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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.8 no.1 Texcoco ene./abr. 2011

 

El programa de apoyos directos al campo (PROCAMPO) y su impacto sobre la gestión del conocimiento productivo y comercial de la agricultura del Estado de México

 

The direct field support program (PROCAMPO) from and its impact on agricultural productive and commercial knowledge management in Estado de México

 

José Alberto Zarazúa-Escobar1, Gustavo Almaguer-Vargas2, Jorge Gustavo Ocampo-Ledesma2

 

1 Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional, Instituto Politécnico Nacional unidad Jiquilpan, Michoacán.

2 Centro de Investigaciones Económicas, Sociales y Tecnológicas de la Agroindustria y la Agricultura Mundial. Universidad Autónoma Chapingo. México. Chapingo, Estado de México, Carretera México-Texcoco, Km. 38.5. 56230. (almaguervargas@hotmail.com)

 

Resumen

Esta investigación se realizó en el Estado de México para analizar el cumplimiento de los objetivos colaterales de PROCAMPO, en una muestra representativa de productores obtenida del padrón de beneficiarios de dicho programa. La metodología utilizada fue la de gestión del conocimiento en productores que poseen menos de una hectárea (sistema de producción tradicional minifundista) y los de más de 20 hectáreas (sistema de producción comercial). Se encontró evidencia de que el sistema minifundista se encuentra en una etapa de transición hacia el comercial, aunque con una reducción paulatina en la rentabilidad social, económica y ecológica. El aporte de la agricultura a la economía familiar representó sólo 14.8% del total. Ambos grupos de agricultores tienen costos de producción de más de $4000.00 por hectárea; no obstante, los minifundistas producen cada kilo de maíz a casi la mitad de su valor comercial. Se concluye que el PROCAMPO no cumple con sus objetivos colaterales y es necesario incluirle apoyos para bienes públicos, con la finalidad de desarrollar la gestión del conocimiento.

Palabras clave: Innovación, minifundistas, rentabilidad, PROCAMPO.

 

Abstract

This research was carried out in Estado de México, to analyze the fulffllment of PROCAMPO's collateral objectives in a representative sample of producers obtained from the census of the program's beneficiaries. The methodology used was knowledge management in producers that own less than one hectare (smallholding traditional production system) and those with more than 20 hectares (commercial production system). We found evidence that the smallholding system is immersed in a transitional stage toward the commercial system, although with a progressive reduction in social, economic and ecologic profitability. Agriculture's contribution to the family economy represented only 14.8% of the total. Both groups of farmers have production costs of more than $4 000.00 per hectare; however, smallholders produce each kilo of corn at almost half its commercial value. We conclude that PROCAMPO does not fulfill its collateral objectives, and that it is necessary to include supports for public goods, with the goal of developing knowledge management.

Key words: Innovation, smallholdings, profitability, PROCAMPO.

 

Introducción

A pesar de que los presupuestos de los instrumentos de política en México para fomentar el desarrollo rural se incrementan cada día más, los problemas del campo, lejos de solucionarse se agravan. Francisco Mayorga Castañeda, titular de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) afirmó que de 2000 a la fecha "...se ha triplicado el presupuesto que el gobierno federal destina al campo mexicano, al pasar de 24 mil 713 millones de pesos a 73 mil 368 millones, sin que ello se refleje en un aumento en la producción de alimentos" (El Financiero, 5 de junio 2010 y 6 de agosto 2010). Asimismo, el Programa Especial Concurrente pasó de 117 144 millones de pesos en 2003 a 235 858.4 millones de pesos en 2009 (Anónimo, 2009).

El fracaso de las políticas públicas neoliberales aplicadas al campo mexicano ocasionaron que casi la mitad de mexicanos no pudiera, durante 2008, satisfacer adecuadamente sus necesidades de educación, alimentación, vivienda, salud y transporte (CONEVAL, 2009); desafortunadamente el mayor porcentaje se ubica en el campo.

Otro ejemplo de la ineficiencia de las políticas públicas lo representan las crecientes importaciones agroalimentarias globales: al cierre de 2008 fueron de 23 mil 219 millones de dólares, mientras que en 2007 estas habían sido de 19 380 millones de dólares y en 2006 de apenas de 15 984 millones de dólares (SIAP, SAGARPA, 2009).

Las importaciones de los granos básicos representaron 30.9% del consumo nacional aparente (2005-2007); las de oleaginosas 93.2%; las de carnes de cerdo y res 26.6%. En 2008 el déficit de la balanza comercial de productos agropecuarios se ubicó en cerca de 763.9 millones de dólares, en tanto que el saldo comercial de productos agroalimentarios fue de 6361 millones de dólares (SIAP, SAGARPA: 2009).

En gran medida, esta situación se debe a que se pasó de manera abrupta de una política de control de precios basada en el monopolio estatal de la importación (Compañía Nacional de Subsistencias Populares; CONASUPO), precios de garantía, bienes públicos y empresas paraestatales que apoyaban con fertilizantes, semillas, seguro agrícola; entre otros, a otra, muy desregulada y dominada por las fuerzas del mercado internacional (Ibarra, 2005; Trujillo et al., 2005; Gómez-Oliver, 2008), que reducía al mínimo los apoyos para bienes públicos.

A partir de los años 80 se radicalizó el giro hacia políticas neoliberales, al seguir los programas de estabilización y ajuste estructural promovidos por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, asignándole al mercado un papel rector para la distribución de los recursos, maximizador de la producción y del empleo, corrector automático de eventuales desajustes económicos y garante de la inversión productiva y el desarrollo económico (Calva, 2004). Los precios de garantía fueron eliminados y las instituciones de apoyo a la agricultura fueron vendidas o liquidadas, y se redujo el apoyo a bienes públicos.

Ante la desaparición de los precios de garantía y con la idea de cubrir algunas de las funciones de CONASUPO en lo referente a comercialización, fue creada en 1991 la institución Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria (ASERCA). De esta manera, el sector público indujo la concertación de precios entre grandes compradores y productores usando apoyos a la comercialización (pagos), pero solamente en algunos productos y en regiones con grandes excedentes. Esto no representó la compensación que se necesitaba para los precios de garantía, por lo que se creó el Programa de Apoyos Directos al Campo (PROCAMPO) como el más importante instrumento de política sectorial para la agricultura en esa etapa. (Trujillo et al., 2005).

El objetivo original de PROCAMPO fue hacer transferencias directas para compensar la pérdida de ingreso de los productores agropecuarios, ante la apertura comercial derivada del Tratado de libre Comercio de América del Norte (DOF, 25 de Julio de 1994 y la Fe de Erratas del 25 de Noviembre de 1994) y ante la desaparición de esquemas de intervención para el sostén de precios de mercado de productos agrícolas (Trujillo et al., 2005).

Los objetivos colaterales planteados para el PROCAMPO y publicado en "Claridades", revista oficial de ASERCA (Anónimo, 1993), fueron:

a) Fomentar la reconversión productiva hacia actividades de mayor rentabilidad.

b) Compensar subsidios que otros países otorgan a sus productores.

c) Estimular la organización de los productores.

d) Incrementar la competitividad de las cadenas productivas.

e) Frenar la degradación del medio ambiente, propiciando proyectos ecológicos.

La Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) indicó que PROCAMPO ha otorgado pagos directos vinculados al uso histórico de la tierra más que a la producción actual, ya que se esperaba que los productores cambiaran a cultivos más rentables en el contexto de una economía más competitiva (Anónimo, 2007).

Schwentesius et al. (2008) en la metaevaluación que realizaron de PROCAMPO, muestran que las evaluaciones de 1998, 2001 y 2003 reflejan un programa efectivo, eficiente y que ha cumplido satisfactoriamente con la mayor parte de los objetivos generales y colaterales planteados. Incluso con impactos positivos hasta en áreas que no habían sido de su injerencia directa, como la mejoría en precios y comercialización de las cosechas. Hasta en la calidad de vida se obtuvo una mejoría. De este modo, la operación del programa, de acuerdo con estas evaluaciones, ha sido exitosa y ha cumplido adecuadamente con los objetivos planteados, tanto el principal como los colaterales.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, y la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (FAO-SAGARPA), en 2008, al presentar la evaluación externa de PROCAMPO, destacan que se ha cumplido con el objetivo principal de incrementar el nivel de ingreso de sus beneficiarios, a pesar de que el apoyo recibido del Programa no se destina en su totalidad a las actividades productivas. De hecho, la participación de PROCAMPO en el ingreso derivado de la actividad agrícola se ha incrementado, a nivel nacional; de 3.45% en el año 2005 a 20% en 2007, porque los beneficiarios reciben ahora mayores ingresos de otras actividades, que de la agrícola.

Con las evaluaciones anteriores se ha demostrado que PROCAMPO ha logrado alcanzar su objetivo principal; pero la pregunta es: ¿si no ha habido instrumentos específicos para el cumplimiento de los colaterales, cómo el fomento de la reconversión productiva hacia actividades de mayor rentabilidad, el estímulo a la organización de los productores y el incremento de la competitividad de las cadenas productivas, cómo se espera su cumplimiento? Por otra parte, es importante determinar si PROCAMPO ha podido sustituir algunos instrumentos de política que existían antes, sobre todo considerando que ha tenido como beneficiarios a cerca de 50% de los productores mexicanos.

Una de las grandes limitaciones al estudiar el impacto de PROCAMPO ha sido la evaluación puntual, ex -post y parcializada (Schwentesius et al., 2008), ya que se ha dado énfasis para comprobar que ha cumplido su objetivo principal, lo que implica una deficiente metodología que permitiera realizar el análisis de su papel para alcanzar sus objetivos colaterales. Estos autores indican que no se ha analizado su impacto en la gestión del conocimiento o de la adopción de innovaciones de los beneficiarios, lo que permitiría explicar si es posible alcanzar los objetivos colaterales, o qué se podría proponer para que PROCAMPO pueda constituirse en un importante sustituto de los instrumentos de política eliminados.

La metodología de gestión del conocimiento (OCDE, 2005; Waissbluth et al. 1990; Cadena et al. 1986; Zarazúa et al., 2009) permite analizar la adopción de innovaciones de diferente tipo, ya que es la valoración del know-how3 tecnológico y del capital relacional4 de los integrantes de la unidad de producción, que de manera conjunta permiten analizar el desarrollo y fortalecimiento de las capacidades locales -empowerment, empoderamiento- del tejido social -productores agrícolas- (Westphal et al., 1985) al permitir el uso, la asimilación, adaptación y el cambio de las tecnologías existentes en un determinado paquete tecnológico5.

El propósito del presente estudio fue evaluar el cumplimiento de los objetivos colaterales de PROCAMPO, en una muestra representativa en el Estado de México de productores de menos de una hectárea, considerados como representantes del sistema de producción tradicional minifundista, y de propietarios de más de 20 hectáreas, con sistemas de producción comercial, para lo cual se utilizó la metodología de la gestión del conocimiento.

La hipótesis del presente estudio fue: no se ha fomentado la reconversión productiva hacia actividades de mayor rentabilidad, no se ha estimulado la organización de los productores ni se ha incrementado la competitividad de las cadenas productivas por la influencia de PROCAMPO, porque sólo otorga apoyos directos y ha dejado de lado la gestión del conocimiento productivo y la inducción a la adopción de innovaciones tecnológicas, organizativas y de gestión.

 

Aspectos metodológicos

La investigación se realizó en el Estado de México, en donde se aplicaron encuestas a productores, para lo cual se consideró como población objetivo a los productores beneficiarios de PROCAMPO en el Estado de México. El padrón de productores de PROCAMPO que se utilizó incluía a 179 993 productores beneficiados para el ciclo de Primavera-Verano de 2002.

El esquema de muestreo se aplicó a estratos correspondientes a la superficie pagada de cada productor por PROCAMPO, y se seleccionaron a los productores con superficie menor a una hectárea o con más de 20.

Para determinar el tamaño de muestra se tomó como variable de interés la superficie pagada a los productores, la cual se encuentra en el padrón. Dicha variable fue escogida como una variable proxy del ingreso del productor, debido a que la evaluación investigó, entre otras cosas, la estructura del ingreso de los beneficiarios, con la finalidad de determinar la importancia del apoyo recibido con respecto a otras fuentes de ingreso. Otra ventaja de utilizar esta variable fue que, al estar explicitada en el padrón, para cada uno de los beneficiarios, fue posible conocer su media y su varianza reales, de tal forma que se pudo determinar la precisión y confiabilidad del estimador de la media muestral.

La ecuación empleada para el cálculo del tamaño de muestra fue: , donde n0 es el tamaño de la muestra, V la varianza esperada para el estimador, Wh el peso relativo del estrato h en la población, Sh la desviación estándar del estrato h, y wh el peso relativo del estrato h en la muestra.

La varianza de la media muestral se calculó a través de simulaciones para una precisión de 15% y una confiabilidad de 95%. El tamaño de muestra obtenido fue de 165, y considerando una tasa de no respuesta de 20%, se trabajó con 200 productores en total. Para eliminar el efecto de las diferencias regionales, se hizo una estratificación con base en la zonificación establecida por los Distritos de Desarrollo Rural (DDR). La muestra se distribuyó en todo el Estado de México, siendo 25 muestras en cada uno de los distritos y dentro del DDR se tomaron muestras de cinco productores para cada uno de los siguientes grupos: 1) los que tienen menos de 1 ha; b) de 1 a 2 ha; c) entre 2 y 5; d) entre 5 y 20 ha; y d) más de 20 ha.

Con la idea de analizar la gestión del conocimiento productivo en la agricultura tradicional minifundista como un indicador del impacto de PROCAMPO, se presenta desde una perspectiva multidimensional, aquellas tecnologías involucradas para analizar el cambio tecnológico vinculado a la estructura productiva en productores con menos de una hectárea y con más de 20.

 

Variables

Se utilizaron las tecnologías6 de producto, de equipo, de proceso, de operación y organizacional, que permiten concretar la existencia de un cierto tipo de know-how, que rinde beneficios económicos a los usuarios tecnológicos -productores agrícolas en lo individual y a las organizaciones por igual. Se tomó como base los aportes de Cadena et al. (1986), Waissbluth et al. (1990) y OCDE (2005).

 

Resultados

Los resultados obtenidos con base en la metodología empleada fueron:

La edad promedio de los productores agrícolas minifundistas fue de 51.5 años con un rango de 48 a 55 y una escolaridad promedio de 4.8 años versus el promedio de los productores comerciales que fue de 60.6 años con un rango de 55 a 69 años. Esa situación corrobora el "avejentamiento" de la población del medio rural; y de manera especial, en los productores de granos básicos. Sin embargo, la mayor edad de los productores maiceros se encontraba en aquellos que poseen más de 20 ha, aunque presentan la mayor escolaridad -en promedio, seis años-.

En cuanto al régimen de tenencia de la tierra, se encontró que los productores minifundistas presentaron un régimen ejidal (70.10%), propiedad privada (14.90%), comunal (10.80%), otra (3.60%) y no especificada (0.60%).

De los productores comerciales 38.40% tenían régimen de propiedad privada, 34.80% ejidal y 26.70% otra. El tipo de tenencia no muestra relación alguna con la utilidad neta por hectárea en ninguno de los dos estratos.

 

Tecnología de producto

Casi 90% de los productores encuestados en el Estado de México, dijo que el maíz es su cultivo principal en el ciclo (primavera-verano), lo que implica que no ha habido reconversión a otros cultivos.

Predomina la siembra de maíz blanco, ya que 85.18% de los minifundistas y 95.20% de los agricultores comerciales lo tienen, el resto se siembre de maíz amarillo. Se detectó que se está perdiendo la costumbre de utilizar maíz blanco criollo por parte de los pequeños productores, ya que solamente 67.5% lo siembran, contra lo reportado por Hernández en 1985, (casi 100%).

También se encontró que los productores minifundistas tienen una amplia gama de tipos de maíces, desde el blanco certificado, blanco registrado, blanco criollo, amarillo certificado, amarillo registrado, amarillo criollo, de especialidad certificado, azules, cacahuacintle y muchos otros tipos criollos; incluso llegan a sembrar unos cuantos surcos con los maíces que más les gustan. De hecho, mientras que 8% de los productores minifundistas siembran maíz azul o cacahuacintle, ningún productor comercial lo siembra.

Con la llamada "derrama tecnológica" (spill-over) se está reduciendo aun más la rentabilidad económica de la agricultura tradicional campesina. Los productores minifundistas obtienen rendimientos de 1.12 t ha-1, con un precio de venta de $1522.80 por tonelada, por lo que el ingreso promedio es de $1713.15 por hectárea (Los pequeños productores poseen en promedio 0.8 ha, por lo que el ingreso de PROCAMPO adquiere gran importancia porque representa casi 40% del agrícola); los productores comerciales tienen en promedio una superficie de temporal de 30.9 ha y un precio de venta por tonelada de $1107.0 (2006) y un rendimiento promedio de 2.5 t ha-1, por lo que su ingreso promedio por hectárea es de $ 2767.5.

Los costos de producción en ambos grupos de agricultores, son de más de $4000.00 por hectárea, puesto que utilizan maquinaria e insumos comerciales, situación que limita la rentabilidad en ambos sistemas. Los mesofundistas dedican la mayor parte de su producción a la engorda de ganado, con lo que el valor agregado del grano no se encuentra en la escala productiva, sino más bien en la conversión de este a carne; hecho que les permite mantenerse en el mercado, aunque la producción de maíz no sea rentable.

El mayor precio de venta de los productores minifundistas se debe a que 67.5% de los minifundistas utiliza semilla criolla o de especialidad, como el azul. De los encuestados, 72.5% le imputa atributos sensoriales y de calidad superiores con respecto al maíz comercial, dado que al momento de la preparación de las tortillas o totopos, la elasticidad de la masa, así como el grado de maceración de los granos de maíz es diferente, y qué decir de cuando llega el momento de la evaluación sensorial (momento de hacer el taco o masticar los totopos). Simplemente, dicen, no hay comparación. Únicamente 54% de los minifundistas incorporan parte de su producción al mercado; el resto utiliza toda la cosecha para autoconsumo.

 

Tecnología de equipo

Se encontró evidencia de que se están homogeneizando los patrones y equipos de producción en ambos grupos de productores, ya que los minifundistas del Estado de México emplean insumos, maquinaria e implementos convencionalmente usados en el sistema de producción comercial, predominando la maquila agrícola (renta de implementos agrícolas y de tractores) en 52.5% con respecto al uso de la yunta y de azadón y barreta (47.5%) (Cuadro 1), por lo que se puede afirmar que el sistema tradicionalista esta cada vez más en una etapa de transición, pero con características no competitivas; sobre todo porque los costos de producción en ambos sistemas son: producir un kilo de maíz en el sistema tradicionalista cuesta $3.72, mientras que en el comercial es de $1.67 por kilo.

Considerando que ningún tipo de sistema de producción puede aislarse del entorno o la sociedad que lo rodea, esta transición reporta algunas ventajas, tal y como lo menciona Lall (2000), al afirmar que al estar más en contacto con la "modernidad", la ingerencia del cambio tecnológico en un sistema va contribuyendo mediante el spill-over tecnológico hasta homogeneizar las capacidades tecnológicas, mediante la acumulación de conocimiento.

No obstante, para sobrevivir en las condiciones actuales del mercado y de la homogeneización de las capacidades tecnológicas, es necesario comprender la cosmovisión del minifundista y de los otros miembros de la sociedad, entender la dinámica del sistema de producción en el que se desea incursionar; y con base en ello, determinar las estrategias tecnológicas que mejor se adapten a la realidad (Dutrénit, 2000; Hernández, 1985); precisamente esto último es lo que no se ha desarrollado en los productores minifundistas del Estado de México.

En este sentido, un productor minifundista se enfrenta al menos a dos grandes desventajas competitivas respecto de los productores comerciales: (i) una de carácter financiero, ya que el capital requerido para realizar la inversión en bienes de este tipo y el asesoramiento profesional técnico involucrado, se encuentra virtualmente desarticulado de las principales fuentes y de las tendencias tecnológicas; y (ii) la otra es que se encuentran desarticulados del mercado, diferenciándose en el mejor de los casos por el tipo de producto final entregado, como los maíces azules (Hobday, 1995).

Además, se observó una descapitalización considerable en cuanto a la propiedad de animales, ya que han sido vendidos o sirvieron de alimento a los integrantes de la familia y, en gran parte debido al incremento en el uso de maquila agrícola; los productores comerciales presentaron una descapitalización, sin embargo hay que tener presente que su actividad principal es la ganadería. Con relación a la capitalización en equipo (compra de instrumentos e implementos agrícolas o bien tractores) de los productores del sistema de producción tradicional minifundista, fue sumamente incipiente (2.8%) y se mantuvo constante (sin cambios) en 97.2% de los casos; en tanto que los productores encuestados del sistema de producción comercial se capitalizaron en 47.2%, aunque el resto detectó una descapitalización (52.8 %).

 

Tecnología químico-biológica

El manejo de los recursos naturales representa una modalidad diferente de llevar a cabo la reproducción económico-productiva, en la que intervienen cerca de 5.5 millones de unidades de producción rural (INEGI, 2009), de las cuales un poco más de 10% aportan dividendos significativos al mercado y en donde para realizar el proceso productivo se incorporan disciplinas científicas diversas, como por ejemplo la teoría agroecológica (policultivos y rotación de los mismos), nutrición vegetal y edafología, parasitología agrícola, uso de energías alternativas (biodigestores, vermicompostas) e integración agricultura-ganadería-bosque, entre otras (Toledo, 1991). Prueba de ello es que en el sistema de producción minifundista predomina el uso de semilla criolla (67.5 %)

Los costos directos de producción obtenidos en ambos sistemas son muy similares. En el comercial, los costos directos de producción por hectárea ascendieron a $4284.00. Los insumos fueron 33.3% ($1425.0) y las labores culturales 24.9%, lo que indica el uso intensivo de los insumos dada la mayor densidad de siembra y la mayor superficie, aunque ello implica la formación de economías de escala en el uso de maquinaría y fuerza de trabajo, capacidad de negociación en la compra de agroquímicos, etcétera. En cambio, en el sistema minifundista, los costos directos ascendieron a $4194.0 por hectárea; para los insumos se invirtieron $1128.0 y en las labores culturales $968.8, situación que evidencia que dada la poca superficie, se trata de incrementar rendimientos mediante la aplicación frecuente de agroquímicos.

Producir un kilo de maíz en el sistema tradicionalista cuesta $3.72, mientras que en el comercial es de $1.67 por kilo. Los primeros vendieron el kilo a $1.52 y los segundos a $1.10. En relación con esto, se encontró que el ingreso agropecuario representó un bajo valor porcentual en relación con el ingreso total.

En el sistema de producción tradicional el ingreso no agropecuario y proveniente del sector servicios -obreros, albañiles, entre otros- explica 72.50% mientras que el ingreso agrícola (venta de maíz más PROCAMPO) es de 14.80% y el ingreso ganadero 12.70%. El ingreso promedio anual del sistema de producción tradicional asciende a $43 663.90 y de acuerdo con Ramírez (1994), Barros y Buenrostro (1997); Rojas (1997) y Novelo (1997), tal complementariedad se da como resultado de una distribución del trabajo, en función del año agrícola, dado que se trata de ciclos biológicos, en el sistema minifundista, donde la ganadería no es la actividad económica principal.

En contraparte, en el sistema de producción comercial, la complementariedad se da entre la producción de granos básicos con la ganadería, y sólo un pequeño porcentaje practica la actividad económica directa. En estos productores, el ingreso no agropecuario se reduce 28.80% y el ingreso agrícola se incrementa a 26.00%. El ingreso promedio anual del sistema comercial es de $181 200.70.

Relacionado con lo anterior, se encontró evidencia de que, especialmente en el sistema de producción comercial, 15.70% de los entrevistados han salido al extranjero -con destino a los EE.UU.- y 20.80% hacia el interior del país -con destino a los principales polos agrícolas de desarrollo: Sinaloa, Baja California Norte, entre otros-, mismos que manifiestan haber regresado suficientemente capitalizados y dispuestos a aplicar y adoptar las tecnologías aprendidas en el manejo del cultivo.

De esta manera se corrobora que la aplicación de cualquier tecnología requiere de un proceso de aprendizaje; que conlleva dos partes: know-how como tal y el equipo a incorporar, a fin de poder realizar las adecuaciones necesarias a las condiciones locales, y, a partir de ahí, introducir las innovaciones incrementales o de mejora sucesiva en la unidad de producción. Esta situación difiere un poco de la presentada en los productores agrícolas minifundistas entrevistados, en donde debido a su poca movilidad, la adopción de innovaciones es baja.

 

Tecnología agronómica

Se comprobó que se continúa considerando al medio ambiente como inagotable. Prueba de ello es la baja incidencia de proyectos ecológicos y prácticas de conservación en la entidad. Por ejemplo, solamente 3.1% de los productores encuestados, ha establecido proyectos ecológicos, de los cuales la gran mayoría son plantaciones forestales.

Particularmente, para el sistema de producción tradicional minifundista, y en relación con los proyectos ecológicos, 7.4% de los productores tradicionales minifundistas realizan el descanso de tierras, en tanto que el resto de los productores no realizan proyectos ecológicos (92.6%); para el sistema de producción comercial, 76.8% de los productores no realizan ningún tipo de prácticas de conservación en tanto 23.2% sí; las cuales, primordialmente giran en torno al establecimiento de plantaciones, mayoritariamente concentrados en el Distrito de Desarrollo Rural (DDR) 7 (Valle de Bravo), el DDR 3 (Texcoco) y DDR 5 (Atlacomulco).

En cuanto a los proyectos de conservación en la entidad, la incidencia fue mayor, ya que 37.4% de los productores encuestados las realizan, en tanto que 62.6% no. Las prácticas más frecuentemente realizadas son la construcción de bordos y terrazas.

Así pues, para los productores del sistema de producción tradicional minifundista, 71.9% no realizan ninguna práctica versus 28.1% sí (construcción de bordos, surcado en contorno, prácticas con miras a mejorar la calidad de la tierra y cercas vivas); para el sistema de producción comercial 57.8% de los encuestados realizan prácticas con miras a mejorar la calidad de la tierra (rotación de cultivos, establecimiento de policultivos, etcétera), construyen bordos de contención y terrazas o bien el surcado en contorno y el restante 42.2% no realizan práctica alguna.

 

Tecnología organizacional

Se encontró que se mantienen las costumbres en el sistema minifundista en relación con la fuerza de trabajo. De acuerdo con los resultados obtenidos 98.5% de los productores tradicionales minifundistas encuestados hacen uso de fuerza de trabajo familiar no asalariada; aunque se discrepa con Hernández (1985) del argumento de la división sexual del trabajo, ya que la perspectiva de género, es decir la incorporación de la mujer a las actividades económico-productivas es superior (18.4%) con respecto al sistema de producción comercial (12.3%), esto debido a que principalmente para los productores de menos de una hectárea, la agricultura es un ingreso complementario de las remesas del interior del país y del Estado, de los jornales agrícolas y de los servicios y el comercio, principalmente.

El grado de organización formal es incipiente en ambos estratos, sin embargo es especialmente bajo en el sistema de producción tradicional minifundista con 2.8% de los productores; sin embargo la imposición del carácter tradicional de la agricultura minifundista se expresa mediante vínculos familiares y de reciprocidad en torno a las actividades productivas (predominando el vínculo familiar) en 55%; al respecto cabe mencionar que la fuerza de trabajo es 100% familiar para dicho estrato.

 

Discusión

A pesar de que se está uniformizando la adopción de innovaciones en los sistemas minifundista y comercial, por un uso más homogéneo de la tecnología de equipo y biológica, no hay incrementos en la rentabilidad, sino todo lo contrario.

La estructura de costos directos de producción por hectárea evidencia que el impacto de los insumos ($1128.0) y de las labores culturales ($968.8) es muy similar en el sistema minifundista, en relación al de producción comercial ($1425.0 y $1066.7); el ingreso de los minifundistas en promedio fue de $1713 por hectárea, y el costo de producción directo de $4194, lo que implica que cada kilo de maíz lo producen a $3.72 y a los mesofundistas $1.67. Los primeros venden a $1.52 el kilo y los comerciales a $1.10. La ventaja que tienen estos últimos es que le dan valor a la producción agrícola a través de la engorda de ganado.

Lo anterior, aunado a que el rendimiento de maíz por hectárea es similar al de hace 50 años (1.12 t h-1), y a que sólo 2.8% de los productores entrevistados sea integrante de una organización, y que no haya protección al ambiente, implican una reducida gestión de conocimiento para mejorar la rentabilidad.

Por tanto, se confirma la falta de cumplimiento de los objetivos colaterales de PROCAMPO, tanto en los productores minifundistas como en los mesofundistas beneficiarios en el Estado de México, porque no ha habido reconversión productiva hacia actividades de mayor rentabilidad; no se ha estimulado la organización de los productores; no se ha incrementado la competitividad de las cadenas productivas ni se ha frenado la degradación del medio ambiente.

Lo anterior implica el fracaso de las políticas públicas neoliberales en general, y de PROCAMPO como impulsor de la competitividad agrícola; no se dan las condiciones ni estrategias para mejorar la gestión del conocimiento para la adopción de innovaciones pertinentes.

México emprendió la ruta del abandono de políticas de sostén de precios y apoyos a bienes públicos, sin tomar en cuenta nuestra estructura agraria ni sus bajos niveles productivos, lo cual ha llevado paulatinamente al país a convertirse en importador neto de alimentos, en circunstancias donde la gestión del conocimiento no se ha visto reflejada en la productividad de la agricultura, y ha habido poca capacidad de respuesta a los incentivos de política pública (Trujillo et al., 2005).

Lo anterior explica por qué el incremento en el gasto público destinado al campo no se ha reflejado en tasas adecuadas de crecimiento de la producción. La baja respuesta de la oferta se debía en buena medida a las características de la estructura agraria (Gómez- Oliver, 2008) y a que los instrumentos de apoyo (Programas gubernamentales) no están orientados al mejoramiento de la innovación en la agricultura, por lo que casi no hay gestión del conocimiento productivo, o sea, no hay apoyo a bienes públicos.

Otros países si se han preocupado por los bienes públicos como parte de sus políticas. Gopinath y Roe (2000) analizaron la tendencia del crecimiento del producto Interno Bruto de la agricultura (PIBA) de Estados Unidos de América (EE. UU.). Al descomponer el PIBA en efectos de precios, costos y el Factor Total de Productividad o Tecnología (FTP) encontraron que los precios influyeron negativamente en un -1.19 y los costos en un -0.15. A pesar de estos efectos negativos, el crecimiento en la agricultura de EE. UU. ha sido positivo en general, debido al crecimiento del FTP, que se incrementó a una tasa superior a 2.3% por año de 1959 a 1991. En los últimos años ha tenido menor desarrollo, pero continúa siendo positivo.

De manera particular, la más importante fuente de crecimiento del FTP de la agricultura fue la inversión en bienes públicos (investigación, desarrollo público, innovación e infraestructura), que representó cerca de la mitad. La infraestructura (caminos, electrificación rural, sanidad, etcétera), ha representado un tercio de dicho desarrollo. La investigación y desarrollo privado y equipos han contribuido poco.

De acuerdo con Gopinath et al. (1997), países europeos como Francia, Inglaterra y Dinamarca han tenido un crecimiento del producto interno bruto de su agricultura de 4 a 7 veces mayor al de EE. UU., gracias al crecimiento significativo de su FTP; el efecto de precios y costos también ha sido negativo. Desafortunadamente, en México, de acuerdo con Shane et al. (1998) el crecimiento relativo del FTP fue de 0.5, mientras que el de EE. UU. fue de 10.

La respuesta de los agricultores ha sido diversificar sus fuentes de trabajo, de tal manera que para los minifundistas el ingreso agrícola sólo representó 14.8% del total, y aunque PROCAMPO representó 40% del agrícola el agricultor ya no puede vivir unicamente de la agricultura. De acuerdo con una evaluación (FAO-SAGARPA, 2008), la participación de PROCAMPO en el ingreso derivado de la actividad agrícola se ha incrementado de 3.45% en el año 2005 a 20% en 2007, lo que indica que ahora los beneficiarios reciben mayores ingresos de otras actividades que de la venta de sus cosechas.

Por lo anterior, no basta aumentar los rendimientos, modernizar la unidad de producción o el establecer sistemas de monocultivo, introducir nuevas variedades y usar agroquímicos; sino más bien, en función de la llamada multifuncionalidad de la agricultura, se debe fomentar la organización sociocultural de las comunidades locales para favorecer no solamente proyectos de índole agropecuaria, sino también de ecología, turismo y paisaje rural, basados en una acción autogestiva.

Entonces, incluir en PROCAMPO y otros programas el apoyo a bienes públicos para la gestión del conocimiento y desarrollo de capacidades tecnológicas, organizativas, administrativas y de gestión para consolidar redes de innovación, es la mejor opción para el desarrollo de ambos sistemas, el minifundista y el comercial.

 

Conclusión

Algunas de las evidencias encontradas sugieren que en el sistema de producción tradicional minifundista se invierte prácticamente lo mismo que en el sistema comercial (más de $4000.00 por hectárea). Asimismo, se utilizan insumos, maquinaria e implementos convencionalmente empleados en el sistema de producción comercial; predominando la maquila agrícola (renta de implementos y de tractores) en 52.5% con respecto al uso de la yunta y de azadón y barreta (47.5%), por lo que se puede afirmar que el sistema tradicional está en una etapa de transición, pero con características no competitivas, contraviniendo lo mencionado en los objetivos colaterales de PROCAMPO con relación al incremento de la competitividad de las cadenas productivas y al fomento de la reconversión productiva hacia actividades de mayor rentabilidad.

Por otro lado, se corroboró lo encontrado en la literatura en torno a la característica de la agricultura tradicional, en relación con el empleo de la mano de obra familiar, ya que 98.5% de los productores tradicionales minifundistas encuestados hacen uso de fuerza de trabajo familiar no asalariada, con lo que de nueva cuenta, hay evidencia de que PROCAMPO no estimula la organización de los productores, puesto que ésta obedece a patrones conductuales de la cultura productiva.

En síntesis, PROCAMPO no ha cumplido con los objetivos colaterales que se le atribuyen, puesto que únicamente otorga apoyos directos y ha dejado de lado la gestión del conocimiento productivo y la inducción a adoptar innovaciones tecnológicas, organizativas y de gestión. Así, aun cuando los productores minifundistas emplean la llamada diferenciación de producto (8.00%) referida al uso de los diversos tipos de maíz azul, contribuyendo al mantenimiento del flujo y diversidad genética de uno de los tres cereales más importantes para el consumo directo e indirecto de la humanidad, es necesario redirigir los esfuerzos y vincularlos a un programa general de desarrollo con estrategias viables basadas en los conocimientos tecnológicos tradicionales y en el conocimiento físico-biótico del medio, a fin de no sólo asegurar el uso continuo y la preservación de recursos genéticos, sino que también permita diversificar las alternativas de subsistencia de los productores en el marco de una economía global, identificando cuando menos dos nichos de mercado: maíces de especialidad (azul y cacahuacintle, entre otros) e industrializados (tortillas, totopos, galletas, etcétera).

 

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Notas

3 El know-how se define como el conjunto de habilidades, experiencias y "saberes" que una persona o conjunto de ellas -capital humano- posee en relación a un tema en particular (modificado de Wikipedia Foundation, 2007a).

4 El capital relacional se refiere a los vínculos que sostienen los productores agrícolas con otros nodos del sistema de producción agrícola -otros productores, proveedores de insumos, comercializadores, entre otros- con quienes comparten intereses u objetivos comunes debidamente consensuados y que además ejecutan acciones en busca de beneficios de muy diversos tipos para cada uno de sus miembros. Las tres ventajas potenciales del capital relacional son: (i) para cada uno de los miembros de las diversas sub-redes se promueve la socialización de información que probablemente antes de trabajar de manera conjunta hubiera permanecido como un "bien privado", (ii) al homogeneizar el grado de conocimiento entre sus miembros, se favorece la complementariedad de talentos, explotando las diversas habilidades de los actores y, por último (iii) en mayor o menor medida se percibe la noción del poder expresado en este caso mediante el fortalecimiento del capital social (Zarazúa et al., 2009; modificado de Wikipedia Foundation, 2007b).

5 Se define como la operativización del proceso innovativo y se encuentra conformado por cinco tipos de tecnología: de producto, de equipo, químico-biológica, agronómica y organizacional, que permiten concretar la existencia de un know-how tecnológico que rinde beneficios económicos a los usuarios (OCDE, 2005; Waissbluth et al. 1990; Cadena et al. 1986).

6 Se entiende por tecnología al cuerpo de ideas que consiste en un conocimiento organizado de muchas clases proveniente de diversas fuentes utilizado para producir bienes y servicios de utilidad económica, social y política en forma confiable y cumpliendo con determinados requisitos sociales y económicos (Waissbluth et al., 1990). Por lo que de manera muy concreta, la tecnología es el resultado de la aplicación de diversos conocimientos científicos para entender, mejorar o crear técnicas. De acuerdo con Swanson (1997), la tecnología puede ser de dos tipos: (i) tecnología material, es aquella en la que todo el conocimiento existente es utilizado para la creación de un producto tecnológico (conocimiento explícito) como herramientas, equipo, cultivares y variedades mejorados de frutas u hortalizas, etcétera; y (ii) la tecnología del conocimiento, en donde se incluyen aspectos no materiales como la capacidad gerencial y de administración, conocimiento y manejo de mercados a los cuales se destinan los productos obtenidos (conocimiento tácito).

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