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El rector opina: Frente a la pandemia, en la UNAD nos cuidamos y seguimos adelante
En Colombia y en el mundo entero no terminamos de comprender la magnitud y los impactos que la pandemia del Covid-19 está produciendo y ocasionará (cuando, ojalá, termine pronto) sobre nuestras economías, gobiernos y hasta los valores que hemos defendido como sociedad, y sobre nuestros proyectos de vida, de familia y de trabajo.
La pandemia nos tomó por sorpresa. Nadie estaba preparado para afrontar una calamidad pública de estas, que hasta pone en peligro nuestra existencia. En una potencia mundial, China, se habría inoculado silenciosamente el nuevo enemigo de la Humanidad que, poco a poco, se expandió a todos los continentes, y que en poco tiempo empezó a preocupar a líderes mundiales y ciudadanos por su alta letalidad. El virus no tiene consideración de clases sociales, ni de edades, ni de género y, lo que es peor, generará una preocupante crisis laboral y económica que, seguramente, irá más allá de 2.020.
Es posible que se avecine uno de los peores desastres de la Humanidad, en nada comparable con los efectos de las devastadoras guerras mundiales, estas también producto de la ambición desmedida y la absurda brutalidad con la que hemos violentado nuestra naturaleza ambiental y a nosotros mismos, por los cada vez más escasos valores humanos como la solidaridad y la búsqueda armónica de la equidad. Al fin y al cabo, ¿qué se puede esperar de una especie en donde los cada vez más ricos son menos, pero dueños de casi todo? y los más pobres son más y más y no tienen el mínimo de subsistencia diaria.
La economía está muy vulnerable. Los sistemas de transporte masivo, de producción en serie, de turismo, de tributación, de entretenimiento y de aviación están al borde del colapso, mientras que el sistema de salud enfrenta una situación inimaginada. Gracias a la tecnología, al internet y a los sistemas de mensajería, el mundo ha podido hallar escenarios de esperanza, de unión y de comunicación, para ayudar a paliar la situación.
Cuando pase esto, los modelos y las formas de la educación superior tampoco serán iguales a los que hasta ahora hemos dimensionado… salvo aquellos que, como los nuestros en la UNAD, han asumido la tecnología como algo propio de su actuar.
Nuestro modelo educativo, el trabajo con tecnologías de punta, la implementación del teletrabajo de mucho tiempo atrás, antes de esta calamidad, y la interacción y el acompañamiento académico mediado por la virtualidad, hoy consolidan el proyecto pedagógico solidario de la UNAD como el más estable para sobrevivir a esta trágica situación.
El modelo educativo de la presencialidad, ya considerado tradicional y análogo, ha tenido que migrar a soluciones virtuales, como alternativa ideal, mas esto no es fácil. Alcanzar los estándares de calidad, cobertura, tecnología, mediaciones, formación docente, contenidos y evaluaciones a través de la virtualidad no se logra de una semana a otra. La UNAD lo ha hecho, a costa de un trabajo de décadas. En medio de esta calamidad, en la UNAD hoy hallamos una gran oportunidad para demostrar cómo nuestra comunidad despliega toda su capacidad metasistémica, para seguir adelante en nuestras actividades organizacionales.
Nuestra UNAD no está en una sede física. Está en donde está la comunidad Unadista, actuante y comprometida con el proyecto educativo. Hago un llamado a la motivación por el trabajo productivo desde casa de todos los líderes Unadistas y de nuestros docentes, para reiterarles que cuentan con los dispositivos organizacionales de trabajo en red, para cumplir las responsabilidades de la universidad, y para promover el diálogo y la construcción colectiva. De esta manera garantizaremos la calidad, la pertinencia y el buen servicio en desarrollo de los procesos académicos, que siempre nos han caracterizado.