Qué mal percibirá Jorge Yunda su propia gestión en la alcaldía de Quito que en una reciente entrevista con diario El Comercio, él mismo se dio una calificación de “un 3 o 4” sobre 10. “Me falta mucho por hacer. Aún no he comenzado”, fue su sorprendente respuesta cuando lleva ya más de siete meses al frente del municipio. Habría al menos que agradecer la sinceridad de Yunda y la conciencia de su pobre desempeño, pero la franqueza no sirve de consuelo frente a la ausencia de políticas, iniciativas e ideas hacia la ciudad.

La falta de orientaciones es notoria en múltiples ámbitos. No hemos escuchado ni una sola propuesta para redefinir el pesado modelo de gestión municipal, rehacer las administraciones zonales y revisar el funcionamiento de las deficitarias empresas municipales. Yunda apenas se lamenta que, de cada 100 dólares, el municipio invierta solo la mitad en obras mientras el resto se va en gasto. El pesado modelo de gestión –ineficiente, burocrático, corrupto– se ha convertido en un obstáculo para resolver los problemas de la ciudad. Basta un ejemplo: el caótico tema del transporte público no encuentra una respuesta desde hace años, y Yunda solo difiere el tema. Se ha limitado a decir que el aumento de las tarifas, congeladas desde hace 16 años, no soluciona el problema. Su propuesta vendrá con un sistema de ¡40 indicadores de calidad! Los vacíos técnicos del municipio llevan a que cada administración invente un sistema de evaluación del transporte público.

Hay muchos otros temas pendientes. Aún no se conoce quién operará el Metro ni en qué consistirá la propuesta integral de reorganización del transporte público. Tampoco hay iniciativas en políticas tan cruciales como medio ambiente, movilidad, manejo de espacios verdes y públicos. Da verdadera pena el abandono de parques y jardines en la ciudad. No hay una política de comunicación que informe de manera sistemáticamente qué hace la alcaldía y hacia dónde van sus planes. En octubre, para paliar la ola de críticas en su contra, Yunda provocó una crisis de gabinete. ¿Cuáles fueron los efectos? Trivializa lo popular sin convertirlo en el eje de una propuesta cultural distinta de la ciudad, si ese fuera el caso. Cuando hace denuncias graves, las vuelve superficiales e insustanciales con comentarios jocosos, como cuando habló de una serruchada de piso en su contra con motosierra. No pasó de allí la insinuación.

Todo lo anterior muestra la inmensa improvisación con la que llegó a la alcaldía, la irresponsabilidad de los políticos frente al municipio, y la degradación de la política local justamente cuando más se la necesita. Como él mismo dice, ‘llegué a la alcaldía jugando vóley y tocando guitarra’. No hay reflexión ni visión de la ciudad, tampoco interlocuciones con los ciudadanos, apenas respuestas parches, rutinarias, a los inmensos problemas y desafíos. En el poco tiempo que lleva en la alcaldía, el desencanto y la desidia frente a la ciudad se ahondó. Tengo la impresión de que los quiteños hemos botado la toalla y nos hemos rendido frente a un alcalde sin mayores ideas y propuestas, y un municipio con inercias burocráticas y creciente mediocridad.

Con su propia autoevaluación, Yunda pierde el primer semestre. 3/10. (O)