EDUCACIÓN

El millar de ferraris gaditanos en la carrera escolar

Aproximadamente 900 estudiantes de la provincia de Cádiz tienen altas capacidades, su integración es un reto para las familias y la comunidad educativa

Taller para niños de altas capacidades en Talentum.

ANDRÉS G. LATORRE

Los primeros pasos del niño siempre se vigilan con un mimo exquisito. Cada gesto se analiza al detalle. Llegan las sorpresas cuando el niño dice su primera palabra. Sobre todo si esa primera palabra se pronuncia cuando el niño apenas tiene seis meses de edad. Ése fue el caso de Fran, uno de los aproximadamente 900 niños que, oficialmente, presentan altas capacidades en la provincia de Cádiz. La cifra es orientativa porque, según inciden desde los colectivos de padres, muchos casos se quedan sin diagnosticar .

Como también fue orientativo, en el caso de la madre de Fran, Tania García, que su hijo empezara a leer con tres años «y a pedirme que le enseñara a sumar y a restar; su profesora nos sugirió que le hiciéramos las pruebas para verificar si tenía altas capacidades, pero era muy pequeño y preferimos esperar». Una espera que, finalmente, confirmaba lo que sospechaban: Fran era superdotado .

Fran, alumno con altas capacidades, juega divertido con su madre.

Llegados a este punto cabría preguntarse, ¿qué es ser superdotado o, por emplear un término más técnico, presentar altas capacidades? Manuel Salvado es director del Programa Talentum , un instituto gaditano que se encarga de ofrecer apoyo a niños de altas capacidades de la provincia de Cádiz. Explica que, técnicamente, «es un niño que, a la hora de enfrentarse a diferentes pruebas de la inteligencia superan unos percentiles determinados ». Esos percentiles pueden referirse a un área intelectual concreta, talento simple (como la música, o las matemáticas o la expresión), en varias áreas (talento complejo) o a todas, (sobredotación) . La discrecionalidad de las pruebas explica que de los 21.000 niños de altas capacidades que hay en España, 10.000 pertenezcan a Andalucía. «Es cierto que no hay equidad en los criterios a nivel nacional y ésa es una de las demandas que realizan los colectivos de padres », indica Salvado.

¿Es fácil ser el padre de un niño superdotado? «Es muy exigente, porque son unos niños muy despiertos e inquietos; además, suelen tener una gran sensibilidad, es muy fácil hacerles daño, tienen un gran sentido de la justicia», detalla Tania García que reconoce que han tenido suerte el caso de Fran porque «tiene altas capacidades en todas las áreas cognitivas; muchos niños con altas capacidades lo son sólo en un aspecto o varios, pero no en todos y eso les provoca un desequilibrio que se refleja en que son inestables emocionalmente ».

Fran, a sus ocho años, va un curso adelantado al resto, es un niño alegre, cariñoso con su hermano pequeño y muy sociable con el resto de sus compañeros del SAFA San Luis, en El Puerto . Pero tiene un punto flaco, como comenta su madre con tono divertido: «No es demasiado hábil jugando al fútbol, así que siempre le repito que él es bueno estudiando igual que otros niños lo son con la pelota, porque no queremos que piense que es mejor que nadie ».

La ayuda necesaria

Salvado incide en que estas clases de enriquecimiento que ofrecen con el programa Talentum (que se imparten en siete centros de la provincia de Cádiz), « no buscan segregar, sino ofrecer un apoyo que el estudiante necesita , como le sucede al que tiene dificultades en el aprendizaje». Es curioso cómo, a la hora de analizar el trato que reciben en la enseñanza pública y concertada estos alumnos, coincide con el análisis de colectivos de padres de niños con necesidades especiales. «Los equipos de orientación tienen una labor crucial en diagnosticar y atender esta necesidad académica para evitar posibles efectos negativos como la frustración y la desmotivación en clase ». La elevada tasa de fracaso escolar en estos alumnos confirma que precisan de una atención especial.

Cuando se escucha a padres y profesores, señalan el mismo problema de los niños de altas capacidades en clase: se aburren . «En muchos casos están frustrados porque ya no les hacen caso o, simplemente, porque n o pueden ir al ritmo que ellos demandan », incide Salvado mientras que la madre de Fran pone un ejemplo: «Mi hijo empezó a leer con tres años; con seis les estaban enseñando a sus compañeros en clase, así que no atendía, se dedicaba a enredar porque no deja de ser un niño...».

Es por eso que en las clases en las que coinciden niños con altas capacidades los pequeños superdotados encuentran mucha cohesión . «Muchos de estos chicos prefieren charlar de astronomía en lugar de jugar al fútbol: encontrar a otro niño en su misma situación, que no le mira como si fuera un extraño, es muy reconfortante para ellos. De hecho, pese a que tenemos un programa basado en distintas áreas de conocimiento (con talleres de matemáticas, informática, astronomía, ciencia o escritura creativa) lo que más valoran nuestros alumnos es que aquí pueden sentirse ellos mismos », confiesa Salvado.

«Bueno, los niños pueden sentirse ellos mismos y los padres también . Al resto de padres les cuesta entender que castigue a mi hijo sin su rato de lectura por la noche, así que cuando escucho a una madre que le avisa al niño de que si no se porta bien le esconde los minerales, me siento mucho más comprendida », se desahoga Tania.

Ella comparte la idea de que faltan recursos para los alumnos con altas capacidades «hemos tenido suerte con el colegio, pero hay chavales que no encuentran este apoyo en clase o que tienen familias que no saben darles la educación que necesitan. Es cierto que mi hijo no necesita un logopeda (con ocho años les ha dicho a sus padres que quiere aprender ruso o chino- pero sí requiere material extra para mantener su ritmo ». A Fran, lector apasionado y especialista en preguntas difíciles («con cuatro años me preguntó que, si se conocía cuándo empezó el mundo, ¿se sabía cuándo iba ser el último día?») lo que más le divierte del cole es inglés, francés y matemáticas y, de mayor, quiere que nos divirtamos, gracias a él, los demás, porque «quiere ser programador de videojuegos».

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