Espiral


¿Delirio sistematizado en AMLO?

Recuperamos una breve exploración del tema del Dr. José Newman sobre que el tiempo no diluye, sino consolida.

#TheBunkerNoticias | ¿Delirio sistematizado en AMLO?
Por: Luis Farias Mackey
  • 20/05/2022

Iniciaba la pandemia en México, pero ya había corrido poco más de un año del sexenio. José Newman escribía entonces dos textos (abril y mayo de 2020) que no tienen desperdicio y que hoy recuperamos por su vigencia e importancia.

Newman, psiquiatra de profesión, político de vocación, mezcla en el texto su conocimiento científico con su experiencia política. Así, aborda el tema del Trastorno Delirante (TD) en López Obrador.

Dese la oportunidad y paciencia de seguirlo, no lo va a decepcionar:

El TD se caracteriza por la “presencia insistente de ideas que el sujeto hace suyas con el carácter de creencias inmunes al análisis, a la crítica, al desmentido de la experiencia, a la prueba de su falsedad incluso”.

Delirio, adelanta Newman, significa “fuera del surco”. Delirar, pues, implica mantenerse fuera de lugar no importa qué. Las ideaciones delirantes pueden ser absurdas, como en el caso de algunos pacientes psiquiátricos, pero no necesariamente. Pueden presentarse perfectamente organizadas bajo una lógica impecable en personas que no muestran ningún tipo de trastorno. Lo fundamental aquí es que son ideas sin el menor apoyo en datos de la realidad y, no obstante ello, le resultan al sujeto inmodificables ante la persuasión e, incluso, en contra con datos objetivos de la realidad y la opinión de otros.

Después de esta breve explicación, Newman nos obsequia lo que llama “un paquete de ideas que forman el Delirio Sistematizado Central en el pensamiento del presidente”. Veamos:

1.- Los seres humanos se dividen centralmente entre buenos y generosos, de un lado, y aviesos y egoístas, de otro. El pueblo llano y pobre forma parte del primer grupo y la mayoría de los ricos y poderosos del segundo.

2.- El pueblo llano es virtuoso y sabio, sus opuestos mentirosos e hipócritas.

3.- El presidente ganó bajo el lema: “Por el bien de todos, primero los pobres” y su compromiso y prioridad está con los primeros: sabios y virtuosos por pobreza.

4.- El gasto del gobierno debe llegar prioritariamente a ellos, pero no a través de servicios que estructuren y brinden las instituciones públicas, burocráticas, caras, frívolas, torpes y corruptas; sino de manera directa vía transferencias personalizadas organizadas por grupos poblacionales con o sin responsabilidades a cambio, bajo la coordinación, ésta noble y santa, de los Servidores de la Nación.

5.- El pueblo llano y sabio hará completo y no mermado, acertado y no equívoco, eficiente y no torpe, uso de esos fondos para atender sus reales necesidades y prioridades.

6.- La derrama directa de dinero genera consumo de bienes y servicios, produce bienestar, combate la corrupción y el burocratismo, dinamiza la economía, genera derramas hacia arriba, convertida en demanda estimula la oferta, genera crecimiento, promueve la equidad y la justicia, combate las causas de la desintegración familiar, de las conductas delictivas, de la violencia, deja sin clientes y sicarios al narcotráfico, contribuye a reducir la delincuencia, alivia tensiones y enfrentamientos sociales, propicia la concordia y la paz.

7.- Finalmente, la inversión privada, de dudosa bondad y virtud, debe entender esta prioridad y ajustar sus intereses a la nueva política económica.

Todo ello, lo sabemos bien ahora, se adereza con los culpables, complotadores, traidores, mentiroso, hipócritas y malvados conservadores y neoliberales, aspiracionistas sin pasión ni compromiso social.

Ahora bien, todos hemos estado encaprichados y de necios alguna vez, pero no es lo mismo que haber desarrollado un Trastorno Delirante sistematizado y larvado, que va apoderándose del centro de la conducta de una persona y, literalmente, llega a dominar todo su decir y hacer. Esto configura una lógica repetitiva cualquiera que sea el tema y una conducta igualmente reiterativa cualquiera que sea la circunstancia.

Ello, nos dice Newman, es ya otra cosa mucho más compleja, y más si hablamos del presidente de la República, dado el poder que concentra y ejerce, así como sus alcances y efectos.

Para el Doctor Ramón de la Fuente Muñiz (Psicología Médica, 1959), "los delirios —tanto como las alucinaciones y los sueños— son procesos mentales que (resultan) incomprensibles de no tomarse en cuenta que, en su génesis, el inconsciente (entretejido con la realidad) juega un papel fundamental”.

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Así, a la par de las ideas persistentes e inmunes que evidencian un modo delirante organizado en un discurso coherente y estructurado, se presentan puestos en juego una serie de “dinamismos defensivos” que articulan los impulsos del sujeto y los hace prevalecer en su vida cotidiana.

En el caso del presidente, señala Newman, estamos frente a una combinación de dos delirios: el de grandeza y el de persecución. Por el primero se atribuye cualidades extraordinarias (él no es como los otros; él no miente, no roba, no traiciona). Él ya no se pertenece, se debe al pueblo; es EL ELEGIDO para desempeñar una misión de trascendencia histórica (La Cuarta Transformación de la Vida Pública de México) que, ha anunciado, está ya muy avanzada y pronta a consolidarse de modo irreversible.

El otro delirio es de quien “reiteradamente denuncia y actúa ser una persona amenazada, maltratada, víctima de maquinaciones y complots organizados por individuos y hasta por instituciones que él y su gobierno deben de combatir a diario sin dar tregua ni oportunidad a sus adversarios (de ahí incluso, así lo ha manifestado él mismo, la estratégica necesidad de preservar las diarias Conferencias Mañaneras)”.

Para el Doctor De la Fuente Muñiz “no hay diferencias substanciales, salvo lo permanente o transitorio del trastorno, entre los delirios del psicótico y los de individuos poseídos por pasiones como el poder, la envidia o los celos, salvo quizá por la diferencial reacción de desaprobación o de temor colectivo que puedan producir en su entorno”.

Ahora bien, todo sujeto delirante tiene quien lo siga o lo combata. En ambos casos, unos y otros alimentan la combinación de sus delirios: los seguidores, el de grandeza; sus detractores, el de persecución. Sobre los primeros, De la Fuente Muñiz, en cita de Fromm (El Miedo a la Libertad) nos asegura “que una idea falsa puede ser aceptada y compartida, fuera de toda objetividad, por un sector numeroso e incluso por la mayor parte de los habitantes de un país”. Qué fue, si no, el nacionalsocialismo que logró convencer a una parte considerable del pueblo alemán de su superioridad racial y su destino manifiesto (delirio de grandeza) y de que los judíos se confabulaban para destruir Alemania (delirio de persecución).

Finalmente, Newman nos dice que en el proceso de sistematización del delirio el sujeto llega a mezclar y confundir los datos de la realidad exterior con sus ideaciones internas. Es decir, sus alucinaciones se confrontan con la tensionante y difícil tarea, por un lado, de diferenciarlas y, por otro, de que ambos lados coincidan, lo que no siempre logra: “Yo tengo otros datos”.

¿Estamos ante un caso clínico? Pareciera que la sintomatología así lo acredita. Sus causas son difíciles de apreciar sin datos de los que carecemos, pero los riesgos inherentes no.

Agradecemos a José Newman y sus publicaciones en El Universal.

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