colombia

Abel Azcona está en constante efervescencia, excepto, claro está, en los periodos más bajos. Pero incluso entonces no para. Su producción artística está en constante evolución, a pesar de la persecución (todavía le están embargando a causa de las multas por no presentarse a declarar por las ocho querellas criminales de entidades ultranacionalistas, como la Fundación Francisco Franco, pese a que los casos se archivaron) y su decidida postura política (‘Acto de desobediencia’ se llamaba, terminó autoexiliándose a Portugal). Parece que le va la marcha.

Aquí sus proyectos a corto plazo: el 10 de setiembre inaugura dos performances en Barcelona, el 15 de ese mes inicia una gira por Colombia, Ecuador y Panamá, con una retrospectiva sobre la ‘Memoria de los pueblos’, con piezas como aquella ‘España os pide perdón’ que creó sarpullidos –«haremos una pieza nueva, en la que estaré en la entrada de varios centros pedagógicos de Colombia con una bandeja de plata y, encima, una cabeza de Colón arrancada de una estatua. La imagen es que les doy la cabeza de Colón en bandeja de plata»– y el 15 de octubre viaja a Holanda, donde se encerrará con Marina Abramovic en el Teatro Carré de Amsterdam. Marina Abramovic, la «madre de las performances», premio princesa de Asturias, quien prologa también el libro ‘Volver al padre’.

Hay una clara persecución del ambiente ultranacionalista hacia su obra. Dice el crítico Fernando Castro Flórez, en el epílogo de su libro, que «el activismo cultural de la derecha encontró en este artista a un chivo expiatorio en el que proyectar toda su mala conciencia».

Yo tengo la suerte o desgracia de que me obligaron a nacer, y si no querías taza, pues taza y media. Justamente los católicos son los que en Pamplona no me han dejado no nacer; ahora que he nacido, pues me comes. Es un poco de justicia poética. Es la Milicia de Santa María del Opus, que yo coordiné con 15 años, donde yo era feliz, y eso es lo que más les jode, porque yo me conocía todo y les conozco a todos. Esa es la movida: que soy uno de ellos. Nunca antes el Opus Dei había salido a la calle como con mi exposición [se refiere a la del Monumento de los Caídos sobre la pederastia, en 2015]: salieron con cruces de madera y echando agua bendita.

La performance sigue sin ser entendida, de todas formas. Menos en el Estado.

En España gana el Partido Popular: ¿cómo quieres que la gente sepa lo que es el arte? España es un país de catetos, por eso yo no pido que tengan un conocimiento de la historia del arte, de la performance, del arte conceptual ni nada parecido. Pero si el 90% del Estado no entiende esa rama del arte contemporáneo, ¿cómo van a entender que lo que hago yo es arte? Sin entenderlo, piensan que soy un pirado que hace cuatro cosas, que se despelota o que se le va la olla, que se come el Corán... pasa eso, que si hiciera un arte más sublime, con una lectura desde la belleza lo iban a entender desde otro prisma, pero no es el caso. Pero por mucho que lo expliques, la gente no va entender que es arte.

 

«Eres mi padre porque representas la peor de las masculinidades, la más mala, la más tóxica»

‘Volver al padre’ no es volver a ser padre, ni buscar a un padre, ni localizar a mi padre biológico, ni una idea metafórica o ficticia, ‘Volver al padre’ es volver a ti, Manuel. A lo que tú representes en mi historia, en mi experiencia vital. No eres mi padre biológico, aunque conste como tal, pero creo que eres algo más importante, más relevante o trascendental que la mera biología en este caso. Fuiste el detonante de mi modo de vivir. Mientras mi madre afirma que intentó abortarme, tú lo niegas, porque te horroriza. Curioso horror el tuyo hacia la idea de abortarme para ahorrarme sufrimientos pero en cambio vivir para infligirme horrores. El mayor acto de amor que alguien ha llevado a cabo para mí han sido los tres intentos de aborto de mi madre. Y tú por medio de esa mentira que supuso otorgarte la paternidad, fallaste de nuevo a aquella mujer a la que violabas –sé que para ti aquella experiencia fue amor, pero con los datos que tengo, y sabiendo cómo esperabas a que ella fuera a prostituirse, para luego drogarla y utilizarla, me ratifico en que violabas–. Dijiste que eras mi padre sin pensarlo. Algo de egolatría, algo de protagonismo, algo de inconsciencia. (...)

Manuel, vuelvo a ti en esta obra, llorando, gritando , porque lo único que deseo en esta vida es no ser tú. Volvería a dejar que me violaran mil veces con tal de no convertirme en alguien como tú. ‘Volver al padre’ significa que lo puedo hacer con la cabeza alta porque no me ha convertido en ti, aquel que mintió en Madrid, que cuando llegó a Pamplona me soltó en casa de su madre y desapareció abandonándome de nuevo, el que se drogó y se olvidó de que yo existía, el que dice que me follaría a mi propia madre, el que me miente, el que me niega, el cobarde que culpa a todos menos a sí mismo.

Tú eres mi padre, Manuel, y no el biológico. Pero es lo de menos. Eres mi padre porque representas la peor de las masculinidades, la más mala, la más tóxica, y eres mi padre, en parte, porque eres uno de los motivos por los que pienso a diario que no soy capaz de seguir viviendo para convertirme en alguien como tú. Tengo miedo a lo que eres y a volver contigo y quedarme ahí. Huye cobarde, huye de nuevo. Miente, abandóname, abusa de mí, abusa de mi padre. Ven a la performance y dame la mano, pero luego lee lo que eres y sal corriendo como hiciste, como harás.

Vuelvo a ti pero no voy a quedarme. Voy a soltarte la mano para que te precipites. Vuelvo a ti para que sepas que no soy ni seré como tú. Vuelvo al padre, pero sé consciente de que aquí no tienes un hijo.

*Fragmento de ‘Último escrito a Manuel’, carta abierta incluida en el libro ‘Volver al padre’ (Los Aciertos editorial), con prólogo de Marina Abramovic y epílogo de Fernando Castro.

La exposición ‘Volver al padre’, de Abel Azcona, está expuesta en la sala Amós Salvador de Cultural Rioja, en Logroño, hasta el próximo 21 de agosto. Todos los sábados y domingos, a las 12.30, visitas comentadas. Lunes cerrado.