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Por primera vez, un informe de las Naciones Unidas se centra en la autonomía corporal: el poder y la capacidad para tomar decisiones sobre nuestros cuerpos, sin temor a la violencia o a que alguien más decida por nosotros. 

Se debería empoderar a todas las personas para que puedan reivindicar su derecho a la autonomía corporal. Esto incluye a los hombres, las mujeres, los niños y las niñas, y a las personas con orientación sexual o expresión de género diversas. Asimismo, incluye a las personas de todas las razas, etnias, creencias religiosas, nacionalidades y con todos los tipos de discapacidad.

Sin embargo, para muchas mujeres y niñas, la privación de su autonomía corporal está incrustada en las normas sociales y las leyes, lo que hace que sea difícil o imposible que puedan tomar sus propias decisiones informadas en materia de sexo, salud y reproducción. La vulneración de su derecho a la autonomía corporal toma diversas formas: la negación del acceso a la educación integral de la sexualidad, la violación, la esterilización forzada o uso forzado de métodos anticonceptivos, las pruebas de virginidad, el matrimonio forzado, el matrimonio infantil, los asesinatos por honor, la violación conyugal y las leyes que obligan a casarse con el violador, la mutilación genital femenina, entre otras.

Esta falta de autonomía corporal tiene implicaciones enormes más allá de los grandes perjuicios para las mujeres y las niñas en lo individual: una potencial depresión de su productividad económica, el menoscabo de sus habilidades, y los costos adicionales resultantes para los sistemas judiciales y de atención de la salud.

Al respecto, la Directora Ejecutiva del UNFPA, Dra. Natalia Kanem, señala en el prólogo del informe: “cuando las mujeres y las niñas pueden tomar las decisiones más fundamentales acerca de su cuerpo, no solo ganan en términos de autonomía, sino también de salud, educación, ingresos y seguridad. Todo ello da lugar a un mundo más justo, favorece el bienestar humano y, por consiguiente, nos beneficia a todos”.

“La negación de la autonomía corporal es una violación de los derechos humanos fundamentales de las mujeres y las niñas que refuerza las inequidades y perpetúa la violencia derivada de la discriminación por razón de género”, comenta la Dra. Kanem. “Es nada menos que una aniquilación del espíritu, y debe terminar”.