Familia en un jardín
1679. Óleo sobre lienzo, 127 x 167 cmSala 019
Jan van Kessel II (1654-1708)? es uno de los excepcionales cultivadores del subgénero que constituye la retratística de grupo en la pintura española. Muy pocos son los ejemplos de retratos múltiples en el arte hispánico previos a la llegada de este pintor flamenco. Desde antiguo se venía afirmando que el cuadro del Prado estaba firmado en Madrid en 1680, pero examinada la obra con detenimiento hemos podido constatar la incorrecta trascripción de la firma y que la fecha que consta en la obra es 1679. Así, esa datación errónea hizo que la réplica conservada en el Museo Nacional de Varsovia -fechada en el mismo lugar y año- fuese considerada como el retrato primigenio, lo que ahora parece inexacto. Por tanto, habría que adelantar la llegada del pintor a Madrid, al menos, hasta 1679. Palomino asegura que la familia retratada sería la de un caballero flamenco protector de Van Kessel, aunque no aporta ningún dato concreto sobre su identidad.
Más allá de la identificación concreta de los personajes retratados, la obra constituye fundamentalmente una loa a las virtudes y la vida familiares. Y esto se representa a través de una falsa sensación de cotidianeidad que sin embargo encierra una calculada y profusa carga de símbolos. El personaje masculino de mayor edad, que constituye el centro del retrato, viste a la española -¿quizás como un embajador-? y porta espada al cinto como caballero. La fidelidad sería otra virtud que adorna a las buenas familias. Así, la imagen masculina con el perro a sus pies podría interpretarse a la vez como el súbdito fiel y, al asociarse el mismo animal a la figura femenina más madura, se podría relacionar con otras virtudes maritales, como la lealtad y el compañerismo. La noble dama, rodeada de los pequeños vástagos de la familia, encarnaría a la vez la imagen de la caridad, al ser representada como réplica literal de la personificación de dicha virtud teologal. El amor conyugal también aparece representado a través de la pareja de jóvenes enamorados que estrechan sus manos, que quizás sean los padres de los dos niños retratados como retoños del árbol genealógico. La escena parece representar un momento de solazamiento familiar previo a la celebración de un banquete, como hace pensar la actitud de los sirvientes que transportan diversas viandas, que se convierten en modernas interpretaciones de las personificaciones de la alegría y la abundancia. Pero, además, lo que en principio parece suceder sencillamente en una quinta de recreo se convierte en la misma representación del Edén gracias a la conjugación de los símbolos: es la interpretación -aunque menos lúbrica- del Jardín del Amor. La referencia al vergel de la casa de Rubens -cuyas arquitecturas son interpretadas por Jordaens como entrada a la Jerusalén celestial o al Olimpo- como paradigma de lo paradisíaco, parece estar en la retina de Van Kessel, así como otras escenas nupciales de la pintura de Teniers.
Las representaciones animales y vegetales tampoco son anecdóticas. Las parejas de aves hacen referencia a las perpetuadas en el Arca de Noé y al amor conyugal; así, las palomas cantan a la paz familiar; las grullas podrían tener un carácter heráldico, simbolizando el buen gobierno y la prudencia al dirigir a los vasallos, además de representar la vida extática y trascendente; los pavos reales se asocian a la prudencia, la lealtad, la fidelidad y el celo, además de a la altivez y el lujo. Los cipreses, desde la Antigüedad, han representado la trascendencia de la vida tras la muerte, o sea, la perpetuación a través de los tiempos, y en este caso, de la descendencia; las malvarrosas o malvas reales simbolizan la fecundidad y la dulzura; la parra alude a la alegría y la abundancia y unida al pincel -que el propio Van Kessel sostiene-, al mismo arte de la pintura. El despliegue escultórico abundan en la idea de fertilidad necesaria para la perpetuación.
Sánchez del Peral y López, J. R., Familia en un jardín (1679).. En: Ruiz Gómez, L.: El retrato español en el Prado. Del Greco a Goya, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2006, p.128, n. 39