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Una ética global de coexistencia: hacia un paradigma de “dimensión humana” para nuestra época (2003)

Propuesta de paz 2003 (Versión abreviada)

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Las grandes esperanzas con que saludamos el inicio del siglo XXI parecen haber sido reemplazadas por una sensación de frustración y desaliento. Si bien la cultura de la paz y el diálogo entre las civilizaciones son los temas clave de la nueva centuria, al parecer, aún tenemos que liberarnos del legado negativo del siglo XX: la guerra y la violencia. La brecha entre el poder de la tecnología y los valores éticos necesarios para controlarlo, se está ampliando inevitablemente. Lo más perturbador es la percepción de que el mundo le está dando las espaldas al diálogo, es decir, a la voluntad para comprometerse y discutir, lo que es propio de un espíritu humano vital.

He afirmado reiteradamente que la misión de la Soka Gakkai Internacional (SGI) es librar una batalla espiritual contra aquellas fuerzas que violan la dignidad humana: la violencia, el autoritarismo y el deseo insaciable de bienes materiales. Y la esencia de esta contienda irrenunciable yace en no perder jamás la fe en el poder de las palabras, ni el compromiso a dialogar en cualquier circunstancia. Nuestra determinación se pone a prueba con mayor severidad cuando nos vemos enfrentados a adversarios que prefieren la violencia al diálogo. Sin embargo, no debemos callarnos; tenemos que emplear toda nuestra fuerza espiritual para avanzar por medio del diálogo.

La “guerra contra el terrorismo”

Todo parece indicar que los recientes e inquietantes eventos relacionados con Irak y Corea del Norte están vinculados con la “guerra contra el terrorismo”. Naturalmente, las atrocidades del terrorismo indiscriminado no deben ser toleradas. Empero, tenemos la alternativa de escoger entre una respuesta basada en el hard power (poder duro) o en el soft power (poder blando); confiar solamente en el hard power demuestra un lamentable fracaso de la imaginación. Quedar atrapados en los ciclos de odio y de venganza es permitir que nos arrastren hasta llegar al mismo nivel de los terroristas.

¿Hemos escapado de la violencia y la guerra emprendidas en nombre de las ideologías a lo largo del siglo XX, sólo para encontrarnos a punto de entrar hoy en otra pesadilla siniestra?

Siento que debo expresar mi preocupación por la posición de línea dura del gobierno de los Estados Unidos, que propone ataques preventivos contra las potenciales amenazas terroristas. Si bien una respuesta de emergencia con fuerza militar podría ser necesaria en situaciones extremas, incluso en tales casos, quienes posean el hard power deben ejercerlo con moderación y autocontrol, la fuente misma del soft power.

La globalización económica ha brindado un fuerte estímulo al hard power. En su forma actual, la globalización da lugar a una sociedad que se caracteriza por la exagerada diferencia de ingresos y por la escasa atención a las necesidades de los “perdedores”. Este deterioro de la preocupación por los demás es un índice de la pérdida de autocontrol y de liderazgo moral.

Un paradigma de “dimensión humana”

Creo que la respuesta a tales inquietudes está en desarrollar un paradigma de dimensión humana mediante el cual podamos entender nuestro mundo y el lugar en el que nos encontramos. Cuando digo de “dimensión humana” estoy refiriéndome a una manera de pensar que nunca se desvíe de la escala de lo humano, una sensibilidad hacia la vida como un todo y también a los detalles del día a día de la existencia.

Cuando examinamos la civilización moderna desde esa perspectiva, vemos que nuestra capacidad intelectual se ha hipertrofiado burdamente, y nuestras capacidades físicas y emocionales se han atrofiado. Este desequilibrio toma la forma de un embotamiento de la sensibilidad natural y del modo de reaccionar ante la vida y sus realidades cotidianas. Debemos ver la guerra contemporánea y de alta tecnología desde un plano “humano” para apreciar el horror de tales formas verdaderamente inauditas de combate; en el espacio aéreo, misiles de un millón de dólares vuelan sobre las cabezas de gente que subsiste con uno, o quizá dos dólares por día.

Esto nos impulsa a avanzar hacia una más profunda toma de conciencia, en un proceso de constante reafirmación del saber quiénes somos y qué estamos haciendo.

Tenemos que restaurar nuestra percepción de la vida en sí misma, nuestra conciencia manifiesta de las realidades del hacer cotidiano; y es aquí, creo, en donde las mujeres, en todas las épocas, han permanecido firmemente arraigadas al ritmo del ecosistema natural. Desde hace tiempo, he venido expresando que, a mi parecer, el siglo XXI debe ser una centuria de la mujer.

La seguridad humana en el siglo XXI

Frente a estos desafíos, quisiera enfatizar la importancia del concepto de la seguridad enfocado desde tres aspectos principales: el desarme, el desarrollo y la educación.

Con respecto a los problemas del desarme y las armas de destrucción masiva, deseo efectuar las siguientes propuestas específicas:

Que la India, Israel y Pakistán sigan los pasos de Cuba en acceder al Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), y que Corea del Norte renueve su participación;

Que Corea del Norte declare su condición de estado libre de armas nucleares, correspondido por las garantías de seguridad de parte de los estados poseedores de armas nucleares;

La creación de una zona libre de armas nucleares en Asia Nororiental; Que el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE) entre en vigor provisionalmente, y que se prepare el lanzamiento de un sistema internacional de monitoreo de pruebas nucleares;

Que se realice una sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas dedicada a la causa de la abolición nuclear y al establecimiento en la ONU de una nueva agencia especializada, para el desarme nuclear;

Que se inicie la negociación de un nuevo tratado de desarme nuclear como un paso para lograr una amplia prohibición de las armas nucleares, de tal manera que los estados que las posean concreten el “compromiso inequívoco” de eliminar sus arsenales nucleares.

La segunda acción para garantizar la seguridad humana es enfrentar la obscena amenaza a la dignidad que plantean la pobreza y el hambre.

A este respecto, quisiera enfatizar especialmente los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Propongo que se realicen cumbres mundiales todos los años hasta el 2015, a fin de asegurar que jefes de estado y de gobierno del mundo estén completamente informados sobre el avance hacia el logro de dichos objetivos. La SGI recibe con beneplácito la decisión de establecer un Fondo Mundial de Solidaridad, acordada en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible (CMDS) del año pasado, y está plenamente de acuerdo con los objetivos de la Campaña del Milenio. Con respecto a los recursos hídricos, el tema más preocupante, quisiera pedir al Japón que desempeñe un papel activo, aprovechando al máximo su experiencia en este campo.

El tercer desafío para la seguridad humana es crear una sociedad global en la que todas las personas tengan acceso a la educación.

Este año marca el comienzo del Decenio para la Alfabetización (2003-2012), como parte del actual esfuerzo para promover la campaña de la “Educación para todos”. Mientras tanto, en diciembre de 2002, la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución proclamando formalmente el Decenio de la Educación para el Desarrollo Sostenible, propuesto originalmente por la SGI, para incentivar las actividades destinadas a edificar una sociedad global sostenible.

Estamos empeñados en cooperar al máximo para asegurar el éxito de esos decenios de alfabetización y sustentabilidad de la educación. La educación ambiental, así como la formación para la paz y la defensa de los derechos humanos, debe estar en el centro de una nueva visión de la enseñanza humanística, cuya meta será ayudar a todas las personas en su búsqueda activa de la felicidad y de un futuro mejor. Promoviendo esta clase de educación, podremos establecer las bases para una nueva era de esperanza en el siglo XXI.

El poder individual

Para encontrar soluciones a los problemas ambientales y a la miríada de otras cuestiones que enfrenta nuestro mundo, es esencial que cada individuo adopte un sentido de responsabilidad y se comprometa activamente.

Siempre han sido las personas de convicción, coraje y pasión las que han superado lo aparentemente imposible para poner en movimiento las fuerzas de los cambios históricos. La impotencia y la desesperanza son los males fundamentales que enfrenta nuestra sociedad contemporánea. Y para combatirlos, tenemos que encontrar un nuevo teorema para la paz: debemos despertar al hecho de que la determinación interior, en la vida de cada individuo, contiene el poder para cambiar el mundo.

No podemos permanecer pasivos frente a la severa realidad que tenemos ante los ojos. Debemos abrirnos a la ilimitada fuerza que se crea cuando las personas conscientes de esta nueva realidad se unen y actúan en conjunto. Es demostrando esta verdad que la humanidad del siglo XXI puede cumplir su misión.

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