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Cuidado con los apelativos

Hoy se apela al pueblo para justificar todo, incluso en su perjuicio. Atrás de los apelativos siempre hay una profanación.

#TheBunkerNoticias | Cuidado con los apelativos
Por: Luis Farias Mackey
  • 05/12/2021

Cuidado con los apelativos, que al apellidar o calificar algo cambian su sentido y ocultan su propósito: influir en el receptor.

Y hoy el apelativo es “pueblo”.

Así, hay que hacer periodismo para el pueblo. El periodismo ya no es informar hechos, sino informarlos “para” el pueblo. ¿Qué se contiene en ese para?

De entrada: profanación. “El fin es lo que profana cada cosa y cada acción” al convertirlas en simples medios de algo generalmente impuesto.

A la pregunta: “>¿Qué debo hacer para ser dichoso?” Nietzsche contesta: “Sé dichoso, y has lo que tengas que hacer. No quiero que hagas ninguna cosa por los ‘para’, los ‘porqué’ y los ‘a fin de que’, sino que hagas cada cosa por ella misma y por amor a ella”.

Pero entonces se nos dice que sólo lo del pueblo es bueno y lo demás es malo y digno de los infiernos en vida.

Pero ¿ qué es bueno y qué es malo? ¿Hay algo bueno para todos y en todo momento?

La verdad es que definimos el bien y el mal en función de nuestros conocimientos, perspectivas, circunstancias y deseos. No hay un bien y un mal imperecederos, porque vivimos en un mundo en devenir.

Antes del 2018 el bien era uno, hoy ya es otro y, aunque se hable de la revolución de las conciencias y su petrificación en el tiempo, ello no pasa de ser un sueño mojado de déspota, que siempre la historia termina por arrollar lo junto con sus decretos de eternidad: “En verdad os digo: ¡un bien y un mal imperecederos — no existen! Siempre tienen que superarse desde sí mismos”.

Lo bueno y lo malo son valores del hombre, no de la naturaleza. Todo valor es una valoración hecha por el hombre. El valor se crea valorarando. Y ¿cómo valora el hombre? Queriendo. Todo querer es una unidad del querer, lo querido y el queriente: Y siempre lo es en el tiempo.

Pero hoy ya no hay hombre, sólo pueblo: ciencia para el pueblo, periodismo para el pueblo, economía para el pueblo, opacidad para el pueblo y militarización para el pueblo. Todo es digno, aceptable si se impone en nombre del “pueblo”.

¿Pero qué es el pueblo? Lo que puebla un territorio. Pueblo es población. Todo aquel que pueble México es pueblo. Y vienen otra vez los apelativos: pueblo bueno, pueblo uniformado, pueblo transformado, pueblo traidor…

La verdad es que la sociedad es algo mucho más complejo que el pueblo. Está cruzada por necesidades, intereses, organización, voces, derechos, libertades, afectos y demandas. No es un amasijo único e inamovible, sino bloques diferenciados de grupos e intereses en perpetuo devenir.

Así, el pueblo es otra mascarada de las apelaciones.

Bien. ¿Por qué la periodista, el ama de casa, el padre de niño con cáncer, el estudiante del CIDE, la maestra de la UNAM, las víctimas de feminicidio y hasta Biden, tendrían que querer ese inasible que se llama el bien del pueblo?

¿No enseña la realidad que no hay una verdad dictada desde el vértice del poder? ¿No es el bienestar de todos, el bienestar de cada uno en su circunstancia? No está limpia la ciudad cuando todos barren el frente de su casa.

Aquí tocamos la diferencia entre hacer justicia igualando e igualar para hacer justicia. En el primer caso, se da a cada quien lo que le corresponde e iguala finalmente a todos en la justicia; en el segundo se iguala a todos a raja tabla y no cabe justicia alguna, sino injusticia a la de a huevo.

Pero no abandonemos el camino emprendido. A donde quiero llegar esa determinar si los apelativos cambian la realidad o la engañan.

Partamos de que no hay pueblo bueno y malo, sabio y zafio. No hay un pueblo sin pluralidad en libertades y derechos. No hay eso que se repite cual mantra de neoliberales y conservadores, de pueblo bueno y sabio. Son categorías falsas como rifar un avión, la no compra de medicinas, los abrazos al crimen organizado, la economía creciendo y en jauja, y el complot permanente en contra del bien personalizado.

La única manera que tenemos para saber si la acción de gobierno es efectiva es midiendo si beneficia a los individuos en su mayoría, no al pueblo es su abstracción.

Y así pregunto: ¿La reforma eléctrica beneficia a los mexicanos o a la CFE? Expresa y tácitamente se nos ha dicho que se trata de salvar a la CFE, no dar prestar un mejor servicio. Y su razón es dictatorial: quien controla un bien imprescindible, controla al pueblo, éste sí masificado. Dos Bocas y la política energética, cualquiera que esta sea, ¿beneficia a los mexicanos de carne y hueso o a PEMEX?

El Decretazo, ¿cuida al mexicano, a la Hacienda Pública y al medio ambiente, o a obras, funcionarios, contratistas y constructores?

El COVID fue una calamidad para los mexicanos, pero se pondero como un anillo al dedo al control político buscado. Los abrazos no balazos, ¿protegen al mexicano, su familia, derecho y bienes, o al crimen organizado? ¿La militarización es en beneficio de los mexicanos o de los Generales? ¿La ausencia de medicinas por tres años y contando, es a favor de los mexicanos o en contra de prejuicios y fantasmas? ¿El centralismo, el control del Congreso, los ataques al poder judicial, el desmantelamiento de instituciones, la mentira como instrumento de gobierno, benefician a los pobladores de carne y hueso del territorio conocido por México?

¿El bien del pueblo, significa el bien de todos, o el bien de nadie?

Publicado en LFMOpinión.

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