Las identidades no binarias

Las identidades no binarias

El tema que vamos a tratar es complejo y requiere que antes distingamos entre dos conceptos fundamentales: sexo y género. Basándonos en el artículo científico de Torgrimson y Minson en 2005, podríamos decir, someramente, que el sexo es una variable de tipo biológico. Son todos aquellos factores relativos a la fisiología y el desarrollo de los caracteres sexuales primarios y secundarios que acompañan al individuo sexuado. Por otra parte, el género es una variable psicológica que se construye dentro de la propia sociedad a través de la cultura y las normas sociales. Debido a su carácter social, el género es algo exclusivo e inherente al ser humano y su capacidad de abstracción. Por poner un ejemplo, podemos decir que tanto un perro como una persona pueden ser de sexo masculino, pero solo la persona podrá incluir en su identidad de género el ser un hombre. Aclarado esto, podemos entender que la identidad de género está muy vinculada a los cambios sociales, culturales y políticos que se produzcan en la sociedad donde se viva.  

Haciendo, una vez más, referencia al progreso humano, en la mayoría de sociedades avanzadas existe una cada vez mayor tolerancia a las transiciones de género y las vivencias de las identidades trans, es decir, aquellas personas cuyo sexo asignado al nacer y género no coinciden. La existencia de las personas trans y el avance social en sus derechos ha provocado inevitablemente que se ponga sobre la mesa la cuestión de qué es el género y cómo éste se construye más allá de los genitales. Llegados a este punto, el siguiente paso es plantear la existencia de las identidades que van más allá del género convencional, las personas no binarias (también se utiliza el término identidades trans* con el asterisco haciendo referencia a todas las vivencias de ruptura de género, sean binarias o no). Según Matsuno y Budge (2017), el no binarismo es un término paragüas que engloba a aquellas personas cuya identidad va más allá del hombre y de la mujer (tercer género), aquellas personas que fluctúan entre el género masculino y el género femenino (género fluido) y las personas que no quieren ser categorizadas en ningún género (agénero). Estas personas, en ocasiones, pueden preferir que se refieran a ellas utilizando pronombres neutros (el más generalizado es el pronombre elle) por lo que lo más apropiado es preguntarle directamente a la persona y adaptarse a la forma en la que quiera ser tratada (Richards et al., 2016).  

Debido a la relativa novedad del no binarismo, existe una escasa pero creciente literatura científica que estudia el desarrollo de estas personas y sus diferencias en comparación con la población binaria. Según lo planteado por Matsuno y Budge (2017), uno de los principales motivos por los que una persona puede identificarse como no binaria es debido a la disconformidad con los modelos de género actuales y por la flexibilidad cognitiva que confiere el no adherirse a lo que se espera de un género. Sin embargo, los estudios más recientes también señalan el peligro de invisibilización tan grande que sufren las identidades no binarias en materia de derechos sociales y reconocimiento (Bragg et al., 2018; Monro, 2019). Por consiguiente, las personas no binarias sufren de mayor discriminación que aquellas que se adecúan al binarismo convencional (Lefevor et. al, 2019). Además, también padecen niveles mayores de ansiedad, depresión y baja autoestima en comparación con las identidades trans* que sí se identifican en el sistema binario (Thorne et. al, 2018). Cuando echamos la vista a los sistemas de salud médica y psicológica que deberían ayudar en la adaptación de estas personas, encontramos que las identidades no binarias también perciben rechazo, incomprensión y una tendencia por parte de muchos profesionales (incluso expertos en acompañamiento trans) que tratan de forzar la elección de un género para el tratamiento (Lykens et al., 2018). 

Por todo ello, es hora de empezar a ponerle nombre. Porque las identidades no binarias también tienen derecho a ser tratadas con el mismo respeto que las identidades binarias. Porque la diversidad debe ser celebrada y no castigada. Porque se necesita investigar en esta materia y educar a los profesionales de la salud. Porque hay que visibilizar esta realidad que viven cada vez más personas. En definitiva, porque de lo que no se habla, no existe.

ANTONIO CABEZAS GIL


Referencias bibliográficas    

Bragg, S., Renold, E., Ringrose, J., & Jackson, C. (2018). “More than boy, girl, male, female”: exploring young people’s views on gender diversity within and beyond school contexts. Sex Education, 18(4), 420–434.  

Johnson, J. L., & Repta, R. (2012). Sex and gender. Designing and conducting gender, sex, and health research, 1737

Lefevor, G. T., Boyd-Rogers, C. C., Sprague, B. M., & Janis, R. A. (2019). Health disparities between genderqueer, transgender, and cisgender individuals: An extension of minority stress theory. Journal of Counseling Psychology, 66(4), 385. 

Lykens, J. E., LeBlanc, A. J., & Bockting, W. O. (2018). Healthcare Experiences Among Young Adults Who Identify as Genderqueer or Nonbinary. LGBT Health, 5(3), 191–196. 

Richards, C., Bouman, W. P., Seal, L., Barker, M. J., Nieder, T. O., & T’Sjoen, G. (2016). Non-binary or genderqueer genders. International Review of Psychiatry, 28(1), 95–102. 

Matsuno, E., & Budge, S. L. (2017). Non-binary/genderqueer identities: A critical review of the literature. Current Sexual Health Reports, 9(3), 116–120 

Monro, S. (2019). Non-binary and genderqueer: An overview of the field. International Journal of Transgenderism, 1–6

Thorne, N., Witcomb, G. L., Nieder, T., Nixon, E., Yip, A., & Arcelus, J. (2018). A comparison of mental health symptomatology and levels of social support in young treatment seeking transgender individuals who identify as binary and non-binary. International Journal of Transgenderism, 20(2-3), 241-250 

Torgrimson, B. N., & Minson, C. T. (2005). Sex and gender: what is the difference? Journal of Applied Physiology, 99(3), 785–787