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CON EL DESARMADOR EN LA MANO

Reseña • ‘Paseo nocturno’, de Rubem Fonseca • Esteban Castorena Domínguez

Esteban Castorena Domínguez

Paseo nocturno’, de Rubem Fonseca
Paseo nocturno’, de Rubem Fonseca
Reseña • ‘Paseo nocturno’, de Rubem Fonseca • Esteban Castorena Domínguez

Viktor Slovski, uno de los principales exponentes del estructuralismo ruso, sostenía que la labor de un artista consiste en “desautomatizar” la realidad; es decir, lograr sacarla de un estatus “ordinario y cotidiano” (por decirlo de alguna manera) y reinterpretarla desde perspectivas distintas. Este proceso de desautomatización exige al artista que vea la realidad con otros ojos, encuentre algo en ella y, a través de su arte, muestre a los demás esa peculiaridad que ha encontrado en el mundo. El teórico ruso, en su artículo “El arte como artificio”, señala:

La finalidad del arte es dar una sensación del objeto como visión y no como reconocimiento; los procedimientos del arte son el de la singularización de los objetos y el que consiste en oscurecer la forma, en aumentar la dificultad y la duración de la percepción. El acto de percepción es en arte un fin en sí y debe ser prolongado. El arte es un medio de experimentar el devenir del objeto: lo que ya está ‘realizado’ no interesa para el arte.

La desautomatización está estrechamente relacionada con otro concepto utilizado por Slovski a lo largo de su obra crítica: el extrañamiento (ostranenie). Es lógico pensar que el artista, en su búsqueda para reinterpretar aquello que lo rodea, sufra una sensación de desconcierto frente a su interpretación y hallazgos. Esa misma sensación luego de dar “una vuelta de tuerca” a la realidad se contagia a los espectadores cuando se enfrentan a la obra de arte. Luego de ese primer desconcierto, comienza un proceso de análisis en el que el espectador intenta comprender aquello que el artista ha cifrado en su obra.

Cada artista se vale de distintas herramientas a su alcance para plantear su visión del mundo. El conjunto de estas herramientas: lingüísticas, simbólicas, visuales, etc., constituye el estilo. Hay quienes, por ejemplo, se valen del realismo más puro y quienes, por el contrario, encuentran en lo fantástico el medio adecuado para acentuar algo que han interpretado en el mundo.

Resulta pertinente hablar sobre la realidad, su expresión en lo ordinario y cotidiano, así como de la contraposición que conlleva salir de ese lugar común y automático cuando se habla del cuento “Un paseo nocturno”, de Rubem Fonseca.

El relato sigue a un oficinista que cuenta su noche en primera persona. El hombre llega a casa luego del trabajo. El maletín que lleva en su mano está lleno de informes, estudios e investigaciones. A su llegada, su esposa juga solitario mientras bebe whiskey, la hija está en su habitación practicando la modulación de su voz. Al ver a su esposo con el maletín, la mujer insiste en que el hombre debe aprender a relajarse.

El estilo de Fomseca suele decantarse por la crueldad, la violencia y el humor negro. Durante las descripciones de la cotidianidad del hombre no faltan los comentarios ácidos; un ejemplo de ello es la descripción que hace de la cena familiar. Una vez que la cena ha concluido, es tiempo de ese momento de relajación del que hablaba la esposa del narrador. Un ritual que el narrador tiene para salir de su cotidianidad, de la vida laboral y su dinámica de familia.

El hombre gusta de salir a pasear por la ciudad. Invita a su esposa a dar una vuelta en el carro; la invitación, aclara el narrador, la arroja sólo porque sabe que ella va a negarse. Solo, el hombre va al garaje, los carros de sus hijos le impiden salir. Tiene que mover los automóviles antes de poder sacar el suyo, un auto deportivo y acondicionado con defensas reforzadas de doble acero. El hombre sube al auto, enciende el motor y siente cómo su corazón se acelera.

El narrador maneja, da vueltas por la ciudad. Busca un lugar poco iluminado. Su vista está a la caza de un hombre o una mujer, le da lo mismo aunque, siguiere, con los hombres es más emocionante. En medio del paseo, encuentra a una mujer que camina en medio de una calle arbolada, lleva cargando un envoltorio de papel como el de un mandado. El narrador apaga las luces del carro y acelera. Al menos por un momento sale de su cotidianidad, se deja llevar por ese hobby que lo hace salir de una realidad que lo agobia.

La mención a los carros de los hijos, un chiste entorno a una cuenta de banco, así como el hecho de que la familia tiene una camarera que les sirve la cena, son elementos que demuestran la posición acomodada del narrador y su familia. Esos detalles bien podrían considerarse meramente circunstanciales, aunque, si el lector se hace interrogantes luego del extrañamiento que produce el comportamiento del narrador, entonces la lectura cobra otro posible significado.

Con su estilo tan particular Fomseca parece ofrecer una historia que bien podría leerse desde una crítica marxista. El humor negro, la crueldad y la violencia son las herramientas con las cuales el autor presenta una crítica social. Aquellos de la clase acomodada se sirven de la clase trabajadora como un modo de escapar a su propia realidad.

Si quieres leer el cuento, lo encuentras aquí.




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Esteban Castorena (Aguascalientes, 1995) es Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Por su trabajo como cuentista ha sido becario del Festival Interfaz (2016), del PECDA (2016) y del FONCA (2018). Su obra ha sido publicada en diversos medios impresos y digitales. Gestiona un sitio web en el que comparte sus traducciones de literatura italiana.
 

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