Quien entiende la libertad, la usa. Quien no, abusa.
Tenemos que llegar a entender aquello de que es mejor estar solo que mal acompañado, o estamos condenados a convertirnos en esa mala compañía. Hay que reconciliar la independencia con el amor.
Hablemos de relaciones, que está muy de moda, que a partir de los treinta “va tocando”, de las prisas, del porqué si y el porque no. El otro día escuchaba eso de que “las relaciones son cárceles” en una de esas tertulias entre amigos, en las que últimamente sale mucho el tema y a mí el poso que me dejan es el mismo, que lo importante es vivir. Lo importante y además lo que queremos, pero cuando no lo defendemos, vienen los agobios. Me explico:
Si tu planteas una relación sin una dependencia económica, como podía ser antes, sin buscar el interés, la ventaja o como medio para algo. Si quitas todas esas posibles cosas que pueden llegar a ser razones para permanecer en ella y te quedas solo con la relación y lo que te aporta en si misma, todos tenemos claro que eso que te aporte tienen que ser cosas buenas, muy buenas: estabilidad, pertenencia, comprensión, independencia, aventuras, alegría, sexo y para mi, sobre todo, libertad.
El problema viene cuando queremos sacar más, cuando pretendemos que la relación sea la razón de ser de nuestras metas personales, la tirita que arregle nuestras desdichas, el centro en torno al cual gire todo, ahí nos confundimos. Tus metas son tuyas y te las curras tú. La relación no tiene que ser obstáculo, por supuesto, pero no debe de ser razón ni medio para nada.
Además, no nos gusta para nada estar solos, los vacíos nos asustan, los llenamos con cualquiera y luego vienen las frustraciones de no conseguir lo que queremos, de los objetivos dispares, de querer controlar cosas y personas que no tenemos derecho a controlar y los argumentos a medias. Queremos amor e independencia, pero no estamos dispuestos a pagar el precio o a tener la paciencia para encontrar ambos en una misma persona, ni a asumir que, si no aparece, no hay que sentenciarse a vivir con algo que no nos funciona.
Callil Gibrand decía: Tu razón y tu pasión son el timón y las velas de tu alma marinera. Si alguna vez se rompen solo puedes esperar que la corriente te arrastre o detenerte en la mar en calma. Por alguna razón, gobernar en solitario, es una fuerza contenida y la pasión, sin control, es una llama que arde hasta su propia destrucción.
No podemos usar las relaciones y mantenerlas, para tapar carencias. La razón de tus metas eres tú, lo que a ti te apetece conseguir algo y el trabajo que estás dispuesto a poner encima de la mesa para conseguirlo, porque solo tienes una vida y tienes que vivirla. Se trata de un ejercicio en pro de la objetividad y de poder tener claro siempre, si quieres en tu vida a tu pareja, amigos, trabajo, o si los conservas porque te aportan algo que te viene bien o te conviene. Si estás manteniendo algo en tu vida por lo segundo, ya estás perdiendo, porque hay algo que estás cubriendo y por tanto dependes de tu relación.
Se trata de no quedarte en un trabajo que no te gusta por los beneficios complementarios que te dan, de no invertir (gastar) tiempo en falsas amistades para acceder a atajos o en no estar con alguien a nivel sentimental, a pesar de tus sentimientos, objetivos o a pesar de ti. Nuestros objetivos deben ser nuestros y nuestra independencia innegociable. Pero si cantamos tanta oda a la libertad y la independencia ¿Debemos dejar de exigir, que cumplan en el trabajo, lealtad a las amistades y exclusividad en una pareja? No joe, no seamos tan simples.
Yo lo tengo bastante claro, por lo visto, desde los 16 años que escribí esto:
“Y puedo querer, puedo prometer una vida entera junto a alguien, puedo darlo todo, pero no hasta quedarme sin nada. Dame alas, porque a veces necesito correr lejos para encontrarme, pero eso no significa que deje de quererte, seamos simples en eso. Aprende a quererme con mi espacio, a comprender que estoy hecha para los míos, pero también para mí misma y te regalo mil locuras, te regalo mi vida a tu lado. Porque hay demasiadas cosas complicadas, como para creer que dar es sinónimo de perder y amor de sufrimiento.”
A ver quién me cambia ahora … Esto podría decírselo a cualquier jefe, pareja o amistad a día de hoy.
Vamos al barro, hablemos de independencia y libertad en una pareja con exclusividad. Si se puede señores, eso sí, siendo muy maduro, responsable y consecuente y eso, alma de cántaro, es lo que aburre. Claro, no te jode, porque cuesta esfuerzo. Y si a eso le sumas la edad, las dudas de si queremos familia propia o no, las compras de casas, los planes de vida… y las prisas, que nunca fueron grandes compañeras de las buenas decisiones, tienes un cóctel perfecto para elegir mal o justificar gilimemeces.
Todos le hemos dado vueltas al tema de las relaciones abiertas, el no poseer al otro y 80 argumentos más que manidos de este estilo. Y mira, no, yo no quiero tanto lio. Si estoy dispuesta a pagar por el reservado de un local para tener tranquilidad y disfrutar con los míos, no voy a meterme en una relación a la que puede entrar cualquiera. Yo pongo toda la cabeza e introspección que haga falta, pero yo quiero algo exclusivo, que me de tranquilidad y disfrute.
** Inserto aquí botón para para quienes no me acepten la metáfora del reservado y las personas dentro de mi performance y quieran decirme aquello de “las personas no te pertenecen”.
Se trata de lo siguiente, que es lo de siempre pero bien traído. Enamórate, estate con una persona que te llene tanto que no quieras otra cosa, que la admires, y que quieras respetar todo su mundo y su libertad para no arriesgarte a cambiar ni un ápice de lo que es, porque es lo que te atrae y si eso se acaba en algún momento, ten los deberes hechos, échale huevos, ves de cara, ten una conversación, acábalo y vete, no desgastes algo que has querido tanto. La putadita es que esto conlleva estar muy trabajado a nivel individual. Por eso se engaña, por eso se habla de relaciones abiertas, por eso se huye o se cae en el ghosting, porque no lleva trabajo, es monumentalmente fácil. Pero lo fácil es mediocre y no suele dar buenos resultados y mucho menos paz mental.
Yo, solterita, me remito y me aferro a William Henley que una vez escribió “Desde la noche que sobre mi se cierne, negra como su insondable abismo, doy las gracias a los dioses, si existen, por mi alma inconquistable. Caído en las garras de la circunstancia, nadie me vio llorar, ni pestañear. Bajo los golpes del destino, mi cabeza ensangrentada sigue erguida. Más allá de este lugar de lágrimas e ira, yacen los horrores de la sombra, pero la amenaza de los años me encuentra y me encontrará sin miedo. No importa cuan estrecho sea el camino, cuan cargada de castigo la sentencia, soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma”.
Tenemos que llegar a entender aquello de que es mejor estar solo que mal acompañado, porque si no, estamos condenados a convertirnos en esa mala compañía. Hay que encontrar la forma de reconciliar la independencia con el amor e interiorizar que, quien entiende la libertad la usa, quien no, abusa.
Gracias por el ratito.