La VII edición del festival pamplonica, aunque en formato reducido, se celebra del 26 al 30 de agosto, y es ejemplo, junto a la Bienal de Sevilla, de la fortaleza de la cultura flamenca.
Revista La Flamenca. Antonio Parra. 24/8/2020
En tiempo de no festivales, en Pamplona habrá festival. Flamenco On Fire se celebrara una vez más, por séptimo año consecutivo. Es una historia joven, reciente, pero de éxito fulgurante, que ha hecho a otros festivales mirar de reojo al norte, no sin cierto recelo. ¿Qué pasa en el norte? ¿Pues no era Pamplona el lugar al que se miraba cuando alguien andaba un poco torcido de compás o de voz, con la guitarra o con el cante? Y ahora...¿hay que ir a Pamplona a escuchar buen flamenco, a pasarlo bien, a tomar unos mojitos en el hotel Tres Reyes, a tomar pinchos en la ruta gastronómica del tío Sabicas y de paso darse una vuelta por la vecina Donosti como si viviésemos una versión real y jocosa de los Ocho apellidos vascos?
De momento es de los pocos festivales que ha resistido, que ha dado un paso al frente, pese a que nos encontramos en plena pandemia y a que Navarra no es de las comunidades que mejor está en este sentido, además de situarse entre dos de las más afectadas por el coronavirus, Aragón y el País Vasco. Será, claro, un festival recortado, de menos días y menos actividades, con menos gente, con las habituales limitaciones de aforo, con distancias, con mascarillas. Un festival más triste sin duda, pero en medio de la alegría (aunque parezca una paradoja) que supone el hecho mismo de que se celebre, dadas las circunstancias. Esto, junto a la también anunciada Bienal de Sevilla (con un amplio cartel, por cierto) da esperanza. La esperanza de que las artes escénicas, el espectáculo (y entre ellos el flamenco) vuelva a coger su sitio en el mundo de la cultura y de la vida social de un país que necesita buenas noticias.
Flamenco On Fire, pese a desarrollarse en menos días este año, del 26 al 30 de este mes de agosto, cuenta con los habituales grandes conciertos en el auditorio Baluarte (en esta revista, LA FLAMENCA, pueden encontrar la programación completa, exhaustiva) y con actividades y conciertos al aire libre, gratuitas, aunque desde luego, por razones de seguridad, no podremos ver en esta ocasión las plazas abarrotadas de otros años en las mañanas de los balcones o en el ciclo nocturno.
Lo hemos escrito en otras ocasiones: una de las importantes razones del veloz éxito de éste todavía joven festival ha sido la cercanía total y el encuentro entre artistas, público y prensa. Por supuesto, cuenta y mucho la calidad de los artistas que han ido pasando por sus distintos escenarios, incluidas las grandes figuras mediáticas: este año, por ejemplo, entre otros, Miguel Poveda, que abrirá el festival el día 26, no en Pamplona, sino, por primera vez, fuera de la capital, en Tudela; Vicente Amigo, o Farruquito, que tendrá como artista invitada a Remedios Amaya. Y una de las variantes ya tradicionales en el certamen: la Orquesta Sinfónica de Navarra, que en esta ocasión actuará acompañando a Chano Domínguez, concierto que el día 30 cerrará los conciertos de El Baluarte.
Sin embargo, ofrecer este tipo de figuras está al alcance de cualquier festival si se cuenta con buen presupuesto. Pero, repito, Flamenco On Fire basa su éxito en haber sabido recuperar algo ya perdido en cualquier certamen flamenco desde hace tiempo: la presencia de los artistas en Pamplona más allá de la actuación, lo que propicia el encuentro, la convivencia, la tertulia entre aficionados y artistas, algo tan consustancial a la vida flamenca pero que ya es casi inexistente.
Además, las actividades paralelas siempre saben ofrecer novedades poco frecuentes, se alienta la fusión y el atrevimiento junto a lo clásico. Este año, pese a un programa más reducido, el apartado ‘Ciudadela SXXI’ ofrece entre otras las actuaciones de “La Niña”, Los Voluble y Raúl Cantizano, La Macanita... Y una recuperación oportuna, la de Los Chichos, familia y raíz de tan buenos artistas. Alguien puede preguntarse qué pintan unos viejos rumbemos en un festival flamenco ya de enorme prestigio.
Esa sería una pregunta legítima, pero voy a decir algo que quizás resulte polémico pero que quien esto escribe siempre ha defendido: la rumba madrileña que representan Los Chichos y otros grupos de la época (no tanto la rumba catalana, aunque fuese anterior) ha sido sociológicamente la seguiríya de ese tiempo. Naturalmente, no trato de comparar musicalmente ni como complejidad estructural ambas cosas. Por favor, entiéndaseme bien: Hablo como grito social fue en los años setenta y ochenta esa rumba, sobre todo entre los marginados de entonces, sobre todo entre los gitanos, pero no solo.
Quien viviera en Madrid durante los años de la Transición, durante el tiempo llamado del desencanto y la posterior Movida, sabe lo que fueron muchos barrios populares, Vallecas a la cabeza. La droga, la marginalidad, la pequeña delincuencia, el sufrimiento, la cárcel, las muertes por sobredosis, las redadas policiales, el miedo...Y muchas de las canciones de estos grupos rumbemos, como verdaderos himnos de esta juventud de aquellos barrios sin más esperanza que ser carne de cañón. Así que bienvenidos los Chichos.
Pues sí, Flamenco On Fire ha sabido mezclar con tiento tradición e innovación. La tradición le viene de marca, no en vano el festival se celebra bajo la invocación del gran Sabicas, nacido en esta ciudad. El propio Sabicas, partiendo de la tradición, fue un verdadero revolucionario de la guitarra flamenca, innovador, capaz de cambiar los caminos de este instrumento.
Acabo mi crónica y reflexión. Aunque este año Flamenco On Fire, sin duda, vaya a ser un poco más triste (como es hoy nuestra sociedad, mientras dure el maldito virus o no haya una vacuna) sin duda es toda una esperanza que el festival resista, que tenga continuidad a pesar del miedo, de los recortes presupuestarios contundentes, a pesar de todo, en un año en que casi todos los festivales se han suspendido. Flamenco On Fire, junto a la también anunciada y ampliamente programada Bienal de Sevilla, son la bandera visible de que la cultura y el flamenco nunca mueren.