Palmarés de festivales

2021, el año de cine en el que las mujeres lo ganaron todo

El palmarés de los festivales por fin se escribe en femenino. Tras las victorias previas de Chloé Zhao, Julia Ducournau y Audrey Diwan en los Oscar, Cannes y Venecia, otra directora, la rumana Alina Grigore, se llevó la Concha de Oro en San Sebastián.

Las cineastas Alina Grigore, Julia Ducournau, Audrey Diwan y Chloé Zhao

Las cineastas Alina Grigore, Julia Ducournau, Audrey Diwan y Chloé Zhao / El Periódico

Beatriz Martínez

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Nada ocurre porque sí. Hay decisiones que marcan una época y que responden al signo de los tiempos. Durante décadas el papel de la mujer en el cine estuvo relegado a un segundo plano. La industria del cine era territorio masculino y nadie parecía cuestionar este hecho. Las directoras que accedían a ese espacio estaban condenadas a subsistir en los márgenes si querían defender sus propuestas. Pero ese sistema heteropatriarcal estaba condenado a desaparecer. Sobre todo, desde el momento en el que se profundizó en su trastienda y comenzaron a salir a la luz los abusos indiscriminados sobre los que se había cimentado su dominio y sus privilegios. 

El MeToo fue solo la punta del iceberg para que las mujeres plantaran cara a la corrupción de las estructuras hegemónicas. Ha sido un camino largo, pero la conciencia feminista comienza a dar sus frutos y se ha iniciado un cambio de sensibilidad que no tiene vuelta atrás. Este 2021 pasará a la historia precisamente porque las mujeres han tomado la delantera y han conseguido romper muchas barreras históricas. La primera vez que en los Oscar dos mujeres estaban nominadas en la categoría de dirección, la primera vez que una ópera prima de una mujer estaba nominada a la mejor película, la primera vez que una intérprete estaba nominada como mejor actriz y productora, la primera vez que una mujer en solitario ganaba el Festival de Cannes, la primera vez que… No es una casualidad, es un síntoma. Y, en cierto modo, también una revolución. 

Como decíamos, esto no ha ocurrido porque sí. Se han implantado medidas de paridad en las ayudas, en los comités de selección, en los jurados. Todo forma parte de una rueda que es necesario engrasar para que los cambios puedan consolidarse y en este proceso resultaba determinante que las mujeres rompieran los techos de cristal y accedieran a puestos de poder dentro de ese sistema viciado. Y que las políticas integradoras acompañaran. Al mismo tiempo, las actrices de Hollywood comenzaron a producir historias con las que se sentían más identificadas, también dentro de las diferentes cinematografías se percibía también la transformación. 

Mujeres listas para dar el salto

Una nueva generación de directoras estaba lista para dar el salto. No resulta casual que la mayor parte sean debutantes o firmen su segunda película. Tampoco resulta casual que aborden temas que incómodos, o silenciados y que lo hagan desde una rotundidad temática y expresiva arrolladoras. Es momento de ser contundente. 

Chloé Zhao ganó el León de Oro de Venecia y tres Oscar (que incluían dirección, ese apartado casi vetado a las mujeres en estos galardones) por una película, ‘Nomadland’ que se centraba en un personaje femenino, encarnado por Frances McDormand, que se veía condenado a vivir en los márgenes de la sociedad y luchaba para salir adelante. Emmerald Fennell ganó el Oscar al mejor guion original por una película, ‘Una joven prometedora’, que hablaba sin tapujos de los abusos sexuales a las mujeres y del silencio y el trauma que generan. Julia Ducournau hacía historia en Cannes gracias a ‘Titane’, una Palma de Oro arrolladora con el cuerpo femenino como motor del relato en la que las teorías de la nueva carne se pasaban por el filtro de la nueva ola feminista. Audrey Diwan se imponía en Venecia con ‘El acontecimiento’, la adaptación de una novela de Annie Ernaux con el aborto como gran protagonista. La lista se ha ido completando y ampliando hasta llegar al Festival de San Sebastián en el que tan solo un premio, el de mejor guion, llevaba nombre de hombre, el del veterano Terence Davis. 

Ha sido un palmarés político, un palmarés reivindicativo, un palmarés comprometido. Un palmarés programático y feminista. Y todo gracias a una selección oficial repleta de buenas películas dirigidas por mujeres y a un jurado en el que, por primera vez, solo había un hombre y estaba capitaneado por Dea Kulumbegashvili, que el año pasado arrasó en Donostia con ‘Beginning’, que abordaba la represión femenina desde el punto de vista religioso.

Su apuesta estaba clara: todo para las mujeres. Incluso los exaequos, como ha ocurrido con la nueva categoría de interpretación sin género, en la que han compartido premio dos actrices, una gran estrella como Jessica Chastain y la prácticamente debutante Flora Ofeliz Hofmmann

La masculinidad tóxica

Concha de Oro, para una mujer, la rumana Alina Grigore con ‘Blue Moon’, película de denuncia contundente e incómoda en torno a la masculinidad tóxica y el patriarcado. Mejor dirección, una mujer, Tea Lindeburg por ‘As in heaven’, la crónica agónica sobre cómo el machismo sigue determinando el futuro de las mujeres. Premio del Jurado para una mujer, Lucille Hadzihalilovic por ‘Earwig’, fascinante fábula oscura que apuesta por la experimentación y la sugestión visual y sonora. Premio a la mejor fotografía, para una mujer, Claire Mathon, por ‘Undercover’. Y, en otras secciones, Premio del Público para Céline Sciamma por ‘Petit Maman’, Premio Horizontes Latinos para Tatiana Huezo y su ‘Noche de fuego’ y premio New Directors para Lena Lenskih y Ekatreina Perfilova por ‘Unwanted’. Más claro, agua. Un palmarés con conciencia de género

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