Patrimonio

¿Por qué defender el legado del artista que esculpió el Valle de los Caídos?

La Asociación Española de Pintores y Escultores reclama «respeto» por Juan de Ávalos y su Ángel de la Victoria en Tenerife

La "Piedad" de Ávalos en el Valle de los Caídos
La "Piedad" de Ávalos en el Valle de los CaídosLa RazónLa Razón

La Asociación Española de Pintores y Escultores (AEPE) ha dirigido una carta al alcalde de Santa Cruzde Tenerife –José Manuel Bermúdez– y al presidente del Cabildo –Pedro Manuel Martín–, con copia a la Asociación para la Investigación y Protección del Patrimonio Histórico San Miguel Arcángel (AIPPH) y a la Fundación Juan de Ávalos, en la que defiende la obra y el legado del escultor del Valle de los Caídos, cuyo Ángel de la Victoria pretenden retirar las autoridades de la isla en base a la Ley de Memoria Histórica.

En la misiva, que hace pública la AIPPH –principal defensora del conjunto por sus «valores artísticos» y por ello «fuera del ámbito de aplicación» de la norma aprobada en 2007 por el Gobierno de Zapatero–, la asociación de artistas pretende «ayudar» a Ávalos, como al resto de sus «asociados», con el objetivo de que «sean reconocidos tal y como merecen por la magnitud de su obra».

Apunta José Gabriel Astudillo, presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, que Ávalos es «tristemente reconocido únicamente por su espectacular trabajo en el Valle de los Caídos, pero que cuenta en su haber con importantes premios, que antes de la contienda nacional ya le valieron ser nombrado subdirector del Museo Arqueológico de Mérida, realizando una espléndida labor de inventario de las colecciones».

Recuerda Astudillo unas palabras de Chillida –«no existe razón alguna para llegar a destruir una pieza de arte»–, y aunque dice suponer «que no sea esa la intención última» de las instituciones tinerfeñas, «su retirada ya sería de por sí una derrota del arte y de los artistas, del acto creador y de la genialidad de cuantos trabajan para plasmar el espíritu de los tiempos en composiciones y obras únicas e inimitables, pese a la posibilidad de que puedan recordar a otras».

En su opinión, «que una universidad como la de La Laguna recurra [en un informe] a justificar burdamente la falta de valor artístico del “Ángel de la Victoria”, no define más que la mediocridad de quienes no defienden a los artistas, puesto que el diseño de la obra se asemeja a la realizada en Valdepeñas y hoy, lamentablemente y por un acto terrorista, destruida», dice en referencia a otra obra de Ávalos en la localidad ciudadrealeña. Artista, recordemos, que era socialista y tuvo que exiliarse a Portugal en 1944.

«La ignorancia que se puede llegar a plasmar en un escrito al asegurar la “escasa importancia”, la “naturaleza anacrónica”, en un “lenguaje (...) enfáticamente retórico”, apuntando que “no se concede al trabajo de Ávalos ninguna aportación relevante”, es motivo suficiente para desacreditar el informe de quien no adopta una postura de imparcialidad ni otorga valor alguno a una obra», prosigue el texto.

Como «institución consultiva cultural», la asociación que aglutina a pintores y escultores, afirma que «siempre aportamos razones objetivas dentro de una actuación discrecional, pero a favor del artista y su obra, sea cual sea su intención, signo político y credo religioso, intentando hacer ver a los organismos deliberantes que sólo deberían atender, única y exclusivamente, a las razones culturales y artísticas de esa obra».

Conjunto escultórico de Juan de Ávalos en Santa Cruz de Tenerife
Conjunto escultórico de Juan de Ávalos en Santa Cruz de TenerifeLa RazónLa Razón

Considera la AEPE que «la retirada de este monumento alteraría los valores culturales de la isla, que perdería parte de su historia, no siendo válidos argumentos de oportunidad partidista como la Ley de Memoria Histórica, que tanto daño está haciendo a los artistas de otras épocas».

La petición pretende que se tenga «en cuenta esta recomendación [...] desde una entidad a la que han pertenecido y pertenecen escultores y artistas de la talla de Mariano Benlliure, Miguel Blay, Victorio Macho, Julio López Hernández, Antonio López, Rafael Canogar, José Luis Fernández... quienes nos piden que hagamos llegar también su adhesión al respecto».

La AEPE, «a punto de cumplir 112 años y como entidad sin ánimo de lucro», soporta «una difícil carrera de superación» que mantiene «gracias a unos socios entusiastas repartidos por toda la geografía nacional, a la enorme calidad de las actividades que realizamos y a prestigiosos certámenes como el Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura y el Salón de Otoño, la más antigua y célebre exposición de arte que se realiza en España y que en noviembre cumplirá su edición número 89». Una asociación, además, «que no percibe ningún tipo de subvención», por lo que asegura que su «imparcialidad está asegurada» al no deber «nada» a «ningún tipo de organismo oficial o institución, con las que habitualmente colaboramos en todo tipo de temas artísticos y en la defensa del arte y los artistas de todos los tiempos, tendencias políticas o religiosas».

“Un acto irracional que nos igualaría a los intolerantes”

En su amplio mensaje, la Asociación Española de Pintores y Escultores recuerda que “los artistas, los grandes artistas de cualquier parte del mundo, viven de su trabajo. En otros tiempos y en la actualidad, al menos lo intentan. Pero cuando uno es artista, lucha por sobrevivir con mayor o menor éxito, y por llegar a ser parte de la historia y por dejar su huella creativa y de belleza en este mundo cada vez más atípico y variable”.
Los artistas, recuerda la entidad, “también tienen que comer y reciben encargos de todo tipo. Les gustarán más o menos, pero se deben a ellos y a su arte. Como cualquier hijo de vecino, el artista también tiene su propia ideología, y es libre también de declararla o reservarla para él, pero el acto creador no reconoce doctrinas que no sean las puramente dictadas por el ansia de trabajar y crear, sin límites ni fondos ocultos”.
Argumenta la AEPE que “también a los artistas les toca vivir épocas en las que los gustos de la sociedad, los gustos de las instituciones, son unos, y quizás deban ceñirse a ellos, pese a su libertad creadora, y a los movimientos artísticos que marquen ese momento de la historia, y a los temas predominantes en ese contexto específico. Lo que no puede bajo ningún concepto hacerse, es descalificar una obra en base a la ideología de su autor y analizarla torticeramente en otra época y contexto histórico, puesto que entonces perderíamos todo sentido artístico en un acto irracional y estúpido que nos igualaría a los intolerantes”.