El “pacto por la educación” durante y después de la covid-19

Columnista invitado
12 de mayo de 2020 - 04:19 p. m.

Por: P.  Harold Castilla Devoz, cjm* 

Si algo ha revelado esta pandemia mundial de la covid-19, y de manera especial para nuestro país, es que el “pacto por la educación” debe ser un compromiso de todos. Nos hemos dado cuenta de que debemos unir pensamientos y acciones para que nada se quede en “saco roto”, sino por el contrario concretemos una realidad educativa sistémica y articulada entre sus niveles y actores. Esto permitirá que los aprendizajes sean significativos para el talento humano y que, a su vez, atiendan las necesidades reales de nuestros territorios: ello es, en definitiva, la calidad con impacto que la sociedad espera de la educación. 

En este contexto, según algunos datos estadísticos aún hay mucho por trabajar. Por ejemplo, la penetración del internet en el mundo se sitúa en 58,7%, cifra inferior pero cercana a las observadas en América Latina, con 68,9%, o en Colombia, con 63,2%. En materia de penetración de smartphones se registran datos similares, con 65% para América Latina y con 55% en el caso colombiano. Estas estadísticas evidencian la necesidad de profundizar en la generación de capacidades tecnológicas, reconociendo la diversidad geográfica, social y económica existente, para responder de manera adecuada, creativa e innovadora a los retos de la educación en la actual coyuntura y en el futuro, con la participación activa y coordinada de los gobiernos nacionales y subnacionales, de los sectores económicos, de las instituciones de todos niveles de formación, y de los padres de familia y estudiantes. 

Pero no basta solo con mirar el factor tecnológico. Se suman otros desafíos, no menores, en el entramado de esta apuesta significativa de no renunciar a que la educación siga siendo ese camino fascinante de desarrollo humano y social de una nación que, como la nuestra, requiere seguir apostando por la calidad de la misma. Se trata de pensar en las competencias virtuales que requieren los profesores para responder con mayor impacto en la dinámica de la enseñanza y el aprendizaje. Ello también implica una invitación para todos los estudiantes que, cerradas las brechas de acceso y uso de los recursos tecnológicos, están llamados a responsabilizarse plenamente por su formación, donde el autoaprendizaje es esencial para educarnos a lo largo de la vida, una exigencia que permite estar en sintonía con un mundo cada vez más cambiante y acelerado. 

Asumir las responsabilidades que nos compete a cada actor de la educación es parte de lo que significa hacer posible la construcción o renovación del tejido social. La formación debe ser protagonista de la acción transformadora de la humanidad. Es así como lograremos derribar las paredes que frenan los propósitos y metas formulados por la ONU frente a la calidad educativa en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Las estadísticas y hechos que demuestran los importantes avances en los sistemas educativos son el punto de partida, y por qué no, un impulso esperanzador para el mundo en esta tarea inacabada de lograr ese máximo potencial que la educación tiene como motor de transformación individual, social y económica. Hacer posible el “pacto por la educación” sería entonces la lección número 22 (parafraseando al pensador Yuval Noah Harari y su libro Las 21 lecciones para el siglo XXI) que nos deja esta realidad de la covid-19. Que todos asumamos la responsabilidad es pensar en las generaciones presentes y futuras y, con ello, también actuar llenos de valentía y solidaridad. Vivimos una época en que la humanidad siente, ahora más que nunca, el llamado a la colaboración, la integración y la cooperación, sin dejar ninguna fisura a que los egoísmos o los individualismos hagan más complejos los escenarios durante y después de la pandemia.

 *Padre Harold de Jesús Castilla Devoz, CJM, es el Rector General del sistema universitario UNIMINUTO 

 

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