JESSICA SÁNCHEZ Y EL PRECIPICIO DE CRISTAL

ALG30 noviembre, 2016

Jessica Sánchez, escritora, feminista y directora del Grupo de Sociedad Civil habló para El Pulso en una entrevista que trató sobre política, feminismo y literatura.  Su cálida recepción en su oficina en la Miramontes de Tegucigalpa, nos hizo entrar en confianza y más que una entrevista, el tiempo se fue en una agradable conversación que hoy compartimos con ustedes. 

«El Grupo Sociedad Civil surge con la Estrategia de Reducción de la Pobreza (ERP), como un pacto entre Estado y Sociedad Civil», explicó Jessica. Según dijo «está compuesto de once sectores sociales: sector mujer, pueblo indígenas y afro, sector obrero campesino, empresa privada, pequeña y mediana empresa, discapacidad, tercera edad, juventud y recientemente está el sector LGTBI que ha participado en todo este proceso. Con el golpe de 2009, hay una escisión con el Estado y queda solo Sociedad Civil. Se tomó una postura de no apoyar el golpe, una postura de resistencia. Antes estuvo Omar Rivera en la dirección y con él se logró avanzar mucho en el tema de seguridad. En la actualidad estamos desarrollando el proceso de incidencia en relación al nuevo Código Penal y coordinamos la articulación 611, porque son 611 los artículos de este nuevo código. Para decidir trabajar en un tema, recibimos la solicitud y hacemos el proceso, se discute en asamblea y se aprueba que entre en el grupo».

¿Son organizaciones de base entonces la mayoría?

«La mayoría, si».

¿De dónde asumen ustedes la autoridad para representar a la Sociedad Civil, o ser veedores en los procesos políticos?

«Nosotros siempre hemos dicho que no somos toda la Sociedad Civil. Somos parte de ella. Representada en los diferentes organismos. La autoridad que tenemos es la que nos da la gente y estrictamente eso. Somos conscientes que el concepto de Sociedad Civil ha sido muy utilizado y hay ciertas organizaciones que se apropiaron del término y dicen ser “La Sociedad Civil”, como si fuera un solo concepto homogéneo. Tenemos que entender que la Sociedad Civil es un concepto heterogéneo entonces».

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«Ya rompimos el techo, ya están entrando mujeres a puestos de dirección. Pero es como en la crisis de Islandia, cuando quebraron los bancos, ahí llamaron a las mujeres para que les resuelvan los problemas, para por si fracasan, es culpa de las mujeres».

¿Por qué el resto de la sociedad civil no tiene una actuación más relevante entonces?

«Lamentablemente las organizaciones de la Sociedad Civil están dirigidas por ciertos líderes que son caudillos y no escapan de la dinámica del movimiento izquierda tradicional. Son centralistas, son egocéntricos, ellos tienen la última palabra, son casi los dueños de las organizaciones. Una de las cosas que a mí me impresiono cuando yo vine aquí por primera vez, es que uno de estos dirigentes me dijo: “Necesitamos una reunión pero, con el alto nivel de Sociedad Civil”, y yo le dije: “¿Y es que hay niveles pues?”».

¿Hay rangos entonces en las organizaciones de la Sociedad Civil?

Si. Lo que ellos llaman líderes de alto nivel. Incluso Bertha era de alto nivel, según ellos. ¿Pero y entonces? La gente de las comunidades, las mujeres de madre tierra, las mujeres de la rueda, ¿no son alto nivel? ¿Serán bajo nivel? Porque si es un adjetivo tiene que haber un antónimo y todo se centra aquí en Tegucigalpa. Yo creo que se ha descuidado mucho el trabajo en las regiones, se ha descuidado en temas de articulación, porque las propias regiones tienen su pujanza».

¿Alguien elige los representantes de la Sociedad Civil o es una cuestión más orgánica, que se da dentro de las organizaciones?

«Yo te diría que es una cuestión de coyuntura y de accesos de poder, porque cuando nosotros vamos a ciertas reuniones, no vamos todos. La cooperación te pide para sus reuniones, que vayan tres o cuatro y para realmente tener una representación verdaderamente representativa de Sociedad Civil, sería mucho más masiva. Además nos ponen tiempos. Hay dos temas, uno es la capacidad nuestra de recoger las iniciativas de las bases por un lado, y por otro lado el tema de que como sociedad civil y no te estoy hablando del grupo, sino en general, porque también sociedad civil son los partidos políticos, tenemos poca capacidad de propuesta y es una auto-critica. Generalmente vamos y hacemos toda la catarsis, denunciamos todo lo que está mal y al final hay poca propuesta. Se entiende pues cuando el otro lado del interlocutor, que en este caso es el Estado, te diga “bueno pero es que los problemas ya los sé, pero ¿cuál es la propuesta?” Creo que hemos sido un poco lentos en general nuevos mecanismos de organización, nuevas dinámicas. ¿Qué va a pasar si nosotros seguimos diciendo La “Sociedad Civil”, y solo somos cuatro o cinco?, se va a producir el desgaste en que ya está cayendo y la falta de credibilidad. Ahí viene otro problema, que es la cuestión de relevos. Si aquí hay gente joven, qué mujeres estamos posicionando, que líder LGTBI estamos posicionando, que población con discapacidad, si vos le hechas una mirada a la sociedad civil, generalmente son hombres la mayoría y ¿dónde estamos las mujeres?»

Jessica Sanches, en una lectura de poesía.
Jessica Sánchez, en una lectura de poesía junto a Maria Eugenia Ramos y Karen Valladares.

Libre y el movimiento social. ¿Ha respondido Libre las demandas del movimiento social y la sociedad civil?

«Creo que Libre no debió haberse constituido como partido político, porque era nuestro sueño, era un anhelo de todo el tema de la Resistencia y que de repente se viniera a encapsular y encasillar en un partido, fue un error. Varios nos decían “bueno y qué quieren que se haga, es la única manera de llegar al poder” pero hoy se ha demostrado que no, que hay cuotas de poder, y bien mínimas, entonces, no lo sé Oscar, creo sin temor a equivocarme que Libre nos ha desilusionado en muchas cosas, a mí me ha desilusionado con el tema de participación de las mujeres aunque ahora tengan la trenza. Del partido conservador ya se sabe que lo que podes esperar. Ahora estamos con que si no sos de Libre entonces sos cachureco, o sea hemos perdido la capacidad de crítica y análisis porque son los dos polos, “o sos de aquí o sos de allá”, pero fíjese que no soy de ningúno. Cuando empezabas a criticar al principio estrategias de Libre, cuando decis “pucha yo a doña Xiomara no la veo con un liderazgo real». ¡Ah! sos traidora. El partido nacional es de los pocos partidos que tiene una equidad de género real. Aunque no nos guste».

¿Cuántas mujeres ha habido en el puesto de directoras de grupo de sociedad civil?

«Una, soy yo».

¿Sos la única? ¿Por qué hay tan pocas mujeres en el puesto de representación de grupo sociedad civil o de las organizaciones de sociedad civil?

«Este año me pidieron hacer un análisis de la participación política de las mujeres en diferentes esferas y bueno, las diputadas son 27%,  las alcaldesas son 6%, pero hice el ejercicio con un listado de ver cuántas éramos directoras de sociedad civil, entonces hice una muestra de la mayoría del universo —que no son organizaciones de mujeres, claro—. 12% a penas y esa es una de las grandes luchas que yo tengo, porque te dicen “no pero si en nuestra organización la mayoría son mujeres, inclusive son coordinadoras de proyecto, si son las que les hacen los trabajos”. Incluso a mi como directora de Grupo Sociedad Civil no se me han dado los mismos apoyos que se le dan a mis antecesores hombres, empezando por el puesto. A mí me costó ganarme el puesto de Directora Ejecutiva. Yo era Coordinadora Técnica, mientras que mis antecesores si eran Directores. Entré ganando menos que no es diferente a todo lo que pasa afuera. Nosotras trabajamos más y no estamos tanto en espacios de medios. Aquí tenés que ser muy mediático. Yo pensé, “bueno las cosas van a cambiar, hay una mujer, voy a tener los mismos apoyos” ¡y no! Jamás. Es lo que los analistas llaman «El precipicio de cristal», ya rompimos el techo, ya están entrando mujeres a puestos de dirección. Pero es como en la crisis de Islandia, cuando quebraron los bancos, ahí llamaron a las mujeres para que les resuelvan los problemas, para por si fracasan, es culpa de las mujeres. Y cuando una organización vuelve a repuntar, entonces ya las mujeres hicimos el trabajo  y vuelven a jalar gente hombres para esos puestos. Yo he sido vigilada, contabilizada con una lupa y no se les exigió lo mismo a mis compañeros varones».

Desde izquierda, Fabricio Estrada, Jessica Sanchez, Karen Valladares y Jorge Martínez.
Desde izquierda, Fabricio Estrada, Jessica Sánchez, Karen Valladares y Jorge Martínez.

Vos sos feminista, no sé cómo es tu relación con las organizaciones feministas en general, pero son como las organizaciones más presentes a la hora de entender sociedad civil en Honduras ¿por qué si no han tenido la capacidad de incidir en cambio de política de genero dentro de las organizaciones de Sociedad Civil, pretenden cambiar la infraestructura del Estado?

«Es una pregunta bien capciosa, esa. Mira, sí, yo soy feminista, siempre me negué al tema de la oenegizacion, siempre trabajaba con ellas pero fui parte feministas en resistencia y de hecho son mis aliadas principales. Cuando hubo crisis aquí, las que estaban conmigo eran las organizaciones de mujeres y feministas. Son las que han estado apoyando el trabajo que he hecho y viceversa. Yo creo, Óscar, que son de las organizaciones más radicales que hay en el país en estos momentos y son de las que más mirada estratégica pueden tener. Sin embargo, nosotras lo hemos discutido, cuando una toma el riesgo de asumir según espacio mixto, el costo personal es altísimo. Realmente el movimiento, somos muy pocas. Aquí tenemos que estarnos enfrentando con estructuras cavernarias».

¿De la sociedad civil?

«Si. Tienen todo el discurso “progre”, pero por detrás te friegan. Igual le ha pasado a compañeras que han entrado en candidaturas políticas que, me acuerdo de una compañera que decía “pucha, ni las feministas votaron por mi”. Estoy pensando ahorita en Gladys y en el costo que tuvo su demanda, y en cuantas de nosotras realmente la acompañamos en todo ese proceso, y eso tuvo un costo para ella personal. Las condiciones para nosotras no están dadas de tal manera que si están dadas para los hombres, aquí cuando tu agarras un puesto de dirección, tú tienes que hacer todo, hacer el informe, representar en reuniones, vaya, solo barrer y trapear creo que no, pero todo lo demás sí».

¿Eso lo hace otra mujer?

«Eso lo hace otra mujer, si es que hay, si no te toca también. Bueno, ahora cada quien lava su taza. Pero cuando los hombres llegan a la dirección, tienen un equipo que los dejan ser ellos, nosotras no, tenemos que ordenar, barrer y limpiar la casa».

¿Hay algún ejemplo de mujeres que les hayan tocado un trabajo como el tuyo adentro de Sociedad Civil, hay otro ejemplo que podamos sacar para poder ver si hay un patrón? 

«Ahorita estoy pensando en que otra directora, no se me viene a la mente ninguna».

Jessica Sanchez y Anarella Vélez.
Jessica Sánchez y Anarella Vélez en un café poetico del CCET.

¿Vos sos peruana?

«Peruana Hondureña».

¿Cuándo llegaste? ¿Estudiaste en Perú?

«Estudie hasta los 10 años en Perú. Mi mamá es de Santa Bárbara, cuando nos trajo ya éramos seis, mi mamá con 30 años y tenía 6 hijos. En Perú estaba un tema muy difícil en ese momento, que era el tema del Sendero Luminoso. Habían muchos atentados, muchas bombas y secuestro de niños, y aparte de eso, un poco para hacerte el contexto, teníamos un padre muy, muy violento y con niveles de violencia domestica muy altos. Entonces mi mamá optó por venirse con nosotros, nos dijo que nos traía de vacaciones, le dijo a él que nos traía de vacaciones y ya aquí nos quedamos. Yo quiero recalcar, aunque la relación con mi madre ha pasado por muchas etapas y no siempre buenas, yo admiro que ha sido una mujer que ha dejado atrás todo, su trabajo, su plaza como maestra, su casa, todo lo que tenía, por empezar de nuevo y librarse de ese círculo de la violencia. Y a mí me legó esa capacidad de lucha y de empezar de cero. Ella me demuestra que si es posible salir de la violencia, claro a muy alto costo. Aquí yo estudie en la Normal de Santa Bárbara. Soy maestra de formación. Allí me vinculé en el movimiento estudiantil. Lo mío era el teatro, la poesía, yo leía desde chiquita, una de las personas que me involucró en el movimiento estudiantil, me dijo que el arte sin la política no es nada, fue Eduardo Montes».

¿Era muy amigo tuyo?

«Fue mi mentor en esa época de mi vida. A Montes lo desaparecieron en el 91 fue un proceso muy difícil no solo para mí. Era un consejo estudiantil sui generis, de solo mujeres y el único hombre era Montes. Fue un proceso muy difícil, porque en ese tiempo no sabías dónde estabas, no sabías qué iba a pasar. Durante mucho tiempo fuimos muy cercanos. Él recientemente entró en otra fase de su vida y nos distanciamos pero, es como con los hermanos. Montes ya había sufrido un accidente que casi fue mortal, ahí digamos que yo deje de vincularme tanto con él y el hizo un cambio de vida. Yo creo que necesario para él. Yo creo uno de los problemas principales de este país son los extremos, yo lo conocí y él era muy cómo te digo muy impulsivo. Montes a la edad de Rigo (Rigoberto Paredes Velez) era como él, incluso más comprometido políticamente, pero la gente cambia».

Fue una tragedia que te tocó doblemente. Por el lado de Montes y te tocó por el lado de Rigo también. 

«Sí, por el amor, por el cariño a Anarella, una familia formada en la Paz, con el amor en la poesía, los textos. Y veamos ahora, el poder sigue intacto o sea el poder es tan astuto que nos hace pelear y matarnos entre nosotros, y al final somos simples peones. Ahora uno va a la cárcel y el otro se muere. Y que hace el poder, contrata más abogados, somos totalmente desechables.

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«A mí me hubiera gustado más ser escritora que política, incluso ahora quisiera ser más escritora. Lo que pasa es que estamos en un país que no te lo permite mucho».

¿Cómo resolvemos eso?

«Yo siento que ahí hay varias cosas una: el tema cultural de la violencia de los hombres. Te insulto te agarro te golpeo. Eso por un lado. Prevención de la violencia y ¿cómo transformamos esos patrones?, puede ser muy abstracto,  pero la otra es cómo vamos caminando hacia la mediación, caminar hacia ser mediadores y mediadoras políticas, hacia la interlocución. O sea, el que yo me siente hoy con alguien como Ramo Soto, para ponerte en el peor de los casos, no quiere decir que yo esté de acuerdo con él. Con el tema del aborto, ha tocado sentarse con personas inimaginables, pero no quiero decir que estoy pactando, quiere decir que estoy buscando una mesa, un dialogo. Pero aquí no se entiende así. Y lo otro que yo creo, que ese sí es uno de los grandes males de este país, y ojala algún día se escriba la novela del golpe de Estado, no hay puntos medios. Estas a favor o estas e contra y si estas en contra me voy con todo sobre vos. El golpe dividió familias. ¿Cómo salir de la habladuría y de la charlatanería y caminar realmente hacia una mediación? En los peores conflictos de la humanidad, en las peores guerras, la gente se ha sentado. Tenes el caso de Colombia. Cuando nosotras decidimos, incluyendo el movimiento feminista, no vamos a pactar con el estado, nos metieron unos goles, incluyendo desde el hecho de que todos los que estábamos en la resistencia no fuimos a votar, es nuestra responsabilidad y es responsabilidad de la resistencia que tengamos los gobernantes que tenemos hoy. Con el poder que tienen ahora. Ustedes pueden decir que no pactan con el Estado, pero nosotros, cuando tenemos el caso de la mujer violentada, asesinada, ¿dónde quién vamos a ir?, donde el fiscal, donde el juez, donde la municipalidad que son nuestros referentes».

La crisis del movimiento social. ¿Cómo lo ves vos, desde el movimiento feminista?

«De lo más profundo de toda la historia. Pero yo creo que el movimiento feminista dio el salto de ser unas cuantas intelectuales que estábamos ahí reunidas y tomábamos cafecito, a las calles. Que las mujeres de los mercados se acercaran a vos y te dijeran “¿qué es eso de feminismo? yo quiero ser también como ustedes”. Eso vos lo ves en explosión de diferentes colectivos y redes de mujeres que incluso escapan a nuestro control y al control de las ONGs. Son mujeres jóvenes que están haciendo sus propias apuestas. Eso es muy bueno, aunque el movimiento social está en una crisis muy fuerte. Yo creo que esta va a empezar a ser la era del feminismo, donde por primera vez se está reconociendo como un actor importante en la lucha social».

¿Cómo es tu relación con la literatura en general? 

«A mí me hubiera gustado más ser escritora que política, incluso ahora quisiera ser más escritora. Lo que pasa es que estamos en un país que no te lo permite mucho. Mi relación con la literatura es como la de un amante, o sea profundamente enamorada, profundamente vital pero con limitaciones de tiempo de familia de horario, así y me gusta que sea así, porque eso te oxigena te da vida, es mi relación profunda, vital. La literatura a mí me salvó la vida y yo siempre lo he dicho, cuando los episodios más feroces de violencia en mi casa, yo me refugiaba en los libros y en los cuentos, y sabes por qué, por la posibilidad de que otro mundo fuera posible, de que otros mundos fueran posibles».

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Jessica Sánchez en la presentación del libro «Catastrofe» de Gustavo Campos.

¿Por que las mujeres no escriben mucho aquí?

«Yo creo que pasa por un proceso de la identidad de género. O sea, mira, Amanda Castro decía una cosa, es que en Honduras hay un problema, es que están “las que no se lo creen y están las que se lo creen todo”. Están las Divas y las que no se creen escritoras. Eso me hizo mucha gracia porque yo era de las que no se lo creen, todavía, yo conozco buenas escritoras jóvenes pero como estamos más en lo privado y yo me incluyo, el ámbito público no es importante. No consideran importante publicar. Eso por un lado, por otro lado que es el tema que nos falta formación y eso hay que decirlo. Estamos ocupadas en el trabajo doméstico, teniendo hijos y no es el tema del cuarto propio de Virginia Weston. Yo apostaría entonces por formar mujeres lectoras. Pero entonces ahí viene el otro rollo, cómo lo hacés, con quién lo hacés, qué realmente es una necesidad. También y el tema de la valía, yo siempre cuento esta anécdota del poeta Francisco Estrada, de cuando yo vine aquí y me invitaron a una antología de poesía joven dentro de la cual habían pocas mujeres, generalmente las compañeras de los compañeros, entonces me acuerdo que dice Fabricio Estrada a Salvador Madrid “poeta, hable usted” y Salvador Madrid a Fabricio Estriada “no poeta, como cree, hable usted” y empezaron un reconocimiento entre ellos de poeta a poeta, en un momento me levante y me fui, porque tuve una imagen de una felación colectiva: poeta, poeta, poeta, dicen los otros poetas, y a nosotras no se referían como poeta, sino por nuestro nombre. La validación. Cuando una mujer escribe, no es otra mujer la que se le valida, generalmente es a un hombre que se la destaza, la hace porra. Hay una responsabilidad nuestra, no hemos formado gente. Y las generaciones anteriores tampoco nos han formado a nosotros y te lo estoy diciendo como un ejercicio  de formar escritores de seguir el lápiz de apoyarlos de fortalecerlos no, no hay».

Pero a los hombres escritores tampoco nos han formado.

«Pero sí se validan o sea por ejemplo tu caso es muy, sui generis, porque vos sos elector libre, entonces vos haces lo que querés hacer, con tus recursos, que eso también asusta. Por ejemplo Ludwig Varela tenía atrás a Eduardo Bähr. Tenes a un Magdiel Midence, que tenía atrás a un Rigoberto Paredes. Claro eso requiere tiempo, requiere que le dediques tiempo a tu mentor, un montón de cosas ahí, pero se te permite la entrada a festivales, a un circuito bien selecto. Para mí ha sido bien importante por ejemplo la mentoria de María Eugenia Ramos, Helen Umaña —pero ha sido poca mentora—, Anarella Velez, ahora. Yo creo que se está haciendo otra cultura, pero soy de la idea de que si vamos a escribir, tenemos que escribir bien, aunque pueda sonar muy horrible. Porque estamos sujetas a un público que nos va a destrozar o sea nos va ver con mayor dureza. Una vez le reclame a un catedrático y después me arrepentí de que “porque no nos estudiaba a nosotras”, o sea, generalmente vos ves que Ludwing Varela saca un libro o Martin Cálix, y al rato ya hay análisis, ya hay artículos, te puedo decir de Gustavo Campos y Mario Eugenia Ramos. No es que necesitás que otro te diga “mira eso está bien, o esto está mal, o yo creo esto”, es de polemizar alrededor de la obra. Como te digo, tu caso es bien sui generis por que no has tenido mentor, el mismo Gustavo en un principio lo menturó Mario, a Martín lo menturo Fabricio, creo que quizás me tengo que buscar un mentor».

Al terminar el día, sufrimos el tráfico de la Miramonte para ir a tomar un café. Jessica y yo seguimos hablando, pero ya sin la grabadora. Agradezco que más que una entrevista, Jessica  me permitió conocer su mundo y el precipicio de cristal que está allí, esperando.

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