Disciplina positiva ¿cómo empezamos? Parte 2

 “La urgencia es una trampa mortal en la educación. La infancia se cuece a fuego lento”. Marisa Moya.


En la entrega anterior hablábamos sobre la importancia de identificar los detonantes que disparan una conducta, reaccionar en la justa medida analizando si son comportamientos típicos de la edad o no, y siempre, tomar estos momentos como una oportunidad para enseñarles a los niños alguna destreza socioemocional (adaptabilidad, empatía, generosidad, sentido del humor, adaptabilidad, etc.).


También explicábamos el caso de un toddler de 2 años que coloreaba en una pared: reaccionábamos con enojo o le dábamos opciones porque son muy pequeños para comprender de prohibiciones. En la segunda opción, los educamos positivamente porque retiramos la mala costumbre sin ira. 


Veamos a los padres y educadores como entrenadores de vida que necesitan ejercitar un sinfín de habilidades en los pequeños y adolescentes. Vivir cada “problema” como una ocasión para fortalecer las características que en 20 años los harán ser mejores, es la clave. 


¿Cuánta musculatura puedes ejercitar para que tus hijos crezcan en bienestar emocional?

Un gimnasio no son sermones, los niños necesitan capacitación en recursos y esta capacitación se logra haciendo, es decir, poniendo el ejemplo. Para lograr ser esa persona necesitas aprender a canalizar tus emociones, a regresar a tu cerebro pensante, lo que tocábamos en la entrada anterior. 


Foto: Anna Shvets en Pexels








 

Recordemos algunos puntos:

    • No te interesa encontrar culpables, ni herir al niño.
    • Las reglas estrictas no funcionan para controlar, de hecho, el control no sirve. 
¿Cómo disciplinar?

Cambiemos las reglas por pautas que tengan sentido para los chicos, sobre todo cuando empieza la pubertad, resaltar que las normas no están labradas en piedra, que no son unilaterales. Aquí, en la disciplina positiva, el papel de los niños es más que el de un simple receptor al que se le dice qué hacer y obedece.


En la construcción de pautas los niños y adolescentes van interiorizando a medida que van encontrándole sentido para su vida, al tiempo que identifican sus motivaciones y el aliento que supone su esfuerzo. ¿Por qué funciona? Porque les mostramos respeto, les damos seguridad, les ponemos enfrente la oportunidad de ser empáticos, de ser participativos y sentirse útiles. 


En la primera infancia el adulto pone los límites, sí. Pocos porque no podrían cumplir con todos, pero nos aseguramos darles alternativas, en la pared no se colorea, puedes hacerlo aquí.


En los 5 o 6 años ya se pueden hacer compromisos y buscar acuerdos, a esta edad ellos ya tienen la capacidad de involucrarse, ejercitan su responsabilidad de una forma natural sin sentirse controlados; este proceso se logra jugando, en cuanto más juego haya en la vida del niño, mejor se lleva.


¿Y al iniciar la adolescencia?


Al llegar la adolescencia los jóvenes nacen para sí mismos, se desvinculan de los lazos familiares pero las raíces ahí están, en ese momento buscan abrir sus alas, por lo que respetar su individualidad es importante para no entrar en luchas de poder; que no solo son infructuosas, no aportan y es muy posible que no ganes.


Foto: Andrea Piacquadio en Pexels

Si a los 10 años el control no se siente bien, a los 14 años mucho menos. En esta etapa nos los ganamos con la cooperación, sin ganar a costa de lo que sea, trabajando en la comunicación sin sermones, ahora es momento de la complicidad (siempre anteponiendo su seguridad). Ellos tienen que tener su mundo, su intimidad, pide permiso para las conversaciones, búscalo cuando esté receptivo, como en la primera infancia: haz uso de la creatividad y de lo hipotético.


Antes de amenazar recuerda: Neurológicamente, muchas de las habilidades que le dan concentración y pensamiento lógico aún no están completamente desarrolladas, hay una revolución en su cerebro. Lee más aquí. 


Sin importar la etapa de desarrollo hay que invertir tiempo en preparar el terreno, en trabajar habilidades socioemocionales, en que los niños puedan reconocer cuando se estresan, que sepan con qué recursos cuentan y cómo los pueden usar. 


Fuente: “El castigo no es educativo, es inseguridad adulta”. Marisa Moya. BBVA Aprendamos juntos. Febrero 2019.

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