El pasado 23 de mayo de 2019, la empresa aeroespacial de Elon Musk, SpaceX, inició el proyecto Starlink, poniendo en órbita una primera tanda de 60 satélites artificiales, dirigidos a proporcionar un servicio de internet de banda ancha, con cobertura mundial.

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El propósito inicial de la compañía era llegar a establecer una constelación artificial, formada por 42.000 de estos dispositivos; aunque, por el momento, solo son 300 los que ya han partido con rumbo a su destino, los 60 últimos el pasado 17 de febrero. Desde un primer momento, la comunidad astronómica mostró su descontento, por lo que todo esto puede suponer para la observación del cielo, tanto a nivel profesional como amateur. Por eso, en junio la Unión Astronómica Internacional (IAU por sus siglas en inglés) tomó la determinación de instaurar la Comisión B7 para la Protección de los sitios de observatorio existentes y potenciales. En ella, se ha solicitado el aporte de astrónomos pertenecientes al Observatorio Vera C. Rubin, la Universidad de Michigan, el Observatorio de Calar Alto (CAHA), la Agencia Espacial Europea (ESA) y el Observatorio Europeo del Sur (ESO). Entre todos, han llevado a cabo una simulación de lo que sería el cielo con solo 25.000 de estos satélites y los resultados, expuestos recientemente en la página oficial de la UAI, no son nada esperanzadores.

¿Qué podría ocurrir?

Con la simulación llevada a cabo por estos científicos, se puede ver que si en el cielo llegaran a posicionarse 25.000 de estos satélites el número de ellos que podría verse en cualquier momento sobre el horizonte oscilaría entre 1.500 y unos pocos miles, dependiendo de la latitud. La mayoría de ellos se verían justo en el horizonte y solo entre 250 y 300 estarían 30º por encima del mismo, siendo este el punto en el que se llevan a cabo la mayoría de observaciones.

Dada la poca información que la compañía de Musk deja caer con cuentagotas, no es posible hacer muchas más predicciones al respecto. No se sabe cuántos de estos satélites se verán a simple vista, pero sí parece claro que la apariencia del prístino cielo nocturno, particularmente cuando se observa desde sitios oscuros, se verá alterada, ya que los nuevos satélites podrían ser significativamente más brillantes que los objetos artificiales en órbita existentes. Dichas interferencias serán más evidentes en las regiones del cielo cercanas al horizonte y disminuirán a medida que aumenta la altura.

También han comprobado que la fase de tren de satélites, más conocida como collar de perlas por la imagen de puntitos luminosos ubicados en línea como si fuesen las cuentas de una de estas joyas, es un punto clave. Esto se debe a que el efecto global depende de la duración de los satélites en esta fase y de la frecuencia de los lanzamientos. Ahora bien, ¿se pueden experimentar ya algunas de estas consecuencias perjudiciales?

Graban la última tanda de satélites ‘Starlink’ cruzando el cielo de La Palma

“Hasta ahora no ha habido problemas serios de tipo científico por los satélites en órbita de Starlink”, explica a Hipertextual David Galadí, doctor en astrofísica y astrónomo residente del Observatorio de Calar Alto. “Hubo un efecto local en la observación de la lluvia de las alfa-monocerótidas, pero fue más anecdótico que relevante”.

Sin embargo, señala que será precisamente la observación de las lluvias de meteoros una de las más afectadas en un futuro, si se siguen poniendo nuevos satélites en órbita.

De cualquier modo, ahora mismo, en el punto en el que nos encontramos, lo más importante no es si los satélites que ya se han lanzado entorpecen las observaciones. La principal dificultad en estos momentos es las falta de información. “Hay información incompleta, a veces contradictoria”, cuenta Galadí. “Al parecer esto está relacionado en primer lugar con la intención de las empresas privadas (Starlink en este caso, pero lo mismo pasa con las otras) de no revelar a la competencia sus planes, lo que se convierte en un efecto perverso más del libre mercado aplicado al medio ambiente: no es ya que se use un recurso común para aprovechamiento privado, sino que las reglas del mercado que conduce a ese aprovechamiento privado nos impiden siquiera diagnosticar el perjuicio que nos va a causar, todo en aras del bien "superior" del dinero que deben ganar las empresas”. Pero esa no es la única razón, según el astrónomo. “El segundo motivo, probablemente secundario, por el que no se da información fiable es porque quizás la empresa lanzadora no termine de perfilar la estructura definitiva de la constelación hasta que haga pruebas técnicas y, sobre todo, prevea el beneficio que puede conseguir para así ver si le vale la pena o no hacer más densa la constelación”.

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Pequeños esfuerzos por solucionarlos, pero no suficientes

Recientemente, SpaceX anunció que estaba investigando la posibilidad de cubrir sus satélites con revestimientos que no reflejen tanto la luz, de modo que no entorpezcan las observaciones desde Tierra. De hecho, uno de los satélites que ya se han enviado cuenta con uno de estos recubrimientos experimentales. Lo narra también Galadí: “El equipo responsable del proyecto Large Synoptic Survey Telescope -- Vera Rubin contactó con Starlink y consiguió que uno de los satélites lanzados vaya pintado de color oscuro. Pintar de negro los satélites complica su control térmico, pues la luz que dejan de reflejar es absorbida y pasa a calentar el aparato. Por eso la empresa no es demasiado proclive a implementar esta solución”.

Añade que por ahora no se sabe cuál será la efectividad de esta medida, ya que solo hay un satélite Starlink pintado parcialmente de oscuro y no se ha observado en su órbita definitiva. “Es posible que una medida de este estilo sea de gran ayuda, pero aún hay que comprobarlo”.

Incluso el rastro sería un problema

Aparte de su visibilidad directa, se estima que los rastros de los satélites de la constelación serán lo suficientemente brillantes como para saturar los detectores modernos en grandes telescopios, afectando peligrosamente a las observaciones astronómicas científicas de amplio campo se verán gravemente afectadas.
En teoría, según las conclusiones del informe de la IAU, los efectos de los nuevos satélites podrían mitigarse prediciendo con precisión sus órbitas e interrumpiendo las observaciones durante su paso. No obstante, esta no sería una solución cómoda, y mucho menos fácil.

“La planificación de las observaciones para apuntar en el cielo hacia los huecos dejados por los satélites lo complican todo y reducen el rendimiento, pero puede ser la única opción viable si no se evita la construcción de las mega-constelaciones, para proyectos de observación de campo muy amplio”, lamenta el astrofísico consultado por este medio. “El equipo responsable de ese proyecto no ha sido aún capaz de diseñar un sistema de elusión eficaz, o sea, que se trataría de una estrategia compleja”.

Por otro lado, apunta a que sería también especialmente complicado para las observaciones de campo ultra-amplio: “Sería, por ejemplo, la observación de meteoros con cámaras ojo de pez y similares. Aquí no hay escapatoria posible y todas las imágenes se llenarán de trazas que obligarán a realizar tratamientos complejos de imágenes o a aplicar estadísticas de corrección a posteriori”.

Todo esto, además, requeriría derivar a ello ciertos recursos humanos y financieros y provocaría un impacto negativo en el progreso de la astronomía terrestre.

Los nuevos satélites de Elon Musk ya son una amenaza para la astrofotografía

Igualmente, cabe destacar que esta posibilidad de mitigación solo sería aplicable a telescopios ópticos, no a los radiotelescopios, cuya señal se vería afectada por las interferencias emitidas por los satélites.

Además, a esto añade Galadí que también debemos tener en cuenta la astronomía aficionada. “El impacto será mayor sobre la observación no profesional: la observación del cielo por puro placer estético y como afición”, aclara. “La afición a la astrofotografía se va a ver muy perjudicada: si los satélites y aviones son ya una molestia, cuando las constelaciones estén en marcha todas las fotos van a salir llenas de rayitas y esto convertirá esta afición en una tortura. Siempre hay remedios (promediado de imágenes, arreglo con Photoshop...), pero nadie se merece esa tortura”.

Y tiene razón. Si ya la contaminación lumínica es una tortura de tal magnitud que por su culpa muchas personas no saben lo que es ver la majestuosidad de la Vía Láctea rasgando el cielo, con estas constelaciones de satélites sería aún más difícil encontrar un lugar suficientemente apartado para estar a solas con el cielo. ¿Vale la pena realmente? Económicamente, para las empresas, por supuesto que sí. Para lo demás, no está tan claro.

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